La familia de las bodegas Pesquera le gana el juicio de marcas a la hija ‘díscola’
El juzgado desestima la demanda en su totalidad y condena en costas a Eva Fernández, la única de las cuatro hijas con las que mantenía relación el fallecido bodeguero Alejandro Fernández. Todavía queda por resolver qué pasará con el reparto de la herencia
La guerra sigue abierta, las heridas continúan sin cicatrizar y el culebrón de la familia de las bodegas Pesquera tiene visos de continuar. Va para largo. De momento, se ha resuelto uno de los conflictos. El bodeguero Alejandro Fernández reclamó en los tribunales junto a su hija Eva —la única de las cuatro con la que tenía relación en los últimos años de su vida— el uso comercial algunas acepciones de la marca Pesquera, en concreto tres de ellas, Pesquera, Janus y Alenza, por presunta infracción de sus llamados derechos marcarios. Esto es, aquellos que tienen que ver con la protección de los signos, imágenes, fotografías o eslóganes y que son los que identifican un producto o servicio en el mercado, y que pueden llegar a crear confusión.
El juzgado de lo mercantil número 13 de Madrid, con fecha 2 de febrero, ha desestimado la demanda en su totalidad y condena en costas a la parte actora, es decir, a Eva Fernández. El texto del fallo declara que “la mercantil Alejandro Fernández Tinto Pesquera S.L. es propietaria de los registros de marcas nacionales e internacionales registradas con anterioridad y posterioridad a la constitución de la Sociedad que hayan sido alguna vez utilizadas por la sociedad”. También da a su vez mandamiento para que se inscriba en cualquier registro de marcas comerciales a su nombre, e insta a cualquier interesado a cesar en el uso de las mismas. El fallo de la sentencia, que consta de 78 folios y se ha dado a conocer este 15 de febrero, puede ser recurrido.
De momento, con esta victoria, la directora general del grupo, Lucía Fernández (otra de las hijas del difunto Alejandro Fernández), asegura que “atrás quedan años de incertidumbre y sufrimiento de una familia que nunca quiso litigar”. “Para nosotros este conflicto solo tenía sentido en la defensa del patrimonio familiar, de la sostenibilidad de un legado y en la protección de los derechos de nuestros colaboradores”.
Por su parte, Eva Fernández, según han explicado a EL PAÍS fuentes jurídicas que llevan su caso, recurrirá la sentencia, a pesar de que fue un pleito que comenzó su padre. Ella entiende que por su condición de heredera debe defender la voluntad de su progenitor, dado que fue él quien “constituyó las marcas a título privado, las inscribió en el registro de Marcas y Patentes, aunque luego lo cedió todo a las sociedades”. Por todo ello, la intención es recurrir, “dado que no es una sentencia en firme y que Eva considera que el derecho sobre las marcas era de su padre”.
Alejandro Fernández, que falleció en mayo de 2021 a los 88 años, llevaba desde 2019 distanciado de su esposa, Esperanza Rivera, y de tres de sus cuatro hijas —Olga, Mari Cruz y Lucía—. El origen del conflicto en esta familia se remonta a 1990, cuando el patriarca y artífice de poner en los años ochenta en el mapa mundial a los vinos de Ribera del Duero repartió las participaciones de la sociedad Alejandro Fernández Tinto Pesquera. Él se quedó con el 49,72% de las acciones, concediendo a su por entonces esposa, Esperanza Rivera, el mismo porcentaje. Con ella contrajo matrimonio en régimen de gananciales y con ella inició el proyecto bodeguero en 1972. A cada una de sus cuatro hijas les cedió un 0,28%.
El malestar en la familia empieza a incubarse en 2017 con el despido como enóloga de Eva Fernández, la hija preferida del padre, que estuvo de acuerdo en un principio con la decisión de apartarla del proceso de elaboración del vino. Un año más tarde, Alejandro Fernández toma partido por su hija pequeña y abre el cajón de los truenos. Es destituido de todos sus cargos en la empresa. Denuncia a la familia de haberle apartado de la gestión, además de haberle prohibido la entrada a la bodega y de arrebatarle todo lo que tenía. La otra parte aseguró que nada de eso era cierto: nadie le había echado de su casa, simplemente se trasladó a vivir a Valladolid en compañía de la hija despedida.
En 2019, la familia decidió darle un giro al negocio y anunció en un almuerzo, celebrado en Madrid con medios de comunicación, el cambio de nombre de la bodega, que dejó de llamarse Pesquera para convertirse en Familia Fernández Rivera. La decisión, según explicó Lucía Fernández, obedecía a un plan de modernización y, en ningún caso, debía entenderse como una ruptura, sino como una adaptación a los nuevos tiempos.
Sin embargo, el siguiente capítulo no pudo ser más doloroso y dramático: Alejandro Fernández falleció en 2021 en el hospital Valdecilla, en Santander. El día anterior había sufrido un desvanecimiento mientras presentaba, acompañado de su inseparable hija Eva, sus vinos —había creado dos empresas con su sello, Tinto Pesquera S.L. y Alejandro Fernández Tinto Pesquera Original— en un restaurante de la ciudad. Su marcha se produjo en el más absoluto de los silencios. Y el resto de la familia se enteró de su muerte por la noticia publicada en un diario local de Valladolid. Aun así, la esposa y las hijas le homenajearon con una cariñosa esquela en un diario de tirada nacional, a la vez que la página web de la bodega lució un crespón negro en señal de luto.
Tras las lágrimas, llegó otra decepción. En el mes de julio de ese mismo año se abrió el testamento. Cabe señalar que la facturación del grupo, que incluye bodegas, hotel e inversiones energéticas, que fue de 16,32 millones de euros en 2021, sus datos más recientes (15,88 millones en 2020); el beneficio, de 3,12 millones. La última voluntad de Alejandro Fernández contenía varias bombas para la familia: cuatro días antes de su fallecimiento, había modificado sus últimas voluntades y excluía del reparto de su herencia a las tres hijas con las que no mantenía contacto desde hacía más de tres años. La única heredera universal de su patrimonio era Eva Fernández. Además, dejaba a sus cinco nietas, hijas de las desheredadas, el tercio de la legítima, la parte que se concede por ley a los herederos forzosos, y que en este caso les correspondería a sus madres. Según este reparto, a la hermana pequeña le tocaría el 75% de ese 49,72% que poseía el padre dentro del grupo familiar, lo que supone un 37,29% del total. Se nombró también como albacea a Pilar Sánchez Represa, abogada de Derecho de Familia y amiga de Eva Fernández, con un poder de cinco años.
El siguiente paso, según fuentes cercanas al caso, es dirimir cómo se ejecuta finalmente esa herencia, dado que el matrimonio Fernández Rivera, tras casi 60 años casados en régimen de gananciales, estaba separado, pero no había hecho la partición de los bienes. Para resolver este caso todavía han de pasar años, incluso una década.
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