Cómo defender el futuro de la moda (según París y Milán)
Pascal Morand, presidente ejecutivo de la Federación de la Alta Costura y de la Moda francesa, y Carlo Capasa, presidente de la Cámara Nacional de la Moda Italiana, se reúnen en Madrid para reflexionar sobre una estrategia global a ejecutar de forma local
Qué hacemos con la moda. Qué pasa con la (supuesta) segunda industria más contaminante de la que haya hoy noticia. Qué responsabilidades debe asumir, por fin, ante sus trabajadores y consumidores. Cuál es su significado ahora que ha cambiado el guion sociocultural. Las preguntas clave que con mayor urgencia se le inquieren al multimillonario negocio del vestir hace tiempo que tienen respuesta. Calidad antes que cantidad. Transparencia y trazabilidad. Comportamiento ético. Inversión en tecnologías sostenibles y educación. Volvían a insistir en ellas Pascal Morand, presidente ejecutivo de la Fédération de la Haute Couture et de la Mode, y Carlo Capasa, presidente de la Camera Nazionalle della Moda Italiana, el miércoles de buena mañana en el Museo del Traje de Madrid, convocados por el Ministerio de Cultura y Deporte en colaboración con la Asociación de Diseñadores de Moda de España (ACME) para inaugurar las Jornadas de Análisis de la Moda de Autor en España y Modelos Internacionales, un encuentro en la cumbre de los primeros espadas del sector cuyas conclusiones servirán para alimentar el debate y las propuestas en la Mesa de la Moda de Autor de nuestro país, constituida el pasado noviembre.
Tiene sentido que la llamada moda de autor patria —denominación con la que quiere distinguirse de las maneras del gran consumo liderado por corporaciones como Inditex o Mango— busque el ejemplo de actuación en los exitosos modelos francés e italiano: ambos son estandartes de referencia económica mundial (el primero contribuye al 2,7% del PIB galo y crea un millón de puestos de trabajo, según datos de la Fédération; el segundo representa alrededor del 5% del producto interior bruto y encabeza el ranking de producción europea con un 41%, disparado hasta el 80% si hablamos de lujo), pero también cultural. “La moda está más expuesta a una mayor transformación que cualquier otra industria, precisamente porque posee unos componentes de alcance económico, social, cultural, estético y artístico que no tienen las demás. Por eso se espera tanto de ella, incluso aquellos a los que no les gusta”, constata Pascal Morand. “Es importante que instituciones como las que representamos asuman este compromiso. Y debemos hacerlo rápido y de forma precisa, porque es un desafío complejo, en parte por su impacto social”, continúa. Reunidos tras sus intervenciones en conversación para EL PAÍS, Carlo Capasa le da réplica: “La moda interpreta lo que pasa en la sociedad transformando esas ideas y visiones. Lo más importante ahora mismo es que responda a los consumidores en términos de ética y responsabilidad”.
El presidente de la cámara italiana saca a colación un estudio de la consultora de negocios Peers de 2018 que dice que al menos un 45% de los compradores de moda cree que las marcas y diseñadores pueden hacer más por el maltratado medioambiente que los propios gobiernos. “La idea de que es necesario comunicar estos valores se ha convertido en algo primordial. No se trata solo de marcarse objetivos, también de posicionarse. Por supuesto que no nos gusta ser parte del impacto negativo en la salud del planeta. Solventar ese problema es lo que nos empuja a este nuevo paradigma, a ser cada vez más transparentes y éticos”, expone este pionero en llevar los postulados de la sostenibilidad a la gestión empresarial textil de su país. “Creo que hay que insistir en el producto de alta calidad porque, sin ella, no es posible el progreso en términos sostenibles. El verdadero problema está en el volumen de producción y transporte derivado de las prácticas de la moda de gran consumo”, tercia su homólogo francés. “En efecto, la excelencia cualitativa es nuestro mejor aval, para Italia desde luego es importantísima”, corrobora el italiano. “Debemos defender el valor de la durabilidad, como bien refiere Pascal, porque es un valor europeo: producir artículos de calidad, creativamente ricos, artesanos y con corazón es algo a proteger”.
Conocedor de los entresijos del sistema transalpino —se fogueó en Romeo Gigli y en Gucci durante la era Tom Ford y fundó junto a su hermano la firma Costume National, desaparecida hace un lustro—, Capasa (Lecce, 1958) gasta retórica de hombre de negocios con conciencia. Morand (Neuilly-sur-Seine, París, 1955) se expresa como el economista académico que es, experto tanto en planes de negocios textiles como de tecnología. Ambos accedieron a sus respectivos cargos más o menos a la vez, entre 2015 y 2016, justo cuando la inclusión, la diversidad y la sostenibilidad comenzaron a caldear la mesa de debate de la moda. Han tenido que lidiar con una pandemia y, ahora, con una guerra vecina que ha vuelto a poner en un brete la milagrosa recuperación del sector tras un año y medio aciago.
En plena temporada de presentaciones de las colecciones crucero, que regresan a sus localizaciones exóticas y lejanas, reflexionan así: “Es buena noticia, porque demuestra la resiliencia de la industria. El impacto medioambiental de estos espectáculos ni siquiera es significativo, sin embargo, sí lo es en lo económico y social. Un desfile como el que Gucci acaba de hacer en Apulia ha supuesto un empujón considerable para la región, por ejemplo. Lo que antes se entendía como irse de vacaciones unos días ahora se planea con visión social: existe un porqué se celebran en un lugar o en otro, tienen una motivación, un significado de carácter sociocultural”, arguye el uno. “La moda es un fenómeno extremadamente visible, se identifica de inmediato, de ahí que sus consecuencias siempre terminen amplificándose, exagerándose. El quid de la cuestión está en el equilibrio: discernir si el beneficio económico es compatible con el impacto medioambiental”, concede el otro.
Conclusión: parece que aún es preciso mejorar la comunicación del mensaje actual de la moda. “Si te fijas, esta industria ha anticipado debates como el del reciclaje o soluciones como el mercado de segunda mano y los servicios de alquiler. Siempre ha sido de gran ayuda para otros sectores”, remata Capasa. “Pero si queremos un consumidor más consciente, nosotros también debemos mostrarnos más claros y transparentes a propósito del contenido y los valores que representamos. Ese es el reto a trabajar”.
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