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Cómo sobrevivir como pareja cuando todo a nuestro alrededor se pone patas arriba

Cuál es la fuente del conflicto, si se tienen o no hijos y el tiempo de convivencia pueden determinar cómo y cuánto afecta el estrés a una relación. Ser consciente de la situación, saber parar y comunicarse es clave para que esta salga adelante

Las manos de un hombre y una mujer representando el conflicto de su relación.
Las manos de un hombre y una mujer representando el conflicto de su relación.Francesco Carta fotografo (Getty Images)

Sobrecarga de trabajo, sensación de que no se llega a todo, problemas de salud propios o de personas cercanas, dificultades económicas… Situaciones como estas hacen que el estrés nos aceche y asalte. Casi sin darnos cuenta, de pronto llevamos semanas o meses en ese estado en el que todo nos sobrepasa y en el que nos volvemos más susceptibles e irritables, algo que afectará también a cómo nos relacionamos con las personas que nos rodean. Si uno está en una relación, este estrés continuado puede vivirse como un maremoto del que no siempre se sale indemne.

“En general, a la relación le van a impactar las cosas en función de cómo esté la pareja. Si tenemos una relación sólida, aunque se vea amenazada por diferentes impactos, va a tener más posibilidades de resolución”, señala la psicóloga clínica y terapeuta de pareja María Pilar Berzosa Grande, profesora del grado en Psicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), donde también es investigadora del grupo PSICOFAM: Psicología de la Salud, Familia y Pareja. Este grupo está precisamente investigando cómo afectó la pandemia a las relaciones de pareja, estudio que esperan poder publicar el año que viene. Berzosa Grande ya adelanta que una de las cosas que están viendo es que, a la hora de valorar cómo y cuánto afectará ese estrés, hay que tener en cuenta distintos factores, como si la pareja tiene hijos y la edad de estos, cuánto tiempo llevan conviviendo o cómo es el vínculo entre ambos. “Si una pareja tiene hijos, por ejemplo, va a tener menos tiempo y posibilidad de parar y darse ese espacio para la comunicación”, expone.

El estrés, dice la literatura científica, nos va llenando hasta que nos desborda, y ese extra se derrama sobre las personas que tenemos cerca. Según un estudio publicado en 2012 por la American Psychological Association, en esos días en los que estamos especialmente estresados perdemos un poco nuestra capacidad de autorregulación y tendemos a portarnos peor con la pareja y a, en general, valorar peor la relación. Otro estudio de este año se centraba no en cómo nos comportamos, sino en qué cosas advertimos de la otra persona en esas etapas de estrés: analizaron a 79 parejas de recién casados, en plena fase de luna de miel, en la que lo habitual es ver solo lo bueno del otro, y descubrieron que, con estrés, tendían a notar más los defectos de sus compañeros. Como píldora optimista, seguían notando también las virtudes, pero acompañadas de detalles negativos que pasaban desapercibidos en los días tranquilos.

Berzosa Grande explica que es muy importante distinguir entre las fuentes de estrés. “Problemas de salud, la pérdida de un trabajo… Cuanto más cercana en el tiempo y el espacio sea la problemática que causa el estrés mayor va a ser la afectación”, indica. Además, importa cómo de desestabilizante es esa problemática particular para la situación de la pareja. “Si la fuente del estrés es, por ejemplo, que un miembro de la pareja se ha quedado en paro, que es algo que muchas parejas pueden estar viviendo ahora mismo, afectará en el ánimo y en la relación. Pero si eso, además, está influyendo en la calidad de vida porque tenías compromisos que no puedes pagar, por ejemplo, la afectación será mayor”, señala.

Ocurre lo mismo con las fuentes de estrés externas, como la inflación, la inestabilidad por la guerra o el desgaste por la pandemia. Importa cuánto les afecte la situación, el vínculo de la pareja y la personalidad de cada uno, entre otros factores. De hecho, según indica Berzosa Grande, hay parejas a las que todo esto puede unirlas más porque “hacen piña”.

