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Ingenieros para la nueva ola nuclear

Las empresas precisan de atraer y formar a jóvenes de carreras técnicas y FP ya que el 70% de los trabajadores del sector se jubilará en 2025

EXTRA FORMACION 2 08/09/24
Monty Rakusen (Getty Images)
Denisse Cepeda Minaya

Si es ingeniero químico, mecánico, eléctrico, naval, industrial, de telecomunicaciones, minas o físico, puede optar por el puesto de operador de la sala de control de una central nuclear. “Cualquier carrera con un perfil técnico es válida”, puntualiza Fran Ramírez, responsable de la escuela de formación de operadores de la compañía Westinghouse. “No hace falta tener estudios previos en España”, recalca Lluís Batet, miembro del Grupo de Investigación en Tecnología Nucleares Avanzadas y coordinador del Máster en Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Eso sí, estas titulaciones son insuficientes para hacerse con los mandos de un puesto exigente y de altísima responsabilidad. ¿Por qué? Debe obtener una licencia de operación, que solo es válida para un reactor concreto. Es decir, uno de Trillo no puede operar Cofrentes, aclara Ramírez, a excepción de las centrales de Almaraz y Ascó, con dos unidades idénticas. Conseguirla requiere formarse durante tres años. Westinghouse imparte dicha capacitación a petición de las plantas y en coordinación con el Consejo de Seguridad Nuclear, que evalúa a los profesionales y expide el permiso. Fuera, los reguladores del Reino Unido (NRO), Francia (ASN) y EE UU (NRC) son los que otorgan también dicha autorización.

El programa consiste en 2.000 horas de clases lectivas en un aula, “parecido a unas oposiciones”, incide el ingeniero nuclear, que finalizan con cinco exámenes escritos de entre tres y cinco horas. Unas 400 de entrenamiento en el simulador y otras 500 en el puesto de trabajo, con una evaluación al término de cada práctica. “Westinghouse tiene una réplica exacta de la sala de control de todas las centrales en España y en esas horas se entrena la operación normal, transitorios, fallos y emergencias”, detalla Ramírez, quien gestiona la escuela de Ascó y Vandellós, con tres plantas en funcionamiento.

Una vez superada esta fase, se inicia un periodo de solape de dos o tres meses con un operador que ya tiene licencia. Pero los estudios no acaban ahí. La autorización se expide por tres años y, para que se renueve, es necesario ocupar y mantener su puesto de trabajo, hacer una formación continua de 150 horas de media al año (100 teóricas, 50 prácticas) y superar pruebas médicas y psicotécnicas. “Continuamente se hacen mejoras de diseño que hay que implantar o cambia la normativa y los procedimientos”, justifica. Si no hace la capacitación ni aprueba los exámenes, puede perder el permiso.

También se valora tener un posgrado en energía nuclear y un nivel de inglés B2, indican desde el Foro Nuclear. Y si aspira a supervisor de este cerebro, se requieren dos años de formación tras una experiencia mínima de tres como operador.

Para los minirreactores, ahora en boga, Ramírez augura que “será más corto y sencillo”. La tendencia, agrega, es a su simplificación: “En vez de una máquina compleja, con muchas tuberías, botones y palancas, que requiere mucha atención, se tiende a diseños intrínsecamente seguros, con muchos automatismos, donde la probabilidad de fallos y emergencias es muy baja. Si eliminas la probabilidad de accidentes, reduces mucha de la formación que tiene que hacer un operador”. Batet, en cambio, cree que los requisitos serán iguales. El programa está aún en fase de diseño.

En España se forman de media unos 15 operadores al año. Una sala de control necesita cuatro personas las 24 horas al día, los siete días a la semana: el jefe de turno, jefe de sala, el operador del reactor y el de turbina. Se trabaja en turnos rotativos de ocho horas y el salario ronda entre los 50.000 y los 90.000 euros anuales dependiendo de la central, el convenio y los pluses. “Es mucha responsabilidad, un trabajo muy delicado y eso se paga. Estás al mando de una máquina de 3.000 megavatios cuyo fallo puede tener implicaciones para la seguridad interna y externa”, recuerda.

Eclosión de ofertas

Las necesidades del sector nuclear oscilan desde perfiles técnicos (ingenieros) y mandos intermedios (supervisores) hasta de baja cualificación (operarios). Parece revivir su época dorada de los años cincuenta, a juzgar por los 60 reactores en construcción que hay en la actualidad, unos 62.637 megavatios eléctricos (MWe) de capacidad, según la Agencia Internacional de Energía Atómica. Además, las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía apuntan a un crecimiento medio anual del 3% hasta 2026 ante la apuesta de varios países por esta tecnología, principalmente de Asia y Europa, para reducir emisiones y garantizar la seguridad energética.

Y no solo el renovado interés por nuevas centrales a raíz de la invasión rusa en Ucrania requiere de una cantidad ingente de trabajadores. Las labores de diseño, operación, mantenimiento, inspección, suministro y desmantelamiento suponen incluso una oportunidad para países como España en los que hay un calendario de cierre. La demanda de talento, también en las áreas científicas para el desarrollo de la ciencia de los materiales o la realidad aumentada, como reconoce la Nuclear Industry Association, es una cuestión que comienza a preocupar en el sector. Esta entidad calcula que en 2025 se jubilará el 70% de la fuerza laboral. Un vacío que se sentirá en los puestos gerenciales y expertos en la materia, alertan.

El relevo, un gran problema 

La jubilación de los empleados que comenzaron a trabajar en las centrales nucleares hace 40 años es uno de los quebraderos de cabeza para las empresas. Su sustitución no está siendo una tarea sencilla por la carencia de talento joven, técnico e interesado en esta actividad. “El problema de relevo no es solo de los operadores de la sala de control, que son pocos (30-40 en una plantilla de 1.000), sino de los de mantenimiento, diseño e ingeniería que también se están jubilando. Además de formación, han de aprender solapados con la persona que se retira”, cree Fran Ramírez, de Westinghouse, que compró en 2023 Tecnatom. 
Ramírez cuenta que en Francia carecen de know how (conocimiento) para construir las plantas porque la flota que levantó las existentes prácticamente se ha retirado. Lo mismo ocurre en Estados Unidos. De hecho, una publicación reciente del Financial Times en Expansión relata que la industria intenta reconquistar, casi a la desesperada, a los profesionales jubilados por la falta de personal capacitado. En el Reino Unido, Francia y EE UU la repesca de mayores es una realidad, según dicho artículo. 
España es fuerte en diseño, mantenimiento e inspección, no en construcción. Pero los perfiles de estas tres primeras áreas son muy valorados en el exterior, afirma el experto. “Hay muchos españoles en la industria americana, francesa, ucrania y polaca en remoto”.  Westinghouse, Framatome, Idom, Genusa y Enresa son las empresas que más demandan personal en España. En los próximos cinco años se necesitarán 2.000 titulados superiores y técnicos de formación profesional (FP), según cáculos de 2023 de la plataforma Ceiden. Ramírez lanza un mensaje a los jóvenes: “Es bueno que conozcan la industria, que le pierdan el miedo; no va a desaparecer”, zanja. 

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Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.
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