De lobo a perro: ¿qué hay de salvaje en los canes domesticados?
Lobos y canes comparten un 98,5% de ADN, pero las diferencias entre un chiguagua y su ancestro salvaje son evidentes. La selección genética, que ha dado lugar a más de 400 razas caninas, ha creado una gran distancia entre ambas especies, pero todavía mantienen algunas similitudes, como su instinto gregario
¿Cómo evolucionó el canis lupus a perro? En realidad, ni el perro es tan lobo, ni el lobo es tan perro. Todo surgió a raíz de un ancestro común o protoperro que se fue adaptando de forma paulatina a la convivencia con los humanos. Por el camino, los perros han perdido muchas de sus características lobunas, como el aspecto físico, pero también han conservado algunos instintos, que conviene que puedan satisfacer en el ámbito doméstico, como su lado social y gregario.
Los expertos no tienen clara la fecha en la que el lobo pasó a ser doméstico, pero se cree que fue hace alrededor de 25.000 años. Sobre lo que sí hay consenso es en cuanto a que se trató de un proceso largo y paulatino, que conllevó la separación del can doméstico, por un lado, y del lobo actual, por otro. En ese cruce de caminos, el ancestro común entre ambos, fruto de la crianza de cachorros del lobo en cautividad, evolucionó para adaptarse al entorno humano. “Los animales que mejor se adaptaron a la actividad humana, como a la caza o a la ganadería, son los que se quedaron y tuvieron descendencia”, explica Elena García, veterinaria especializada en comportamiento de Ethogroup y VetBonds.
Pero, ¿en qué consiste la domesticación de un animal? “Representa el proceso evolutivo en el que el perfil genético, fisiológico y conductual de una especie se reforma para adaptarse a un entorno creado por el hombre”, la define Silvia Miguélez, veterinaria en la clínica Mimos, en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón. Se trata de la simbiosis entre las dos especies. “En el caso del lobo, el humano creó un ambiente, gestionó la supervivencia y la reproducción del lobo y este, a su vez, proporcionó servicios, como el apoyo en labores de caza o guarda”, añade.
Lo más lobuno de los perros
Los canes siguen teniendo algo de lobos, y uno de los aspectos en los que resulta más evidente es en su tendencia gregaria. “Siguen siendo animales sociales, que buscan la compañía del grupo de congéneres para la convivencia”, explica García. De hecho, una de las cosas que más infelicidad provoca en los perros es estar solos. “Les impide desarrollar su faceta social, porque les gusta crear vínculos profundos con la gente y no solo con sus congéneres, ya que les aporta seguridad y les permite desarrollar sus habilidades para vivir en un entorno doméstico, como en el caso de su faceta comunicativa”, aclara la especialista.
Otro aspecto que los perros siguen manteniendo es la parte exploradora heredada del lobo: “Les gusta rastrear y buscar recursos en su entorno, por muy acostumbrados que estén a la vida doméstica. De hecho, si vivieran en libertad, emplearían su tiempo en dormir, buscar comida y relacionarse con sus iguales”, añade la experta. No obstante, hay diferencias de comportamiento según la raza canina: “Las hay más parecidas al ancestro común con el lobo, pero también hay animales muy mezclados para potenciar determinados aspectos relacionados con el trabajo, como en el caso del pastoreo, o por estética, que han quedado más alejados genéticamente de su origen lobuno”, matiza García. La amplia selección de razas caninas que existe ha alejado las similitudes entre perros y lobos. “Hay más de 400 razas caninas, lo que ha modificado incluso su forma de comunicación a través del aullido, que ha disminuido en los perros”, añade por su parte Silvia Miguélez.
Lobo y perro comparten un 98,5% de ADN. “Sin embargo, sus diferencias son notables. Por ejemplo, los perros pueden metabolizar el almidón de las dietas, mientras que los lobos tienen dificultad para hacerlo. Además, domesticar a un lobo es una tarea difícil o casi imposible”, explica la veterinaria. Sin embargo, hay razas más lobunas. “Los perros de grupos considerados más antiguos o primigenios, como los nórdicos, asiáticos o árabes, comparten con el lobo patrones de comportamiento, como una mayor tendencia al estrés o la ansiedad y más similitud en su aspecto”, aclara Miguélez.
Los canes semilibres
Hay canes que compaginan la vida doméstica con la libertad. “Estos animales son diferentes a los perros domésticos, como en el caso de los que han sido abandonados y tienen que desarrollar unas habilidades específicas para sobrevivir. Pero también hay varios tipos de lobo. Los hay que tienden a ser menos sociables o más agresivos con los intrusos”, continúa García. Por su parte, los perros también son una especie con un comportamiento versátil: “Son capaces de adaptarse a entornos muy hostiles, como cuando viven en la calle en condiciones extremas o sobreviven en lugares poco comunes, como en parajes aislados”, aclara la especialista.
La fama del lobo suele ir asociada con el misterio y llevarse el papel del malo del cuento. De hecho, a los niños aún se les suele asustar con la clásica frase “que viene el lobo”. “No obstante, esa imagen de malvado está cambiando y lo deseable sería que las nuevas generaciones cuiden y respeten a esta especie tan emblemática y necesaria para la diversidad y riqueza del ecosistema”, destaca la experta. También influye el hecho de que las especies animales que compiten con los humanos, por alimento o territorio, suelen ser consideradas como alimañas. “El lobo, por un sencillo principio de ahorro energético, prefiere cazar animales de ganadería que perseguir con un éxito dudoso a sus presas, por lo que entra en competición con el hombre. Pero se trata de buscar el mecanismo que permita que las dos especies convivan en armonía”, aclara por su parte Silvia Miguélez.
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