_
_
_
_

El distanciamiento entre amigos con hijos y amigos sin hijos: ¿a quién hay que culpar?

Las prioridades cambian con la llegada de un bebé, también los ritmos. Sin embargo, el enfriamiento de las amistades a menudo no tiene tanto que ver con la criatura, sino con un sistema que no favorece la conciliación y con la escasa oferta de ocio alejada del consumismo

Hijos
Un grupo de amigos y una niña en una cafetería.steve brookland (Westend61 / Getty Images)

“Si quieres saber quiénes son de verdad tus amigos... ten un bebé”, reza un viejo meme que de tanto en tanto se viraliza en redes sociales. La última plataforma en expandirlo ha sido TikTok, donde un buen puñado de madres primerizas (nunca padres, todo sea dicho) han compartido vídeos en los que aparecen acunando a sus recién nacidos, para después mirar a cámara con gesto de enfado o hastío y reflejar así la solitaria realidad a la que se enfrentan. Por supuesto, el viral ha tenido respuesta: “No soy madre, así que no sé cómo se ve esto desde el otro lado, pero soy amiga”, explica una usuaria llamada Barbarah William, hablando directamente a cámara; “Y, debo decir que... la realidad es que cambiáis después de tener un bebé y nos hacéis sentir que estamos fuera de lugar o que ya no tenemos nada interesante que contar, con todos esos ‘lo siento, estoy ocupada con mi familia’, ya sabéis, así que no es algo unidireccional”.

La publicación de William, con más de 725.000 visualizaciones y 130.000 Me Gusta, ha generado una ola de comentarios donde muchas usuarias han compartido su punto de vista: “Si algún día decides tener hijos, lo entenderás, no se puede explicar”, responde una. “Guau, muchas de vosotras hacéis que nuestra vida parezca insignificante por no tener un bebé. Una amiga me preguntó una vez que cómo podía hablar de estrés si no tengo hijos”, responde otra. “Las prioridades cambian cuando tienes familia”, intenta zanjar, sin éxito, una tercera. “Sin mencionar la cantidad de comentarios maliciosos que hacen algunas madres porque tú tienes citas, te acuestas con gente, te vas de viaje o gastas tu dinero en lo que te da la gana”, dice otra. Sirva la última polémica de TikTok para abrir un melón del que pocas veces se habla por miedo a generar conflictos innecesarios: el distanciamiento que se produce entre amigos con hijos y amigos sin hijos, una separación forzada por la llegada de una nueva personita con toda una serie de necesidades que, efectivamente, no es unidireccional, pero tampoco insalvable.

“Recuerdo estar en una cena en la que nos juntamos cuatro matrimonios; todos tenían hijos excepto mi marido y yo. Las mujeres nos sentamos a un lado de la mesa y los hombres, al otro. Durante toda la cena escuché hablar de las notas de los niños, de las actividades extraescolares que realizaban, de sus fiestas de cumpleaños… Al principio intentaba participar en la conversación, pero llegó un momento en el que me di cuenta de que no tenía nada que aportar y, además, me estaba aburriendo muchísimo. Me sentí muy frustrada. Pegué la oreja a la conversación que estaban teniendo los chicos y me di cuenta de que ellos no hablaban de niños”, explica a EL PAÍS la periodista y escritora María Fernández-Miranda, autora del ensayo No madres. Mujeres sin hijos contra los tópicos (Plaza&Janés, 2017). Fernández-Miranda considera que hay una etapa en la vida en la que la diferencia entre los amigos con hijos y los amigos sin hijos se hace muy patente: “Los planes y los horarios son totalmente diferentes, también las prioridades e incluso las conversaciones”, explica ejemplificando con la situación anterior. Aunque reconoce: “A medida que los hijos crecen, a mi parecer, esa brecha se va diluyendo”.

