¿Es el fin de décadas de desperdicio? Muebles de circuito cerrado o qué significa el movimiento Cradle to Cradle
Cada vez cobra más sentido la idea de que el mobiliario también tiene su trazabilidad, como la lubina o los mejillones. El concepto C2C implica diseñar y fabricar productos que se puedan descomponer y rehacer en otros nuevos, en lugar de tirarlos y contribuir a contaminar más
Si eres de los que da la vuelta a un plato o hace malabarismos para comprobar en el envés de una silla quién es su autor y qué marca la produce, ahora puedes sumar más detalles: qué tipo de madera, pintura, esmalte o tratamiento ha sido empleado en su fabricación; qué desperdicios se han generado en el proceso y cómo se han gestionado y, sobre todo, qué medidas se han tomado a la hora de idear y fabricar la pieza en cuestión para que retorne al medioambiente con el menor ―o nulo― impacto posible. Cada vez cobra más sentido la idea de que el mobiliario también tiene su trazabilidad, como la lubina o los mejillones, pero, ¿cómo es esto posible?
Se debe, en parte, al movimiento Cradle to Cradle (C2C), un concepto presentado por el químico William McDonough y el arquitecto Michael Braungart en su libro de 2002 Cradle to Cradle: Remaking the Way We Make Things (North Point Press). La idea detrás de este movimiento es crear un mundo donde todo esté diseñado para ser reciclado o reutilizado en un sistema de circuito cerrado, eliminando así el concepto de desperdicio. En un sistema de la cuna a la cuna —que es lo que literalmente significa traducido al castellano— todos los productos han de estar fabricados con materiales que pueden reciclarse o biodegradarse de forma segura y sencilla.
Frente al concepto antagónico de la cuna a la tumba, por el que los productos se fabrican, se usan y luego se desechan ―el usar y tirar de toda la vida―, la idea del C2C es diseñar productos que se puedan descomponer y rehacer en otros nuevos, en lugar de tirarlos y contribuir a contaminar más y crear más deshechos. Por tanto, se trata de utilizar recursos renovables y maximizar el uso de materiales mediante el reciclaje y la reutilización.
“En los años noventa, McDonough y Braungart compartían inquietudes sobre el concepto de la circularidad en la economía y decidieron crear una compañía para sensibilizar al mundo frente a lo que percibían que podría ser un gran problema: un sistema económico basado en el consumo, base del sistema capitalista, que ha sido parte del progreso de los últimos 50 años y del sistema de éxito americano y que, para ellos, tenía una serie de deficiencias que iban a influir negativamente en la salud de las personas y en el planeta”. Con estas palabras explica el origen del C2C Jesús Llinares, consejero delegado de Andreu World, la única empresa española que ha certificado todo su catálogo de productos de mobiliario de diseño.
“Es una cuestión que suma y añade valor al trabajo que hacemos. Cuando ofreces un producto que está verificado y certificado como C2C, estás ofreciendo una garantía de salud”, continúa. De hecho, uno de los objetivos de este sello de garantía es reducir el uso de productos químicos nocivos y promover el de materiales respetuosos con el medioambiente para crear una economía sostenible que beneficie tanto a las personas como al planeta. Sin embargo, aunque el movimiento ha ganado popularidad en los últimos años y muchas compañías y organizaciones han adoptado sus principios, no existe en España ni en Europa algo tan revolucionario como que una empresa se empeñe en certificar toda su producción.
Esta empresa valenciana es una excepción. Pone el foco en toda la cadena de suministro, referencia por referencia y producto a producto, desde las materias primas hasta el resultado final. Así, analiza si los componentes empleados son nocivos para la salud. “Somos la primera empresa del sector que ha conseguido la certificación C2C del 100% de su catálogo porque queríamos hacer algo radical, no solo estético ni superficial, y ha supuesto un coste grande”, indica Llinares. No todas las empresas pueden afrontar cambios de maquinaria, anulación de colecciones, sustituir o prescindir de materiales. “Hemos tomado decisiones que llevan a la firma a tener una huella de carbono neutra y en eso somos también pioneros en el sector. Por ejemplo, hemos instalado placas fotovoltaicas en todas nuestras plantas, pero lo más importante es que el certificado C2C nos ha permitido ganar premios y ganar negocio”, añade.
