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Así arreglan el amor las terapias de pareja

Terapeutas y pacientes cuentan cómo es una terapia de pareja por dentro

Relationship breakup
Francesco Carta fotografo (Getty Images)

“Mi mujer y yo nos conocimos hace 17 años, y todo iba bien hasta que en el tercer embarazo la cosa se torció. Me sentí rechazado, y eso me distanció de ella. Permití que Peter Pan se apoderara de mí y me fui de fiesta, me dejé llevar y le echaba en cara a ella que, en lugar de tirar de la relación, me siguiera rechazando. Al final fuimos a terapia, juntos y separados, allí empezamos a hablar y nos volvimos a encontrar. Hoy, Peter Pan se ha ido y seguimos juntos”. Admirable exorcismo, el de la terapia de pareja.

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Aunque gran parte del mérito no fue de ningún conjuro, sino de la pareja por dejarse ayudar. Es el primer requisito para que la terapia funcione, según afirma Yolanda Morales, terapeuta de pareja y codirectora de Grupo Psiconecta. Porque el matrimonio de Manuel no estaba roto, él y su esposa solo estaban “aburridos y enfadados”. No les hacía falta un hechizo, pero la palabra sí fue la herramienta fundamental que los reunió. De hecho, lo que hacen los psicólogos es formular las preguntas adecuadas para que las parejas vean el camino con claridad y puedan tejer una nueva base sobre la que reconstruir su relación.

A veces, estas acuden a terapia para mejorar algún aspecto concreto de la relación. Otras, solo van para romper en buenos términos (en este caso suele haber hijos de por medio). “Llegan con problemas de comunicación, de confianza, sexuales…”, dice el psicólogo clínico y psicoterapeuta Hugo Filippe. El especialista señala también la infidelidad como otro de los principales motivos, y no se refiere exclusivamente a la sexual, también hay engaños y mentiras como la ocultación de adicciones e infidelidades financieras. Los celos son el detonante de muchas consultas, aunque Filippe apunta que suelen ser “la expresión de la inseguridad de uno mismo”, más que la respuesta justificada a una infidelidad real.

Lo que todas estas situaciones tienen en común es que dan pie a momentos delicados, emocionalmente inestables, difíciles en la intimidad y más aún ante un desconocido. ¿Cómo se comportan las parejas cuando tienen que lavar los trapos sucios frente a un tercero? ¿Contra qué emociones tiene que lidiar el terapeuta que intercede entre los dos bandos de la contienda?

El deseo de cambiar y las maravillas de la presión externa

Las situaciones que tienen lugar en una terapia de pareja pueden ser desagradables, pero eso no les resta utilidad: ver los problemas en vivo, las discusiones, los desencuentros, ayuda a que los profesionales adopten soluciones. Conflictos siempre va a haber, pero “la manera de afrontarlos marcará la ruptura o la llegada de una relación sana y funcional”, subraya Yolanda morales.

Dichos conflictos no tienen por qué manifestarse escandalosamente, hay maneras muy sutiles de demostrar la hostilidad. Solo hay que fijarse en el lenguaje no verbal, uno de los códigos a los que la psicología presta atención. “En consulta formamos un triángulo que nos permite observar a los dos mientras van hablando. A veces uno no está de acuerdo con el otro y vas viendo en los gestos cómo se separa, se cruza de brazos, inclina el cuerpo con los pies a la posición contraria o deja de mirar a la otra persona para demostrar de un modo físico que no la está escuchando”, explica Filippe. Por supuesto, suelen sentarse en extremos opuestos del sofá...

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“Nosotros estábamos peleados por diferencias creativas, como dicen en Hollywood”, recuerda Javier. Acudió a consulta junto a su esposa, con la que llevaba 24 años casado, como última tabla de salvación de un matrimonio que hacía aguas. “Lo nuestro era una pelea constante y ahora, separados hace ocho años, estamos de acuerdo en todo”, dice con el humor que da el paso del tiempo. Y añade: “Fuimos solo dos o tres veces, juntos y por separado. No sacamos nada en claro porque, en el fondo, la decisión de mi mujer estaba tomada y ya era tarde. Lo mejor es acudir con los primeros síntomas, como una enfermedad grave”. Resulta que los finales felices son más habituales que las rupturas.

Según apunta la Asociación Americana de Terapia Matrimonial y Familiar, más de tres cuartas partes de las parejas que han recibido terapia reportan una mejora en su relación. Filippe corrobora que el porcentaje de finales felices suele ser elevado. “Al final tenemos muchos procesos inconscientes que nos hacen la zancadilla, y no conseguir entenderlos nos lleva a dificultarnos estar en pareja”, explica. Solucionarlo requiere un esfuerzo en la consulta que continúa fuera de ella, en el día a día, donde ambos miembros deben llevar los consejos recibidos al terreno de lo cotidiano. Las terapias no suelen alargarse demasiado. “Intento tener una estructura breve, en torno a las doce sesiones más o menos, donde se ponen unos objetivos; esa presión temporal ayuda a que se comprometan con la terapia y el cambio”, cuenta Filippe.

Cuando finalmente llega la reconciliación y esos procesos se superan, los terapeutas asisten a la parte más bonita de su trabajo: las parejas se emocionan en consulta al desprenderse de la losa que había sepultado sus sentimientos. “Al expresar por primera vez en mucho tiempo lo que sienten y verbalizar esa necesidad de amar, ha habido veces en las que se han puesto a besarse y yo misma me he ido para dejar ese espacio, es su momento…”, cuenta Yolanda Morales con satisfacción. Una victoria, teniendo en cuenta que los terapeutas de pareja como ellos trabajan para que logremos un objetivo tan pleno como, a veces, escurridizo: amar sin daño.

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