Muebles y decoración en amarillo, ¿y por qué no?
Este color, víctima de supersticiones y malos augurios, vuelve este otoño en su versión más fresca, desprejuiciada y rotunda. Su uso dentro del hogar se asocia con la calidez, la alegría y la luz
¡Ah! ¿Que ustedes eran de los que pensaban que el color amarillo era un color maldito, portador de mala suerte y que había que evitar a toda costa? Pues no. Qué anticuados, supersticiosos y negativos son algunos, sobre todo, ahora que se ha desmentido ya la leyenda urbana de que Moliére murió sobre un escenario vestido de ese color. Renueven su ideario para este otoño que ya está aquí porque el amarillo llega a las tendencias en decoración fresco, desprejuiciado y rotundo, sin un pelo de timidez ni intención alguna de esconderse.
En su obra Teoría de los colores (1810), el erudito alemán Goethe discutió extensamente los aspectos psicológicos y simbólicos de los colores, incluido el amarillo, al que asociaba con la calidez, la alegría y la luz. Mientras que el artista ruso Vasili Kandinsky, que exploró los efectos emocionales y espirituales de los colores en su libro De lo espiritual en el arte (1912), sostenía que este color irradia desde el centro y parece que se acerca al espectador o que se sale del cuadro, es inquietante y evoca el delirio. Él, que asociaba los colores a los sonidos, creía que el amarillo representaba a una trompeta o un clarín.
Efectivamente, es difícil que este color pase desapercibido. De hecho, tradicionalmente se ha usado con eficacia en las señales de tráfico para resaltar la función de advertencia que bien podría sustituir un buen trompetazo. Queda claro que no es una tonalidad que se olvide fácilmente, el mismo Michel Pastoureau, autor de Los colores de nuestros recuerdos (2010), cuenta que el primer color que mantiene vivo en su memoria es el del chaleco amarillo que usaba André Breton cuando venía a visitar a su padre, ¡y entonces tenía él solo cinco años!
En consecuencia, aplicado a un interior, se considera que viene que ni pintado para remarcar un lugar, darle importancia, llevar la vista hacia allí y poner énfasis en ese punto concreto. Por otra parte, también es muy útil para usarlo en zonas oscuras, ya que el amarillo aporta luminosidad a cualquier rincón escaso de luz.
Tradicionalmente, es un color que se ha empleado con algo de miedo, en pequeñas dosis, como un pequeño toque revitalizante que aportaba un objeto decorativo como un jarrón, un cojín o una manta. Era una manera fácil de que no se nos fuera de las manos, de tenerlo bajo control, sin asumir riesgos. Pero parece que esa precaución está desapareciendo y muchas de las grandes marcas de mobiliario han apostado por el alegre y vital amarillo para los tapizados y lacados de piezas de buen tamaño, desde un sofá a una mesa de comedor o una alfombra.
Mención especial merecen tres sofás de formas contundentes ratificadas por la elección del amarillo: el monolítico Tortello, de Barber Osgerby para B&B Italia; el Mr Loveland, de Patricia Urquiola para Moroso; y el Bumper, de Calvi Brambilla para Zanotta. También la alfombra Telegram, de Formafantasma para CC-tapis, que tiene la particularidad de mostrar palabras elegidas por los propios artesanos como parte del diseño. O mesas como la Sorvete, de la artista Joana Vasconcelos para la colección Bombom diseñada para la firma Roche Bobois. Sillas muy diversas también se decantan por el amarillo, como la Zampa, de madera tintada, de Jasper Morrison para Mattiazzi, o la tapizada Romby de Gam Fratesi para Porro.
Pero no olvidemos que la percepción del color es relativa. Unas de las diseñadoras que más lo han estudiado es Hella Jongerius, que creó unos objetos de gran tamaño y superficie facetada que demuestran cómo la experiencia del color y la forma se ve afectada por el cambio de la luz a lo largo del día: el color responde a la forma, a la textura y a las condiciones de luz cambiantes. Ella, que está especialmente interesada en la investigación de las técnicas de tejido, cree que al igual que el color, los textiles son materiales en capas. En la exposición que celebró en el museo Boijmans van Beuningen de Róterdam, Hella Jongerius: Breathing Color, exploró la idea del químico Michel Eugène Chevreul que en el siglo XIX descubrió que los colores de los hilos están influidos por su entorno y que los hilos de colores en los tejidos se mezclan ópticamente en el cerebro. Chevreul llamó a este efecto “contraste simultáneo”, una teoría que ha influido en muchos pintores, incluidos los impresionistas, que colocaron toques de color puro uno al lado del otro para que se mezclasen ópticamente en el cerebro del espectador.
Las tonalidades de amarillo son innumerables (desde los tonos pastel como el amarillo canario a los más vibrantes como el limón o al ocre, el mostaza y el dorado) y, dependiendo de la elegida, combinará mejor con un color u otro. Pero en general es amigo de los grises, verdes, azules y de los tonos violáceos, que son su color complementario. El célebre decorador británico David Hicks, que puso su sello a las casas más interesantes del Londres de los años setenta y es conocido en particular por su atrevido uso del color y los estampados, sabía mucho de distinguir entre tonalidades. Una nieta suya recordaba ir con él en coche por el campo, rodeados de narcisos y que le dijera: “Los narcisos son horribles. Son el amarillo equivocado. ¡Asesinen a los narcisos!”.
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