Ciudades sostenibles, inteligentes y más humanas
Más metrópolis actúan para combatir los efectos del cambio climático gracias a la implicación de autoridades, sector privado y la sociedad
Las ciudades son una pieza clave en la lucha contra el cambio climático. Son responsables del 70% de las emisiones globales, pese a que solo cubren el 3% de la superficie terrestre, recoge el informe Protegiendo a las personas y al planeta de Carbon Disclousure Project (CDP). En ellas vive una de cada dos personas (55%) y se prevé que la tasa suba al 68% en 2050. De ahí que se animen a informar, cada vez más, del impacto del calentamiento global, a fijar metas de reducción de CO2, o a implantar energías renovables mediante tecnología y participación ciudadana.
Son ya 1.224 urbes las que abordan esta labor de divulgación, según el registro del CDP y la organización ICLEI (gobiernos locales por la sostenibilidad), ya que cuatro de cada cinco se enfrentan a peligros significativos relativos al clima: calor extremo (46%), lluvias intensas (36%), sequías (35%) e inundaciones (33%). Sin embargo, la expansión urbana de la fotovoltaica y la eólica es lento y desigual, más si se aspira a crear una smart city. Pero “aparte de aparatos y edificios conectados, las ciudades inteligentes involucran a Gobiernos, habitantes, turistas y empresas en un ecosistema digital, destaca el informe Forces of change: smart cities de Deloitte.
San Diego (EE UU) es una de las urbes que encaja en este modelo. “Las energías propulsadas por el viento y el sol representan más de un tercio de su mix energético, con la meta de alcanzar el 100% en 2035″, destaca otro informe de Deloitte que incluye un ranking de ciudades con más de un millón de habitantes, Hamburgo y París entre ellas.
El documento resalta también núcleos construidos desde cero, como Peña Station Next, en Denver, una aerotrópolis que aprovecha una estación de tren entre la ciudad estadounidense y su aeropuerto y se alimenta con una microrred de paneles solares y sistemas de almacenamiento instalada en tejados.
Las personas, a escena
Pero la tendencia no es solo crear una megaurbe digital y verde, también se valora la participación de sus vecinos en la planificación climática. CDP resalta el ejemplo de Chicago (EE UU). Mediante una encuesta pidió a la población que priorizase entre cuatro metas a alcanzar — ser 100% renovable, aumentar la eficiencia energética de los edificios, mayor justicia ambiental, mejora de la salud de la comunidad— y lanzó un grupo de trabajo por la igualdad ambiental, entre otras medidas. Los habitantes reclamaron en otro cuestionario mayor prioridad a la mejora de la calidad del aire y el acceso a fuentes limpias.
Otro ejemplo es Atenas, cuyos habitantes pueden adoptar árboles recién plantados y regarlos varias veces por semana (proyecto premiado en los Best City Awards 2021). Cada año se plantan 600 ejemplares ya que las altas temperaturas hacen que la capital griega pierda entre un 10% y un 40% de masa forestal cada verano.
‘Smart buildings’, primer paso
En España se ha impulsado el modelo de edificios inteligentes y no tanto el de ciudad. “Esa visión es a futuro. En España no hay ninguna smart city renovable 100%. Lo que sí existen son smart buildings, que son los precursores de las urbes, pero, a día de hoy, ninguna ciudad se puede considerar inteligente, si bien es el modelo que tenemos que alcanzar”, analiza Ismael Morales López, responsable de Comunicación y Política Climática de Fundación Renovables.
Morales aclara que el concepto smart aúna la generación, la gestión, el almacenamiento y el consumo de energía eléctrica limpia, y que ahora comienza a verse en proyectos piloto gracias a los fondos europeos gestionados por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae). “Esto habrá que escalarlo y, para lograrlo, primero tenemos que conseguir smart consumidores, edificios, barrios y, finalmente, ciudades. No podemos empezar la casa por el tejado, porque el consumidor y la agregación de los mismos deben de ser la parte activa y central de ese concepto; no es una práctica general en España”.
Las trabas normativas no ayudan. “La falta de adaptación regulatoria, la dilación indebida de los tiempos de respuesta, la obligación de realizar modificaciones en instalaciones de enlace o en la red, la imposición de obligaciones sin respaldo legal o la solicitud de información improcedente y las irregularidades en la facturación, lectura y compensación una vez la instalación está conectada y funcionando” son algunos de los problemas que Morales menciona.
La minieólica (versión urbana de los aerogeneradores), con solo 4,5 MW instalados, no corre la misma suerte que la fotovoltaica (2.507 MW en 2022). “No se ha desarrollado tanto como debería porque no se impulsa desde la Administración. Casi todos los esfuerzos se han destinado al autoconsumo fotovoltaico. Tampoco hay mapas de viento, algo que pueden hacer los Ayuntamientos para conocer su potencial, y, para el usuario final, es una tecnología más complicada de entender y requiere esfuerzo en difusión”, critica Tomás Romagosa, de la Asociación Empresarial Eólica. “Es más costosa que la solar pero la producción es mayor”, apunta.
Vitoria-Gasteiz, Barcelona y Madrid son las tres urbes españolas que figuran en la lista A de ciudades de CDP e ICLEI (122 en total) por su acción medioambiental y transparencia. Pero una pequeña, la catalana Viladecans, ha ganado este año el premio Hoja verde europea 2025 por su esfuerzo ecológico: el Ayuntamiento trabaja para crear 22 comunidades energéticas.
Datos que constatan una evolución positiva
“La acción climática centrada en las personas examina y considera las necesidades de la población como una parte fundamental de las etapas de evaluación, definición de metas, planificación e implementación. Trae beneficios sociales, económicos y ambientales, mejora la calidad y la inclusión, y garantiza una transición justa hacia una economía con bajas emisiones de carbono”, explica un informe de Carbon Disclosure Project (CDP)
Dicho estudio, elaborado con información de 998 urbes, afirma que el 72% de ellas identifica recursos en riesgo por peligros relativos al clima: el suministro hídrico (46%), la agricultura (43%), alcantarillado y gestión de residuos (41%), transporte (33%), electricidad y gas (32%).
Tres de cada cinco urbes que divulgan información (55%) también evalúan vulnerabilidad y riesgos climáticos, mientras que el 60% hace inventario de emisiones. El 46% fija metas de reducción de gases, un 52% tiene plan de mitigación y el 45%, de adaptación. Respecto a implementación, el 61% realiza acciones de adaptación y el 65% de disminución de emisiones.
Las ciudades resaltan ventajas adicionales, como un menor impacto en la salud por contaminación, enfermedades y desastres, mejor calidad del aire y bienestar mental. También beneficios socioeconómicos, como la rebaja de los costes, creación de empleo, mejor seguridad energética o mayor inclusión social y protección de la población vulnerable, así como medioambientales: más protección de la biodiversidad y un mayor número de espacios verdes.
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