“Aunque suene a tópico, las necesidades y las prioridades de una persona que acaba de tener un hijo cambian radicalmente”, explica Silvia Nanclares, escritora, editora y activista cultural, autora del libro Quién quiere ser madre (Alfaguara, 2017), “y es que la centralidad que ocupa una criatura, sobre todo cuando es muy pequeña, es absoluta”. Cambian las rutinas y los horarios y, por tanto, la disponibilidad. Cambian las formas de entender el ocio y el tiempo libre, cambia incluso la economía familiar y la manera en la que se maneja el dinero. “Se produce una recolocación de todas esas cuestiones”, confirma. Es en los primeros años de vida del bebé cuando las amistades tienden a enfriarse, pero la mayoría de las veces esto no se debe a diferencias de opinión, sino más bien a estilos de vida incompatibles.

Ejemplo: una mujer sin hijos sale del trabajo a las seis de la tarde y a las siete, podría quedar a tomar una cerveza, pero una mujer con un bebé a esa hora está bañando a su hijo y a punto de acostarle: “Esta brecha se genera porque cambian las necesidades y los ritmos de una persona”, explica a EL PAÍS por teléfono la psicóloga perinatal Cristina Cruz y añade: “Por eso recomendamos a las mamás primerizas que busquen grupos de crianza donde haya otras madres con bebés de la misma edad, para que se sientan acompañadas y tengan a su alrededor a personas con el mismo ritmo”. La especialista apunta que no se trata de que las otras personas hayan dejado de lado la amistad, sino a que el entorno hace difícil la conciliación del trabajo con la vida en general, se tengan o no hijos.

No es tu amiga, es el sistema

“La amistad contemporánea está más centrada en la diversión y en el hedonismo que en los cuidados”, afirma Nanclares. Los centros de las ciudades, además, con una escasa oferta de espacios públicos para el ocio y el esparcimiento, también están muy ligados al consumo e, irremediablemente, a los bares. “Durante un periodo de nuestras vidas, entre los 30 y los 50 años, aproximadamente, y si tienes suerte, vivirás un momento en el que tienes tiempo, tienes salud, si trabajas también tienes dinero y una serie de comodidades, pero esta situación es una anomalía”. Nanclares parafrasea a la arqueóloga española Almudena Hernando en su ensayo titulado La fantasía de la individualidad (Katz, 2012), que sostiene que las sociedades actuales se basan en dos convicciones generalizadas y no por ello verdaderas: que el individuo es autónomo de la comunidad y que la razón es superior a la emoción. “En el momento en el que surgen las dependencias, a veces escogidas, como puede ser la decisión de tener un bebé, y a veces forzosas, como puede ser el tener a un familiar a cargo, se produce una distancia entre las personas que están a un lado de la vida, el de la independencia, y quienes están en otro, el de la dependencia”, explica la escritora.

“Se genera una brecha clara y preocupante, pero a nivel social. Porque la realidad es que existe una niñafobia no reconocida que hace que en la actualidad las familias no seamos bienvenidas en muchos espacios”, explica a este diario Laura Baena, creativa publicitaria y fundadora del Club de Malasmadres, una comunidad de mujeres que lucha por romper con el mito de la madre perfecta y alcanzar una conciliación real. Baena pone una serie de ejemplos: “Nos juzgan y nos miran con recelo en tiendas, en restaurantes y en transportes públicos. Si un niño o una niña llora, tiene una rabieta o un mal momento, se juzga a la madre. Proliferan los espacios only adults, como los hoteles o restaurantes, que prohíben la entrada a la infancia”. Y se lamenta de que vivamos en una sociedad adultocentrista que “parece olvidar que todos y todas fuimos niños y niñas, que nuestra infancia es el futuro y debe ser respetada”.

“Tuve una jefa que me mandaba a mí a todas las cenas de trabajo porque ella tenía hijos y yo no”, explica Fernández-Miranda, que también considera que a menudo es el sistema, y no las personas que viven dentro del mismo, el que fomenta esta brecha. “Ahora lo políticamente correcto es decirles a las mujeres que no deben renunciar a nada. Me parece fenomenal que no renuncies a nada, pero que no sea a costa de mi tiempo. Me molesta mucho que al hablar de la conciliación la mayoría de la gente se refiera a poder recoger a los niños en el cole y cosas así”. La periodista y escritora advierte que todos deberíamos tener derecho a conciliar nuestra vida profesional y nuestra vida personal, al margen de haber formado un modelo de familia más tradicional o no: “Mi clase de yoga no es menos importante que la función de fin de curso de tu hijo”, sentencia.

