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La eterna persecución de la felicidad: ese estado que se busca fuera, pero se encuentra dentro

El 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad, ese tesoro inalcanzable que, casi siempre, buscamos en el lugar inadecuado. Varios expertos dan sus consejos para aprender a llevar una vida más plena y, por tanto, más feliz

Felicidad
Una mujer siendo feliz en plena naturaleza.Erik Reis - IKOstudio (Getty Images/iStockphoto)

Es difícil definir la felicidad pero puede que Borges diera en el clavo cuando dijo: “He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola”. Sin embargo, dedicamos poco tiempo a tratar de ser felices. La mayoría cree que ese estado placentero es una leyenda urbana en la que no hay que invertir ni media hora, y se dedican a ir de compras, frecuentar restaurantes y subir fotos a Instagram. En el extremo opuesto, los soñadores que todavía creen en ella la relacionan con cualidades, estados o posesiones que vendrán en un futuro cada vez más lejano.

Afortunadamente, los antiguos se tomaron más en serio esto de la felicidad y dejaron variadas teorías filosóficas que explicaban su conexión con el ser humano. Una de las más interesantes es la que nos proporciona el vedānta, una escuela de conocimiento dentro del hinduismo, cuyas enseñanzas están recogidas en varios libros, entre ellos los Upanishads (escrituras compuestas, aproximadamente, desde el siglo VI a.c.) y de las que nos habla Munindra, profesor de yoga, creador del canal Crazy Yogi en Youtube y experto en cultura india. “El vedānta se imaginaba al ser humano como una muñeca rusa, una matrioska, con varias capas. En concreto, cinco envolturas. Si vamos de las más externa a la más interna, la primera es el ‘cuerpo de alimento’ o cuerpo físico. Le sigue el ‘cuerpo de aliento’ o el cuerpo energético. La tercera es el ‘cuerpo mental inferior’, que se nutre de las sensaciones y percepciones que nos llegan a través de los sentidos y la memoria. En la siguiente, el ‘cuerpo mental superior’ reside la inteligencia, la intuición y el discernimiento. Es lo que observas del mundo, pero sacando tus propias conclusiones. Aquí vive el ‘yo’ bien entendido, que nos hace diferenciarnos de los demás como individuos. Finalmente estaría lo que el vedānta llama el ‘cuerpo de felicidad’, el que está en contacto con la esencia del ser, que es pura dicha; ya que sus cualidades son la verdad, la conciencia y la felicidad. Este modelo filosófico nos habla de que la felicidad está dentro de nosotros y de que son las diferentes capas (los sentidos, las ideas), las que nos alejan de ella”, señala Munindra.

Es probable que a estas alturas muchos lectores empiecen a desarrollar ya un cierto sarpullido ante teorías tan esotéricas, poco consistentes y nada científicas; pero no desesperen, porque los conferenciantes más reputados y el propio Instituto de la Felicidad, en Copenhague, no están tan lejos de esta visión milenaria de nuestra capacidad o incapacidad para ser felices. Los que han volado en avión sabrán que a determinadas alturas siempre hace sol. Son las nubes las que enturbian nuestros cielos y nos impiden ver la luz solar, aunque esté siempre ahí.

Mario Alonso Puig, cirujano, conferenciante y escritor decidió, en un momento de su vida, dejar de curar cuerpos para sanar mentes y el bienestar, el sosiego, el amor o la alegría son ahora sus objetos de estudio. “Nuestro concepto de felicidad es erróneo porque asociamos este término con tener (salud, una economía saneada, una casa), cuando la felicidad está asociada al ser. Es un estado del ser que tiene que ver con estar a gusto en la propia piel, es algo que viene de dentro. Hay cosas que nos ponen contentos y que provocan el goce de los sentidos, pero luego está el goce del corazón, que es algo más profundo”.

"El patrón que más se repite en la gente feliz es el cariño de los demás. Por el contrario, los que se sienten solos muere antes, paran de cuidarse, se dejan ir", opina un experto.
"El patrón que más se repite en la gente feliz es el cariño de los demás. Por el contrario, los que se sienten solos muere antes, paran de cuidarse, se dejan ir", opina un experto.mixetto (Getty Images)

Esta idea de que la felicidad es algo más interno y de que una vida feliz no equivale, necesariamente, a muchos momentos de alegría, es algo que suscribe Alejandro Cencerrado, físico, natural de Albacete y analista de datos jefe en el Instituto de la Felicidad en Copenhague, aunque ahora trabaja para este organismo desde España. “Desde que soy padre (tengo un hijo de dos años) mi vida ha empeorado. La paternidad te aleja de los amigos, te hace dormir poco, tener menos tiempo libre, te distrae de tus proyectos profesionales. Sin embargo, hay una satisfacción personal, un poso de sentirse bien con lo que haces que tiene mucho que ver con ese concepto de felicidad”, señala este físico.

Aunque parezca increíble, la felicidad puede medirse. Bután, ese pequeño país en la cordillera del Himalaya con menos de 800.000 habitantes, lo hace con su Índice de Felicidad Nacional Bruta. “Hay muchas variables para saber si un país es más feliz que otro”, afirma Cencerrado, “algunas de ellas son la redistribución de la riqueza, la tasa de paro (el desempleo genera sufrimiento), la confianza, la justicia, las perspectivas de futuro, el tiempo libre. Sin embargo, el patrón que más se repite en la gente feliz es el cariño de los demás. Por el contrario, los que se sienten solos muere antes, paran de cuidarse, se dejan ir”.

