La movilidad eléctrica y el parón económico devalúan el oro negro
La oferta de petróleo es alta, aunque se prevé un descenso de la demanda ante la expansión de los vehículos a pilas y el bajo crecimiento de países como China
En plena transición hacia un planeta alejado de los combustibles fósiles, el consumo de petróleo apenas se resiente. También la oferta de crudo está por las nubes, con unos niveles de producción tan altos que las reservas están garantizadas a medio plazo. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala un factor clave para entender la situación actual: salen más barriles que nunca (cerca de 1,5 millones al día) de países como EE UU, Guyana y Canadá, que no pertenecen al cartel de la OPEP+. Hay tanto petróleo en el mercado que los precios se van a mantener, al menos en 2024, aunque las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo podrían tener consecuencias en el suministro mundial.
Más allá de la guerra en Gaza, los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen en el mar Rojo es el factor que más preocupa a la AIE. Por esa ruta marítima, que desemboca en el canal de Suez, circula en torno al 10% de los flujos petroleros. “Es una cifra que parece alta, pero en realidad no lo es tanto. Al final, lo que marca de verdad los precios son la oferta y la demanda. Otra cosa muy distinta es si se cerrase el tráfico marítimo por el estrecho de Ormuz, porque por ahí pasa el 20% del petróleo mundial y todo el que procede de Arabia Saudí”, argumenta el profesor de Dirección Estratégica de la escuela de negocios IESE, Massimo Maoret. Situado entre Omán e Irán, este enclave es estratégico. “Su cierre no solo perjudicaría a los iraníes, también a China, que es el gran comprador de petróleo de Irán y uno de sus principales garantes internacionales. No creo que eso pase”, vaticina el director del Programa Energía y Clima del Real Instituto Elcano y catedrático de Política Económica de la UNED, Gonzalo Escribano.
Para amortiguar los efectos de la producción masiva de petróleo procedente de EE UU y elevar los precios, los países de la OPEP+, liderados por los saudíes —los mayores productores del mundo—, han optado en los últimos meses por aplicar recortes en sus plantas. A finales de enero, Riad anunció que mantendrá los 12 millones de barriles diarios y no alcanzará los 13 millones para 2027, como tenía previsto. La decisión deja entrever una debilidad en la demanda, y una previsible caída del consumo.
Las predicciones de la AIE apuntan justo en ese sentido: este año, el ritmo de crecimiento de la demanda se reducirá a la mitad y quedará en 1,1 millones de barriles diarios. “El crecimiento del PIB por debajo de la tendencia histórica en las principales economías [entre ellas, la china], la mejora de la eficiencia y un vehículo eléctrico en fuerte expansión son los factores detrás de esta ralentización”, afirma la institución en su último boletín mensual de 2023.
El socio de Sectores Regulados, Análisis Económico y Sostenibilidad de la consultora EY Antonio Hernández coincide en el diagnóstico. Sostiene este experto que el debilitamiento de ciertas economías, la movilidad eléctrica, el auge de los combustibles renovables y los avances en la eficiencia energética son factores que contribuyen a la caída en la demanda de petróleo. “Y esto perjudica gravemente a los países exportadores, porque disminuyen sus ingresos y complica sus esfuerzos para mantener la cuota de mercado y sostener precios elevados”, admite.
Crisis en las potencias
Esto es precisamente lo que sucede con Arabia Saudí, el gran interesado en que el crudo se mantenga en torno a los 90 dólares por barril. “Financiar sus planes de transición y pagar esos proyectos tan gigantescos que tienen planificados requiere de muchísimo dinero, por eso están intentando subir los precios. Pero su capacidad de hacerlo es limitada”, afirma Massimo Maoret. Además, es muy difícil controlar un cartel como la OPEP+, porque al final cada país defiende sus propios intereses. El economista Gonzalo Escribano corrobora que esta organización “ha perdido buena parte de su capacidad de influir en los mercados”, sobre todo desde que ya no es obligatorio mantener las cuotas de producción entre los 12 países que integran su núcleo duro. En los últimos tiempos, de hecho, han abandonado el grupo Angola, Qatar, Ecuador e Indonesia. El 27% de la oferta mundial de petróleo procede del cartel, un porcentaje muy alejado del 50% que alcanzó décadas atrás.
En un escenario a largo plazo, augura el profesor Maoret, “el petróleo será siempre menos interesante, porque va a llegar un momento en que la demanda global empezará a bajar debido a la electrificación”. La AIE ha puesto fecha a ese instante: antes del año 2030. “Estamos siendo testigos del comienzo del fin de la era de los combustibles fósiles y tenemos que prepararnos para la próxima era”, escribió en septiembre el director de este organismo, Fatih Birol, en el diario Financial Times. En su opinión, “esta época de crecimiento aparentemente incesante [del petróleo, el gas y el carbón] va a llegar a su fin esta década, con importantes consecuencias para el sector energético mundial y la lucha contra el cambio climático”.
¿Qué pasa con Rusia?
Tras la invasión de Ucrania, tanto la UE como EE UU han prohibido la compra, importación o transferencia de petróleo ruso. Para burlar la medida y seguir vendiendo crudo —aunque casi a precio de saldo—, Rusia ha recurrido a distintas estrategias. Una de ellas es “organizar una flota fantasma”, explica Gonzalo Escribano. “Han prescindido de los petroleros occidentales, que son buques modernos, con doble casco, muy preparados, y los han sustituido por barcos que nadie sabe bien de dónde vienen ni quién está detrás de ellos”, añade. Gran parte de ese petróleo llega a la India a través del mar Rojo, donde se refina y se vende como si fuera un producto indio. Aunque a corto plazo las sanciones parece que no impactan demasiado en la economía rusa, Escribano cree que sí tendrán consecuencias a largo plazo. “Rusia no dispone de la tecnología ni la capacidad para mantener inversiones con las que obtener nuevo petróleo. Los rusos cuentan con pocas reservas en su territorio. Al no poder aumentar la producción, lo van a pasar muy mal”, remacha.
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