Meritxel Juvé, bodeguera: “El cava bueno, como el champán, empieza a escasear”
Es la mujer más joven en la D.O. Cava, al frente de una bodega centenaria, la que más vinos espumosos de gama alta vende en España
Es la consejera delegada más joven de la D.O. Cava. Meritxell Juvé (Barcelona, 1984) forma parte de la cuarta generación de la bodega centenaria Juvé & Camps, perteneciente al grupo J&C Prime Brands. Está tranquila: en tres meses, de septiembre a noviembre, se ha jugado el 50% de la facturación, y las ventas de Navidad son positivas. Brinda por ello, sin probar una gota de cava —está embarazada de su segundo hijo—, durante la entrevista que se celebra en el restaurante Zeitaku, en Madrid. Aunque lo que más lamenta de su estado es no poder tomar jamón ibérico.
Pregunta. Una empresa familiar con un siglo de vida, ¿son una familia bien avenida?
Respuesta. Siempre nos hemos entendido. Trabajo con mi padre, que tiene 80 años. Yo tengo 38. Respeto su experiencia, como él respetó la de mi abuelo. Él entiende que el mundo ha cambiado e intenta adaptarse, aunque hay días que no te gustaría estar en la misma mesa que nosotros. Mi madre y mi pareja nos han pedido que los domingos no hablemos de la empresa.
P. Su padre fue un pionero en la forma de vender el cava.
R. Iba con la botella debajo del brazo, picando en las puertas. Vender cava a ese precio no era fácil. Sabía que cuando un cliente miraba dos veces la botella, estaba vendida. Elaboramos el espumoso de gama alta más vendido de España [2,7 millones de botellas en todo el mundo].
P. ¿Los españoles sabemos tomar cava?
R. Sí, y en los últimos años mucho más, debido al gran conocimiento que hay del mundo del vino, que va de la mano de la gastronomía. Tengo clientes que saben más que yo. Cada vez hay menos gente que lo vincula al postre, ya se entiende más como un vino que como burbuja.
P. Hay productores que le han dado un portazo a la D.O. Cava.
R. Hemos tenido nuestras cosas. Estar en la D.O. nos ayudó, cuando no éramos lo que somos ahora. Hay que mejorar las cosas, pero desde dentro, y hemos trabajado para dar pasos históricos y rápidos. Ahora coges una botella y ves la procedencia de las uvas, la parcela, toda la información que demanda el cliente. Nos beneficia esta explicación, que todo esté certificado, que el cava lleve la fecha de degüelle [cuando se finaliza la crianza y se extraen las levaduras de la segunda fermentación].
P. ¿Volverán los bodegueros díscolos?
R. Confío en que encontremos las sinergias para hacer que los espumosos sean muy fuertes. En toda negociación hay que dejar plumas en el camino, dice mi padre. Nos volveremos a entender.
P. El champán empieza a escasear en el mundo, ¿beneficia esto a los productores del cava?
R. Nos beneficia, aunque somos distribuidores de una marca de champán y notamos esa escasez. Con el cava, dependiendo de la gama, tenemos cupo. Hay una explosión en el mundo de las burbujas, debido a la necesidad que hay de compartir y de socializar, viniendo de dos años duros de pandemia. Y el cava bueno, el de gama alta, empieza a escasear. En España, el cliente paga por un buen espumoso, que cuesta 20 euros. Hay ganas de beber cava.
P. ¿La gente sabe diferenciar entre champán y cava?
R. Hay una tendencia a pensar que son lo mismo, y no es así. Los separa un terroir y una climatología diferente, además de 1.000 kilómetros. Es como comparar un vino de Rioja con uno de Ribera del Duero. No son lo mismo. El cava tiene una virtud.
P. Explíquela, por favor.
R. Marida con todo. Es un gran desconocido todavía, aunque hay gente que no sabe que puede acompañar una comida con cava, no solo brindar y tomarlo con el pastel. Venimos de esa cultura, de la del postre.
P. Es la consejera delegada más joven de la D.O. Cava.
R. Hay grandísimas mujeres profesionales en el vino. Durante muchos años he sido la niña, incluso mi padre me llamaba así. Es duro. Se necesita tener carácter y determinación. Cuesta más que valoren tu opinión, aunque el factor familia influye tanto como ser mujer y joven. No es fácil.
P. Usted es sospechosa por todo.
R. Lo que me importa es que me valoren los que me tienen que valorar, que son los socios de la empresa, y para el resto, es lo que hay. Lo que me importa es tener un equipo competente, con el que trabajar a gusto. Soy muy exigente, soy el control de calidad.
P. ¿Y su padre le exige?
R. Sin duda, nadie me pone frente al espejo como mi padre. Me cuesta hacer cambios porque me pone freno, aunque a veces lo agradezco. Intento coger lo mejor de su experiencia y de la mía. Me juego el pan de 200 personas que trabajan con nosotros. Antes era muy impulsiva. La experiencia es un grado.
P. ¿Le toca sentar las bases para el próximo siglo?
R. El objetivo es ir a por otros 100 años, apostando por la gama más alta e incrementando nuestra presencia internacional. Me gustaría que mis hijos siguieran en el futuro porque les gusta. Y yo espero estar ahí mucho tiempo.
P. ¿Cómo viven las tensiones políticas y la subida de precios?
R. No somos ajenos a lo que ocurre alrededor de nosotros, aunque tenemos clientes fieles. En cuanto a la inflación, asumimos una parte del margen para que no se vea reflejado en el precio el encarecimiento de entre el 10 y el 20% de las materias primas. Tarde o temprano tendremos que reflejarlo, porque el vidrio y el cartón ha subido a doble dígito.
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