“Una generación triste con fotos alegres”

La oxitocina, conocida también como la hormona de la felicidad, se aburre sola y necesita compañía. “Es una sustancia muy estrechamente relacionada con el vínculo afectivo, con el encuentro, y se segrega cuando te sientes conectado; ya sea con otro, con la vida o con la naturaleza”, sentencia Mario Alonso. Sentirse parte de algo, de la comunidad, de una familia, de un grupo, nos hace más felices; por eso, según comenta este experto, “estudios de la Universidad de Pensilvania, que gusta mucho de tratar estos temas, reconocen que hemos ganado en bienestar pero no tanto en felicidad. Me temo que no somos más felices que nuestros padres o abuelos, a pesar de que tenemos muchas más cosas”.

“Somos una generación triste con fotos alegres”, es una frase que aparece de tanto en tanto en redes sociales, y tenemos una menor resistencia al sufrimiento y a los sinsabores de la vida. De hecho, y como reconoce Cencerrado en su libro En defensa de la infelicidad (Destino), “la infelicidad existe para no conformarnos, para animarnos a ser felices, a cambiar. Es un mecanismo evolutivo para progresar”.

Pero además, la ausencia de felicidad bien dirigida es una fuente inagotable de creatividad. Ya lo dijo el escritor noruego Karl Ove Knausgård en una entrevista del 2014 a la revista Esquire: “Uno solo escribe si se le ha roto algo, si carece de armonía. Si eres feliz no necesitas escribir”. “Es curioso”, comenta Cencerrado, que acostumbra a puntuar sus días en base al nivel de felicidad, de 0 a 10, “cómo mis escritos son mucho mejores los días en que mi puntuación de felicidad es más baja. Tenemos más vocabulario para describir lo malo que lo bueno; en parte, porque cuando nos sentimos mal somos más introspectivos, necesitamos contarlo, ser precisos. Mientras que en los momentos alegres nos limitamos a disfrutar, sin más”.

“Yo no educaría a los hijos en la felicidad, los educaría en la quietud y en los valores, en el saber apreciar el aquí y el ahora”, opina una experta.
“Yo no educaría a los hijos en la felicidad, los educaría en la quietud y en los valores, en el saber apreciar el aquí y el ahora”, opina una experta.Alistair Berg (Getty Images)

En El hombre en busca de sentido, el psiquiatra Viktor Frankl reveló lo aprendido tras estudiar a los supervivientes de los campos de exterminio nazis. Uno de ellos contaba que sobrevivió porque él no estaba allí. Cada mañana (mentalmente) se arreglaba, salía, se sentaba en una terraza parisina y pedía un pastis. Puede que la felicidad salga de dentro, pero necesita también de un cierto ecosistema para crecer; por eso el lema del Foro Económico Mundial, “No tendrás nada y serás feliz”, no tuvo mucho gancho y se eliminó rápidamente.

“Existen tres dimensiones humanas”, apunta Alonso Puig, “la material, la mental y la espiritual, muy entrelazadas. El espíritu se colma en la conexión con los demás, con uno mismo y con la vida; pero la dimensión material es también esencial. Es lógico que la persona no pueda experimentar esa sensación de felicidad si carece de lo básico para vivir”. De hecho, como señala Cencerrado, “en el ranking de las naciones más felices, las primeras son las escandinavas y los últimos puestos están acaparados por los países más pobres, la mayoría africanos. España ocupa la posición 28 de 150 países. No está mal, pero hemos bajado puestos desde la crisis del 2008 y no nos hemos recuperado”.

¿Influyen las políticas de los países en la felicidad de sus ciudadanos? Sin duda alguna, ya que la organización social puede facilitarles o complicarles sus vidas hasta límites insospechados. Es entonces cuando la búsqueda de la felicidad es el acto más revolucionario que imaginarse pueda. “Cuando vivía en Dinamarca, la mitad de lo que ganaba lo pagaba en impuestos”, comenta Cencerrado, “pero veía que mi dinero estaba bien empleado. Desde que estoy en España tengo la impresión de ser engañado. Esa sensación de injusticia, de falta de confianza en las instituciones es algo que también tenemos en cuenta a la hora de valorar los índices de felicidad de los países”.

Para Mario Alonso, existen cualidades que nos predisponen a ser más felices, como la generosidad. “Sin embargo”, afirma, “se nos ha dicho que es mejor recibir que dar, y es totalmente falso. La gratitud es otra, pero somos más conscientes de lo que nos falta que de lo que tenemos. Y están también la compasión y el perdón. El resentimiento hace más daño al que lo proyecta que al que lo recibe, mientras que el perdón es la mejor de las medicinas, con un impacto extraordinario en la salud física y mental y, luego, está la quietud. No podemos funcionar adecuadamente con la lengua afuera”.

Patricia Ramírez Loeffler es psicóloga, escritora y una estrella en Instagram, donde es conocida como patri_psicologa. En su último libro, Vivir con serenidad. 365 consejos (Grijalbo), aboga más por el bienestar emocional que por la felicidad. “Ponernos la meta de ser felices puede suponer una tiranía, pero sí podemos aspirar a tener una vida serena, porque la serenidad puede entrenarse”, puntualiza. “Yo no educaría a los hijos en la felicidad, los educaría en la quietud y en los valores, en el saber apreciar el aquí y el ahora”.

El filósofo y escritor Juan Arnau, experto en budismo, manda su opinión desde la India, donde se encuentra investigando en las cuevas de Ajanta y Ellora. “La búsqueda de la felicidad, tan desesperada y actual, no hace más que traer desgracias al mundo. La felicidad, como saben los sabios, es algo que ocurre, esporádicamente, mientras uno hace otra cosa. Es un efecto indirecto de otras actividades. Buscarla directamente resulta infructuoso, un error de visión o estrategia”.

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