Luciano Labajos, jardinero: “Nuestra profesión crea donde otras destruyen”
El ecologista, dedicado a la divulgación ambiental desde hace más de 30 años, reflexiona sobre el futuro de la jardinería ecológica y el papel de las plantas en la ciudad ideal
El jardinero dibuja con paciencia en el lienzo del jardín. Una pincelada por aquí, otra por allá. Luciano Labajos Sánchez lleva toda la vida pintando con plantas, aprendiendo de ellas y, como buen jardinero que es, transmitiendo lo mucho que sabe con pasión y humildad. Labajos también es productor de plantas y divulgador, pero asimismo memoria viva de la jardinería, en especial de la madrileña, ciudad en la que ha desempeñado su oficio. Y sobre jardinería ha hablado en la radio y escrito infinidad de artículos, revistas y libros. Sin olvidar, por supuesto, su activismo ambiental.
Pregunta. ¿Cómo se presentaría a alguien que no le conociera?
Respuesta. Durante tres décadas he trabajado como jardinero en el Ayuntamiento de Madrid, en sitios como la Rosaleda del Parque del Oeste o viveros como los de la Casa de Campo, de la Bombilla o el de Estufas del Retiro. También en el Centro de Educación Ambiental Huerto del Retiro. Podríamos decir que desde los 30 años he simultaneado la jardinería con la educación y divulgación ambiental.
P. Su carrera es muy amplia y variada.
R. El balance es cuanto menos positivo. Estoy contento con los proyectos en los que colaboro. Creo que la jardinería, la educación y la divulgación ambiental, cuando te gustan, son profesiones muy placenteras. Cada una de las cosas que haces te abre horizontes nuevos que ni sospechabas.
P. ¿Cómo fueron sus pasos para querer transmitir su pasión por la jardinería?
R. A mediados de los años ochenta tuve el privilegio de conocer y aprender del ecólogo Fernando González Bernáldez. Él decía que lo que no se publica no existe. Años más tarde, consciente de mis limitaciones, me ofrecieron una sección de jardinería en la revista Quercus. De la recopilación de aquellos artículos —varios de otras autoras y alguno inédito— salió el Manual de Jardinería Ecológica, editado por Ecologistas en Acción. De ese viaje, y gracias también a muchas charlas con jardineros veteranos y la práctica del oficio, nació otro libro, Jardinería tradicional en Madrid, en colaboración con el brillante arquitecto Luis Ramón-Laca. También colaboré durante 10 años, y aún colaboro cuando me requieren, en Reserva Natural, un programa de RNE.
P. ¿Con cuál de sus facetas profesionales siente que el tiempo se detiene?
R. Cuando sintonizas con el medio ante cualquier tarea: esquejar, semillar, trasplantar, podar rosales, regar... Cuando estás concentrado, meditativo en algunos momentos, se te pasan los días sin sentir. Al final, a pesar del cansancio, sientes una satisfacción profunda, una interdependencia plena con lo que te rodea.
P. ¿Qué siente cuando entra en un jardín?
R. Por este orden: incredulidad, alegría, sorpresa, bienestar. Lo mismo que cuando era niño y visitaba con mis padres un pequeño jardín neosevillano de unos familiares, en Carabanchel Bajo, con sombras, flores, muchos arbustos, azulejos y bancos de cerámica.
P. Dentro de esas flores y arbustos, ¿tiene algunas plantas fetiche en su devenir jardinero?
R. Me chiflan lo que podemos llamar laureles autóctonos: madroños (Arbutus unedo), durillos (Viburnum tinus), laureles salseros (Laurus nobilis), loros (Prunus lusitanica), acebos (Ilex aquifolium), rododendros (Rhododendron spp.), adelfas (Nerium oleander)...
P. Siempre ha potenciado el conocimiento de la jardinería ecológica, es un pionero divulgando su beneficio.
R. Intento entender qué relación hay entre nuestra jardinería tradicional y lo que llamamos jardinería ecológica o sostenible. Al final, no veo muchas diferencias, salvo la toma de conciencia de que nuestro momento es distinto al de nuestros abuelos jardineros. Ellos hacían lo que hacían por necesidad y nosotros deberíamos hacerlo por conciencia, después de llegar a la conclusión de que esa jardinería de nuestros ancestros está muy vigente y nos puede aportar soluciones a los problemas presentes. A principios del siglo XX, el paisajista Rubió y Tudurí animaba a utilizar profusamente las especies arbustivas nativas, pues son la base del jardín. Es el jardín latino que se prolonga hacia los paisajes naturales o naturalizados: praderas, bosques adehesados, bosquetes arbustivos, montañas a lo lejos...
P. ¿Qué ocurrió para que ese modelo jardinero no se implantara tan ampliamente en España?
R. A todo eso se opuso un modelo de jardinería, llamémosle industrial, que nace a mediados de los años sesenta del siglo XX, en pleno delirio tecnócrata, y que se basa en el desconocimiento y desprecio hacia el jardín tradicional. Aparecen los cultivos de hierba, los setos de arizónica (Cupressus arizonica), la utilización irracional del agua y los pesticidas. Una jardinería que intenta satisfacer la demanda de los ciudadanos que viven en urbes masificadas y desconectados de la naturaleza real y que rompe con los modelos anteriores. ¿Qué preferimos? ¿Un patio hispano-romano con matices del mundo oriental, con cítricos, rosales antiguos, aromáticas y macetas, como los que aún podemos contemplar en Córdoba o Toledo? ¿O preferimos cincuenta metros cuadrados de césped?
P. ¿Por qué muchas veces las políticas no van de la mano de la jardinería?
R. Nuestra profesión crea donde otras destruyen. Unas personas buscan notoriedad a cualquier precio, nosotros plantamos árboles, hacemos huertos, cuidamos jardines.
P. Imagine una ciudad ideal, en la cual la jardinería ocupara el lugar que se merece.
R. No es suficiente denunciar que hace falta una jardinería ecológica. Debemos dar un paso más y colocar enfoques ambientales en todos los aspectos de la jardinería y poner en el centro la biodiversidad que, paradójicamente, cobra importancia creciente en las ciudades y sus alrededores. Jardines históricos y tradicionales ocupando el lugar que les corresponde; parques de barrio y de nueva creación centrados en la biodiversidad; huertos-jardines urbanos y escolares por doquier; más áreas naturalizadas, como se hizo con la renaturalización del río Manzanares, en Madrid; arboledas planificadas, plantadas correctamente y mantenidas adecuadamente; profesionales formados que conozcan y amen su oficio...
P. ¿Qué recomendaría a una persona que mantiene su propio jardín o que quiere crearlo?
R. Que visite muchos jardines en diferentes lugares. Eso incluye un conocimiento profundo de las plantas y sus cuidados. Tengo la sensación de que nuestros jardines son como los hijos, deberíamos tenerlos pensando en que en algún momento puedan independizarse de nuestros cuidados, aunque siempre estemos pendientes.
P. ¿Qué proporciona la jardinería a todas aquellas personas que se acercan a ella?
R. Todo lo que aportes —años de esfuerzo, sudor, entusiasmo, interés, atención— se te devuelve multiplicado, sin ninguna duda.
P. ¿Cómo debería ser un jardinero en su diálogo con el jardín?
R. Un eterno aprendiz, generoso, humilde, curioso, respetuoso, al que no le sobran actitudes meditativas.
P. Sin los jardines, la ciudad sería…
R. Un moridero, sin muerte digna.
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