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Emprender para las personas

Cursos que anteponen el individuo al beneficio para una economía que en España supone 1,5 millones de empleos

Aprendices del centro de formación La Dinamo Acció Social de Valencia.
Aprendices del centro de formación La Dinamo Acció Social de Valencia.La dinamo acció social

El crecimiento y el valor del emprendimiento social han aumentado en las últimas décadas. Según el último informe presentado por el Centro Internacional de Investigación e Información sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC), solo en España los datos señalan un total de 47.511 empresas y 37.183 entidades de acción social sin ánimo de lucro y fundaciones, dando empleo todas ellas a casi millón y medio de personas.

La Dinamo Acció Social, en Valencia, ofrece servicios de inserción sociolaboral en centros de día a personas en situación de riesgo con edades entre 14 y 25 años. En ellos, junto a otros programas, se desarrollan dos iniciativas: Nueve Lunas y un Solete, y Agrodinamo. La primera consiste en un negocio online de venta de tartas de pañales y otros regalos para el nacimiento que confeccionan las mujeres participantes en el programa, y que se envían por paquetería a todo el territorio peninsular. La segunda responde a un proyecto de agroecología con el cultivo de hortalizas ecológicas y venta de las mismas en redes de proximidad, así como en el mercado agroecológico de la Universidad Politécnica de Valencia. “Nuestro objetivo es ofrecer un acompañamiento biopsicosocial a las personas atendidas; lo que incluye programas de formación, de inserción y de disfrute en una dinámica grupal”, explica Paco Herrero Azorín, coordinador del proyecto de La Dinamo que atiende a un total de 36 personas, 12 de ellas madres inmersas en la etapa perinatal que asisten al proyecto con sus bebés. Para Herrero, la clave del emprendimiento social está en lograr fusionar lo productivo con el cuidado de las personas y del medio ambiente. “El objetivo del emprendimiento social es poner los tiempos y las capacidades a nuestro servicio para apropiarnos de aquello con lo que el capitalismo hace negocio, nutriendo así el tejido comunitario y multiplicando las posibilidades de una vida digna”, explica.

Traperos de Emaús inicia su actividad en el año 1995 de la mano de cinco personas que, viniendo del sector social, educativo y productivo, coinciden en la idea de que para acompañar a personas que sufren exclusión en esta sociedad, y que se ven abocadas a situaciones de calle, en ese proceso de recuperación se hace imprescindible desplegar una serie de herramientas que permitan un acompañamiento integral desde la horizontalidad. “Somos personas que aparentemente no servimos para nada y a las que esta sociedad nos deja fuera; con nuestro trabajo de recogida, gestión y venta de objetos usados hacemos cosas útiles para nosotros y nosotras y para el medio ambiente”, detalla Paco López, coordinador del proyecto. Desde Traperos recogen objetos que acabarían en vertederos: muebles, electrodomésticos, juguetes, ropa, libros, y les dan una segunda vida a través de mercadillos, facilitando así la inclusión de las personas que forman parte del colectivo.

Programas con potencial

Para Manolo Salinas, graduado en Trabajo Social, doctor en Economía Social y docente del Máster en Economía Social de la Universidad de Valencia, es fundamental entender que este tipo de emprendimiento forma parte del contexto de la economía social: un modelo económico que antepone a las personas y sus necesidades por encima de los beneficios. Salinas cree que este modelo tiene un importante potencial para abordar y afrontar problemáticas sociales y medioambientales.

“Este modelo ha mostrado sus fortalezas y posibilidades en las últimas décadas, precisamente cuando el sistema económico basado en el capital ha hecho visible su fragilidad ante las grandes crisis económicas y la imposibilidad de responder a las demandas, sobre todo de índole socioeconómico, de una sociedad cada vez más global e interdependiente”, cuenta.

Carlos y Lucía Zamora Gorbeña son hermanos y emprendedores sociales desde hace 17 años a través de la empresa de restauración Deluz y Compañía, que da empleo a más de un centenar de personas entre Santander y Madrid. Cuentan con cuatro restaurantes en Santander —Deluz, El Machi, El Italiano y La Caseta de Bombas— y tres en Madrid —La Carmencita, Celso y Manolo, y La Vaquería Montañesa—, además de El Súper de los Pastores, un establecimiento nacido en plena pandemia para que pudieran seguir manteniendo el proyecto durante el confinamiento sin despedir a nadie, y al que llegan productos de temporada y en un 99% de procedencia nacional para no emitir tanto CO2.

“En nuestros restaurantes se cocina con producto ecológico y artesano, con recetas artesanas elaboradas a fuego lento en el día. Además, el proyecto también se basa en la recuperación de espacios históricos de la ciudad para que no se pierda el alma”.

El desafío de la financiación

Mantener este tipo de proyectos no es fácil. La mayoría depende de financiación pública y están sujetos a un control hiperexigente en el que los plazos largos no tienen cabida. “Nosotros siempre pensamos a largo plazo y nuestras decisiones se basan en cuidar el planeta y a las personas. Esto choca de pleno con el mercado de la financiación, que muchas veces solo ve el corto plazo”, sostiene Lucía Zamora, para quien uno de los grandes retos de nuestro país es la financiación de empresas sociales porque, dice, “es muy difícil y el apoyo muy escaso”.
En el caso de La Dinamo Acció Social, Paco Herrero cuenta que funcionan gracias a la financiación pública: “Dentro de lo que cabe, somos afortunados, ya que las plantillas laborales están subvencionadas, por lo que el 100% de la actividad económica revierte en la propuesta social y de esta manera es sostenible. Si se tuviera que competir en términos de igualdad con empresas capitalistas basadas en la explotación de personas y recursos, sería imposible”. En esta línea, Paco López, de Traperos de Emaús, añade que no es nada fácil actuar a contracorriente de los principios capitalistas, pero considera que es urgente un cambio de modelo más humano. “En estos momentos de incertidumbre necesitamos experiencias que sean referentes alternativos de que las cosas se pueden hacer de otra forma, que se puede poner a las personas en el centro”, concluye.

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