Los orígenes indígenas de Bilbao también podrían estar en la basílica de Begoña
El santuario acoge trabajos arqueológicos para descubrir Vecunia, el primer asentamiento poblacional prerromano de la capital vizcaína
Sería extraño haber nacido en Bizkaia y no conocer a ninguna persona llamada Begoña. Eso si este nombre no se recoge en el DNI propio, ya que casi una de cada diez mujeres en este territorio se llama así, según el registro del Instituto Nacional de Estadística (INE). El fervor por el mencionado nombre, desde años atrás en decadencia, tiene su origen en la misma virgen cada vez menos venerada, pero intacta como uno de los pilares de la idiosincrasia vizcaína desde que fue declarada patrona del territorio en 1738. ”La Virgen de Begoña —conocida popularmente como la Amatxu— y el Athletic Club son sagrados en Bizkaia. Luego ya estaría lo religioso y trascendente, y, en eso, los dos cuentan con miles de creyentes”, explica entre risas Enrique Franco. Después de 32 años, este empresario dejó el sector de las artes gráficas y se preparó para ejercer como sacristán de la basílica dedicada a esta deidad, presidida por una virgen gótica entronizada del siglo XV. Actualmente está a tope de trabajo: en breve, tendrá que acoger a una decena de arqueólogos y técnicos, asistidos por personal auxiliar.
“Van a levantar todo este suelo de madera y excavar varios metros de profundidad”, anuncia Franco señalando toda la superficie del templo, de unos 1.100 metros cuadrados. Algunos estudios concluyen que los restos bajo este monumental edificio tardogótico del siglo XVI podrían corroborar, modificar o ampliar varias hipótesis sobre la historia de Bizkaia durante el fin de la Edad de Hierro y la romanización del territorio: ”Estaríamos ante un asentamiento poblacional llamado Vecunia”, cuna del actual Bilbao, anuncia este ayudante del sacerdote.
Una antigua ciudad
Los expertos sugieren la posibilidad de que, debajo de las sucesivas iglesias medievales que han ocupado el emplazamiento de la basílica actual, puedan hallarse las ruinas de una antigua ciudad indígena, dedicada al cultivo de la tierra y colonizada durante la época romana. Se trataría de los ancestros de la población actual de Bilbao, asentados en la colina de Artagan. De hecho, el actual barrio de Begoña estaba ahí como anteiglesia incluso antes de la formación de la propia capital vizcaína en 1300 por el Señor de Bizkaia Diego López de Haro. Fue a comienzos del siglo pasado cuando se anexionó a la villa de Bilbao. ”No vamos a ir en búsqueda de una ciudad perdida”, matiza por teléfono una de las personas que próximamente visitará mucho ese templo, el arqueólogo Iñaki García Camino.
El propósito de estas excavaciones, impulsadas por la Diputación de Bizkaia y la Diócesis de Bilbao, no se centra en buscar “la iniquidad de un pueblo”, sino “movimientos de población, el impacto de las estructuras romanas o las relaciones entre comunidades”, añade. Este doctor en Historia y exdirector del Museo Arqueológico de Bizkaia, ya jubilado, sospecha que “Begoña puede ser un buen laboratorio” para confirmar y refutar todas las hipótesis anteriores.
El ente foral vizcaíno ha visto una oportunidad para explorar las raíces de la sociedad actual, enriquecer el patrimonio cultural y fortalecer su identidad como pueblo. De ahí, los 1,2 millones de euros que va a destinar al proyecto. “Para cualquier sociedad, buscar en sus raíces es identificarse con aquellos antepasados y conocer por qué es de una determinada manera”, sostiene Franco. Y, para la sociedad vizcaína, Begoña es “su faro y su principal referencia”.
Primeras excavaciones y hallazgos
Los trabajos se han centrado los últimos meses en realizar sondeos geológicos y extraer diez columnas estratigráficas de ocho centímetros de diámetro. “Básicamente, estos testigos servirán para documentar el potencial sedimentario del subsuelo de la basílica”, explica uno de los técnicos arqueólogos de la Diputación y coordinador de estos trabajos, Joseba Ríos. Este grupo de trabajo desvela a EL PAÍS que ya ha encontrado los primeros hallazgos tras los incipientes análisis de estos testigos. Entre los restos, se encuentran huesos humanos, depósitos de arcilla, estructuras de combustión, fragmentos de cerámica cocida o celdillas de ladrillo, aunque también indicios de fenómenos naturales, como aludes y deslizamientos de ladera.
En todo caso, estas pruebas no servirán para documentar nada arqueológicamente, ya que suponen una ridícula parte de la superficie a analizar. Con ellas, solo se puede confeccionar un mapa geológico simplificado que servirá de base para las excavaciones previstas a partir de febrero de 2025 y con una duración de un año. ”Nuestra idea es hacer un informe para que los arqueólogos del proyecto puedan concretar y perfilar el proyecto de ejecución de la excavación”, determina Ríos.
En las próximas semanas, la Diputación sacará a concurso público estos trabajos tras elaborar los pliegos. Al coordinador de este proyecto, que seguirá muy de cerca todo el proceso, le gustaría que “estas tareas sean la bandera de las excavaciones científicas modernas en Bizkaia”. Además, Ríos revela: “Pediremos al futuro grupo de trabajo que aplique nuevas metodologías”. Sin embargo, lo que marcará la diferencia frente a otras excavaciones es que la basílica de Begoña en ningún momento va a cerrar sus puertas. “Las condiciones de trabajo no son las normales ya que hay que asegurar la conservación del lugar y una continuidad al culto”, añade. Es decir, los religiosos seguirán oficiando eucaristías y otras celebraciones litúrgicas. Incluidas las más especiales y multitudinarias, como la popular peregrinación desde todo Bizkaia el 15 de agosto o la tradicional visita a la Amatxu de la plantilla del Athletic al inicio de la temporada futbolística y en cada título ganado.
Para ello, la planta del edificio se ha dividido en cuatro zonas. En cada una de ellas se intervendrá durante un período de tres semanas, en principio. “Esto permitirá como mínimo que el aforo sea del 60%”, se congratula Franco, algo similar a lo que se dio durante la pandemia de la covid. El altar habrá que sustituirlo porque, bajo él, también se desarrollarán trabajos: “Desmontaremos el actual y pondremos uno provisional fuera del presbiterio para poder continuar con el oficio”, comenta el religioso.
Antes de todo esto, la comunidad parroquial de la basílica, que no ha puesto ninguna pega a la Diputación para iniciar este proyecto, tendrá que retirar los cuadros que cuelgan de sus muros. Los retablos o el recién restaurado órgano, de la misma marca que el ubicado en Notre Dame (París), tendrán que protegerse. “A la Amatxu, por supuesto, la dejaremos siempre visible, pero me da a mí que el manto que la cubre no será suficiente para protegerla. ¡Tendremos que cubrirla con una carcasa de metacrilato, por ejemplo!”, exclama Franco.
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