En esa misma línea, un estudio publicado en junio de 2021 concluyó que durante la crisis sanitaria por el coronavirus muchas parejas lograron precisamente sobrevivir porque el culpable de su estrés estaba claro: no era esa persona con la que compartían la vida, sino la situación. El estrés se mantenía y también la parte de comportarse peor y ver la relación bajo una luz más negativa, pero se desbordaba menos hacia el otro. La culpa es del covid-19, algo que los medios de comunicación recordaban de forma constante. Saberlo, ser conscientes de que existe ese estrés y de cuál es su fuente, puede ayudar a las parejas a afrontarlo mejor, concluye esa investigación.

La comunicación, clave para que el temporal no le lleve a uno por delante

Para conseguir llegar al otro lado despeinados, pero aún juntos, ser capaz de parar y comunicarse es clave. Ana García Mañas, directora del Experto en Terapia Sexual y de Pareja de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), desgrana en varios puntos las estrategias que pueden ayudar a abordar la crisis “sin empeorar la situación”. En primer lugar, indica que es necesario “aumentar el nivel de consciencia sobre las emociones y la situación”, es decir, que cada uno reconozca y tenga en cuenta sus necesidades, así como las del otro. Darse permiso para sentir lo que se está sintiendo, expresarlo sin hacer daño y pedir lo que se necesita.

Además, señala: “Aunque cuando estamos con el agua al cuello nos cuesta mucho visualizar una salida, es importante pensar que la situación no va a seguir siempre así”. Por ello, pensar estrategias a corto, medio y largo plazo puede ayudar. “Todo cambia, y podemos pactar plazos para ir realizando los cambios que consideramos necesarios. Así, damos tiempo a la pareja para que pueda organizarse y adaptarse a la nueva situación”, asegura.

Por otra parte, indica que es clave también no caer en eso que los estudios dicen que tendemos a hacer cuando estamos estresados: culpar y juzgar al otro. “Hay que recordar que la pareja son dos personas distintas, que actúan según sus propios valores, emociones, historia... y que no podemos cambiarlo. Lo que sí podemos elegir es con qué pareja queremos compartir el camino y qué límites ponemos para poder estar en esa relación. Y esto podemos hacerlo desde el amor y el respeto tanto a la otra persona como a nuestras propias necesidades”, explica García Mañas. Por último, cuando nada funciona, acudir a terapia es también un recurso útil, asegura.

María Pilar Berzosa Grande recomienda también la terapia de pareja, pero añade que es muy importante la prevención. “Las parejas acuden a terapia cuando están ya en las últimas, casi al límite, no se ha prevenido nada. Se cuida más un coche que una relación de pareja”, sentencia.

Para esa comunicación que tanto se recomienda y que, muchas veces, inmersos en la vorágine del día a día, parece imposible, la experta indica que una opción es aprovechar las ventajas de la tecnología. “La tecnoferencia [la interferencia de la tecnología en nuestra vida diaria] es perjudicial, pero los estudios también indican que, si se utiliza la tecnología de forma adecuada, puede animar a la pareja. Por ejemplo, si no se van a ver hasta la hora de cenar, mensajes de WhatsApp que sean estimulantes pueden ayudar. Saber utilizar las tecnologías en favor de la relación sí que nos puede ayudar a estar conectados”, expone.

Se trata, en definitiva, de dedicarse tiempo y, cuando hay muy poco, intentar que este sea de calidad. “Tenemos que buscar un tiempo para resolver los conflictos generados por la discrepancia, que siempre la habrá. Y hay que saber también tener momentos de ternura, además de saber manejar la convivencia. Son cosas que a lo mejor son muy de base, pero el estilo de vida frenético nos las está impidiendo. Si encima tenemos etapas tan convulsas como estas últimas, la pareja entra en una vorágine de estrés y puede no caer en la cuenta de que satisfacer estas cosas es básico. Pasan como intrascendentes”, explica.

Ambas expertas insisten en que las circunstancias y personalidades de cada pareja harán que el modo en el que afecta el estrés y las estrategias para gestionarlo varíen. “Actualmente, existen muchos modelos de pareja. Aquellas parejas que no cuidan en común, no conviven o que no comparten ingresos o exclusividad erótica pueden ser menos vulnerables a algunas de estas fuentes de estrés”, pone como ejemplo Ana García Mañas. Sin embargo, Berzosa Grande indica que sí hay un punto de partida indispensable: “Hay que querer que la pareja se reencuentre. Desde ahí y poniendo la comunicación en el centro, habrá más posibilidades de sobrevivir al terremoto”.

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