El gas natural resiste como fuente alternativa a las renovables
Pese a que su consumo ralentiza el cambio de modelo energético, los precios a niveles preguerra y una oferta estable mantienen la demanda
La guerra en Ucrania, la pandemia y la presión del cambio climático han reconfigurado en los últimos años las fuentes energéticas que alimentan la maquinaria europea. El carbón desaparece a pasos agigantados, mientras que las energías renovables pelean una batalla crucial para convertirse en la fuente principal de generación eléctrica y permitir a Europa alcanzar los objetivos climáticos para 2030. Y mientras, el gas y el gas natural licuado (GNL) mantienen su posición como fuente alternativa para la transición energética: permite abastecer a la población con las centrales de ciclo combinado cuando fallan el viento que mueve las aspas de los aerogeneradores o el sol que alimenta las placas fotovoltaicas.
Los precios del gas natural han fluctuado mucho, pero los expertos defienden que en 2024 se estabilizarán en el umbral de los 30 dólares el megavatio hora (MWh), sobre todo gracias a la diversidad de los importadores y al aumento de las reservas. A principios de febrero, el MWh de gas rondaba los 25 dólares, demasiado bajo para los tiempos que corren: en 2022 estuvieron muy por encima de los 100 dólares. Eso duró hasta enero de 2023, cuando empezaron a bajar de forma constante, según el mercado de referencia TTF basado en Países Bajos. El conflicto bélico en Ucrania y las consiguientes sanciones a Rusia pusieron un freno terminante al gas importado desde allí, obligando a países como Alemania a adaptar sus fuentes de abastecimiento y sus instalaciones para una nueva modalidad de gas un poco más compleja: el GNL.
Después de casi dos años de guerra, la dependencia de Europa del gas ruso ha caído desde el 41% en 2021 hasta el 8% en 2023, una cifra considerable que, sin embargo, no deja de reflejar que aún queda trabajo por hacer. Ahora, el gas en forma gaseosa de Noruega y el norte de África (a través del gasoducto que conecta Argelia con Italia), y en forma líquida desde Estados Unidos, que se ha convertido en el mayor exportador de GNL del mundo, alimentan la industria. Europa importa el 46% de su GNL desde el otro lado del Atlántico en barcos metaneros de alta tecnología, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Estos buques deben mantener la temperatura del gas a -162 grados centígrados en todo momento.
Privilegio ibérico
Julio César Gutiérrez, de la Asociación Española del Gas, defiende esta fuente como la energía de transición hacia la descarbonización total de la economía europea, así como la privilegiada posición de España en cuanto al tratamiento y almacenamiento del GNL. “Nuestra geografía y el hecho de no estar conectados con Europa han hecho que aquí se desarrollase una industria para transformar el gas en estado líquido de vuelta a su forma gaseosa”, explica Gutiérrez. Cuando el norte de Europa se quedó sin el gas ruso, durante un tiempo —hasta que empezaron a construir sus propias plantas de regasificación— se lo compraron a España. “Alemania ha construido en tiempo récord dos plantas y tiene planes para otras dos o tres. Se han subido al carro del GNL porque es la única alternativa”, añade el experto.
Eso les permite traer el GNL de Estados Unidos, acumular reservas y utilizarlas en los momentos de mayor necesidad, o cuando las fuentes renovables no sirven para cubrir la demanda de energía. Los precios del MWh también han bajado por el exceso de oferta acumulado este año. Las temperaturas han sido moderadas, la necesidad de electricidad no ha sido tan alta como en otras temporadas y las reservas —a principios de enero de 2024— estaban al 80%, después de haber alcanzado el 100% justo antes del invierno, según la agencia Infraestructura Europea del Gas (GIE por sus siglas en inglés). Europa, después del trauma de la invasión de Ucrania, que llevó la electricidad a precios desorbitados en 2022, ha acumulado toda la cantidad posible para evitar sobresaltos.
Eso ha provocado que el precio vuelva a los umbrales a los que acostumbraba antes de la guerra. “Ya llevamos un mes con precios por debajo de 30 dólares el megavatio hora. Yo creo que podemos decir que los precios, si no están totalmente estabilizados, están muy cerca de estabilizarse, eso es verdad”, defiende Jorge Morales, director del medio especializado Próxima Energía. Pese a la fiebre acaparadora, el gas sigue sin ser la panacea capaz de traer la transición ecológica que necesita Europa. “Tiene el sobrenombre de natural, pero no tiene nada de natural, y el metano que emite a la atmósfera en el proceso es 80 veces más contaminante que el CO2, afirma el experto.
También se ha impuesto la combinación de gas natural con fuentes limpias. “Hace años ya se empezó a ver al gas natural como la pareja de baile perfecta de las renovables. Las plantas de ciclo combinado sirven para que, cuando desaparecen el sol o el viento y baja mucho la producción de energía, se utilice la combustión del gas para abastecer las necesidades de la población en ese momento”. Sin embargo, Morales defiende que esta estrategia se queda vieja y está dando paso a nuevas tecnologías en la creación de baterías, capaces de acumular grandes cantidades de energía. “Están dando resultados extraordinarios, mucho mejores que las plantas de gas”. La transformación ya se está viendo: según el centro de análisis Ember, el viento superó al gas natural como fuente de energía en Europa en diciembre de 2023.
La encrucijada estadounidense
La batalla por el GNL se ha trasladado a Estados Unidos, que en diciembre de 2023 exportó 8,6 millones de toneladas, una cifra sin precedentes en su historia. La fiebre del gas natural licuado parecía no tener límite: se habían proyectado 17 proyectos millonarios para aumentar sus capacidades de exportación. Una de esas infraestructuras, el Calcasieu Pass 2, que ya estaba planeada, iba a ser la mayor terminal de exportación del mundo —con un coste de 10.000 millones de dólares— hasta que Joe Biden, actual presidente de Estados Unidos, frenó a comienzos de febrero la construcción de nuevas terminales. La decisión ha causado alegría entre los defensores del medio ambiente, que habían presionado mucho para conseguir esta medida.
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