Sus sillas, mesas y sofás están avalados por la certificación Greenhealth que “recomienda su uso en hospitales, centros de salud o residencias para la tercera edad, al estar libres de químicos potencialmente peligrosos que pueden llegar a ser cancerígenos”, comentan desde la marca. Además, es una empresa PVC free ―libre de policloruro de vinilo, un plástico sólido que, en su formato original, se presenta como un polvo blanco―. Otra de las implementaciones que suma es “la puesta en práctica de acciones proactivas”, como la que lleva a cabo con la firma Workbrands. Creada hace cinco años por jóvenes emprendedores en los Países Bajos, presta servicio en caso de que alguien quiera reutilizar, reusar o reparar algún producto para alargar su vida útil. “Ahora damos la cobertura europea, pero próximamente la vamos a implantar también en Estados Unidos”, afirma Andreu World. En Workbrands ayudan a las empresas a reducir el impacto medioambiental de los espacios de trabajo con datos demostrables. “Hacemos esto adoptando un diseño circular con valentía, reutilizando materias primas y transformando muebles de oficina existentes”, comentan.
Recuperar algo que pensamos que ya carece de valor es lo que también lleva a cabo la empresa familiar de mobiliario Akaba, cuyo lema es “mobiliario con personalidad para trabajar bien y vivir mejor”. Fundada en 1986 y Premio Nacional de Diseño en 2000, con fábrica propia en la localidad guipuzcoana de Usurbil, cuenta con un servicio de reparación, donde si el cliente necesita arreglar alguna pieza de Akaba o cambiar el color o la tapicería de un asiento puede solicitarlo. “Así alargamos la vida útil del producto”, explica Irati Diez Olazabal, su responsable de ventas y marketing. “Esta idea de la preocupación por el medioambiente y los sellos y certificados ha estado en nuestra filosofía desde hace años. Cuando se fabricó la silla Gorka (1993-95) ya se pensó en que empleara la mínima expresión de materiales —madera, acero y aluminio, además del tapizado—. Debía ser resistente y duradera y entonces no se hablaba ni de ecodiseño, ni de C2C, ni de sellos como LEED [un certificado internacional que premia la innovación en diseño energético y ambiental]. Hoy en día, la gente sigue pidiéndonos que la modifiquemos o la restauremos. Un ejemplo es Mugaritz, que para un cambio de imagen del restaurante nos pidió retapizar las sillas Gorka y repintarlas”, añade.
El movimiento C2C está íntimamente relacionado con la salud y, en este sentido, se acaba de publicar el libro titulado El diseño es bueno para la salud, presentado por la Fundació Disseny de la Comunitat Valenciana, el MuVIM y Andreu World, con motivo de la reciente exposición Diseño y Salud, incluida dentro del programa de Valencia Capital Mundial del Diseño 2022. Editado por La Fábrica, recoge la investigación al respecto realizada por Ramón Úbeda, todo un experto en la materia, y demuestra en sus más de 400 páginas el importante rol del diseño en la sanidad, enfatizando en su capacidad como herramienta para el progreso y el bienestar.
Ante la situación de emergencia debida al cambio climático, el diseño circular se hace cada vez más necesario e implica múltiples factores a tener en cuenta. Entre ellos está la importancia del ecodiseño, el uso de la madera de bosques controlados y reforestados con certificación FSC 100% (una etiqueta que asegura la reforestación sostenible), el uso de plásticos reciclados y reciclables o el empleo de energías limpias.
En Andreu World se proponen para 2025 anticipar la economía circular: “Tenemos la obligación de pensar en las generaciones venideras para no dejarles en herencia un problema irreversible, y cada minuto cuenta”, enfatiza Llinares. Para el usuario es bueno saber que, además de los pequeños gestos que puede hacer para reutilizar, repensar, reducir o reciclar —un grano de arena en todo un gran océano—, algunas empresas demuestran con hechos ser las primeras implicadas en el cuidado de la salud de los ciudadanos y del planeta.
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