Un grupo de amigos con sus hijos.
Un grupo de amigos con sus hijos.carlo prearo (Getty Images/EyeEm)

“Sería deseable poder tener las condiciones, los espacios y los hábitos donde coincidir, donde no nos sintiéramos intrusos ni fuera de lugar, unos en la vida de otros y otros en la vida de unos”, explica por su parte Nanclares, quien culpa de este distanciamiento entre personas con y sin hijos a “este capitalismo tan compartimentado y dividido, que potencia un aislamiento o una cerrazón a distintas realidades y posiciones sociales”. Nanclares ejemplifica cómo esto cambia en el momento en el que salimos de las grandes ciudades y ponemos el foco en localidades pequeñas o en pueblos, donde esta compartimentación no es plausible y la gente de todas las edades y de todas las realidades está más conectada, por ejemplo, en los parques y las plazas, generando una mayor riqueza social: “Esto te hace estar más en contacto con el entorno y ser más consciente de la fragilidad de la vida, así como de las dependencias, porque todas podemos tener una madre a cargo, un bebé recién nacido o podemos rompernos una pierna mañana y los cuidados no deberían pasar siempre por una externalización”.

¿Hay solución?

Cuando empieza a generarse esta brecha, la psicóloga perinatal Cristina Cruz recomienda “equilibrio y flexibilidad”. Ese es el secreto de la vida, según apunta, para todo: “Hablar con nuestros amigos de nuestras propias necesidades. Quizás si acabas de dar a luz necesitas que sean tus amigos quienes tengan mayor flexibilidad para acercarse a tu zona y adaptarse a tus horarios, pero, más adelante, quizás debas ser tú más flexible y que tus amigos no tengan que acomodarse siempre a ti”. Según la psicóloga, es importante que las madres tengan espacios y grupos donde la maternidad sea el tema principal de sus vidas: “Muchas madres tienen una percepción equivocada de la realidad, en la que se ven a sí mismas como si tuvieran dos vidas: la de antes, que ya no está, y la de ahora”. Cruz advierte que esta ruptura no tiene por qué ser tan radical y que es positivo contar con espacios y personas que las mantengan ligadas a su rol anterior, al de mujer, antes que madre.

Frente a todos estos factores, Laura Baena considera que hay que pararse y reflexionar. Poner en práctica la empatía y no caer en las trampas del sistema que consigue dividirnos en función de los intereses del mercado: “El sistema nos marca cómo tenemos que vivir si queremos ciertas cosas y, además, nos enfrenta para hacernos sentir que nuestro modo de vida es el mejor y que lo hemos elegido libremente”. Y no. “Si asumiéramos esta realidad, seguramente seríamos más comprensivos con el resto y no veríamos con recelo a las demás personas, juzgándolas en función de si tienen o no tienen hijos”.

Nanclares, por su parte, considera que mejorar la relación entre personas con hijos y personas sin hijos pasa necesariamente por un cambio estructural: “Espacios públicos apetecibles, frescos y con diversiones para muchas edades, donde no todo pase por consumir, para crear ciudades más amables donde todos nos podamos encontrar”. Ciudades y urbanismo feminista, pendiente de las necesidades vitales. También considera necesaria una “humanización de los horarios laborales”, que no todo pase por la conciliación con los cuidados, sino con la vida.

“Creo que debería haber más empatía por ambas partes”, opina Fernández-Miranda, “tengo un grupo de WhatsApp del que me siento muy orgullosa porque las integrantes somos cinco amigas con circunstancias diferentes: hay una casada con hijos, una separada con hijos, una soltera sin hijos y dos casadas sin hijos. Si Susana, por ejemplo, comparte una foto del partido de baloncesto de su hija, todas las demás aplaudimos, igual que me aplauden a mí cuando les cuento que voy a sacar un nuevo libro. Supongo que esa es la verdadera amistad”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_