La vida en un barco y la alegría por bandera
Maika Makovski, acompañada por su banda, presenta en Bilbao su último álbum: ‘MKMK’, grabado en Estados Unidos y lanzado al mercado el pasado mes de mayo
Maika Makovski es la definición más clara de la sonrisa perenne. Tocar toda clase de instrumentos en cualquier escenario con su gente más cercana es lo que le motiva para seguir adelante. Ese depósito de gasolina que, semana tras semana, se encarga de llenar actuando solamente como ella sabe: con una simpatía y con un hechizo de felicidad mezclada con música que da como resultado un concierto que dista de ser igual que el anterior. Ahí es donde reside, principalmente, el buen espectáculo. Desde aquel lejano ‘Kradiaw’ de 2005, la artista de Palma de Mallorca no ha parado de cosechar éxitos, ni tampoco de recibir todo tipo de reseñas positivas por parte de las revistas y los productores musicales más prestigiosos.
Uno de ellos fue el inglés John Parish, conocido por haber producido discos de PJ Harvey o Tracey Chapman. Después del mencionado primer álbum y de ‘Kraj so Koferot’, su segundo trabajo lanzado en 2007, Pearish se percató del talento y de la agudeza de Maika. Es tres años más tarde de la puesta en marcha de ‘Kraj so Korefot’ cuando las dos partes deciden unir sus fuerzas para lo que sería su tercer disco, de nombre homónimo. No es casualidad que el disco se grabara en Bristol, la capital de la música de Reino Unido. La unión entre la ciudad y la artista tiene su secreto en ese amor por la música en todas sus vertientes.
Después de tres discos de estudio, de un álbum en directo grabado en la sala Apolo de Barcelona y de presentar ‘La hora musa’, el programa de televisión emitido en TVE, ‘MKMK’ es la excusa perfecta para salir a la carretera y compartir kilómetros con tu banda. Una gira de presentación que va alcanzando el ecuador con un éxito más que palpable. Prueba de ello es el cartel de entradas agotadas que se colgó ayer en la sala BBK. Vestida con un vestuario plenamente negro, Maika saltó al escenario después de que su banda hiciera lo propio instantes antes. ‘Scared of dirt’ fue la primera que sonó a todo volumen por los altavoces. “¡Eskerrik asko! ¡Gabón!”. Primer saludo y primer cambio de instrumentos. Guitarra Telecaster colgada al hombro y ‘Lava Love’ inundando la sala con esa actitud rockera propia de los más grandes de este oficio. “No creáis que porque estáis sentados no os vamos a dar cera”.
‘Reaching out of you’ significó el punto de conexión perfecto entre los que están arriba y debajo de las tablas. Y la rotación de instrumentos, una constante. Como un juego de niños. ‘Number’ y ‘Your reflection’, cuya intro de teclado inicial nos hizo teletransportarnos a los años 50 y a la edad dorada del rock and roll, fueron calentando los motores. “Dentro de poco, podréis volver a bailar con nosotros”. Tampoco importaba que uno no pudiera levantarse de la silla. El pie se movía solo y las caras de felicidad se intuían debajo de las mascarillas.
‘Iron Bells’ fue un ejercicio de voz impresionante. Un chorro envidiable de energía. Si es por algo por lo que se notan los tiempos de prosperidad y satisfacción es por esas conversaciones entre músico y artista. Como si se estuviera en el salón de casa. Anécdotas y chascarrillos que hicieron saltar las primeras carcajadas. Diarios guardados en el cajón y palabras aprendidas en vasco en una noche post concierto. ‘Places where we used to sit’ regaló a una Maika sola en el escenario, escudada por esa Telecaster marrón y negra que tantos y tantos kilómetros ha recorrido en los últimos meses.
‘This town ain’t big enough for us’, cover de de la banda californiana Sparks, y ‘Nevermore’, con un solo de batería próximo al de John Bonham, precedieron a una más que notable ‘Love You Till I Die’, prueba del amor más sincero y verdadero. “Gracias por mantenernos vivos”. Paso mínimo por los camerinos y vuelta al ruedo. ‘Tonight’, perteneciente al último disco, fue el tema elegido para el regreso. Alegría y diversión al ritmo de los teclados. “No sé si se puede, pero compartiremos ahí fuera besos y abrazos”.
‘I live in a boat’ significó el punto y final de una noche en la que se comprobó que la sonrisa es la mejor medicina. Que el secreto para sentirse bien con uno mismo reside en hacer lo que te guste. Maika sabe lo que es ser feliz. Para ella y para la banda que le acompaña día tras día y kilómetro tras kilómetro es colgarse una guitarra del hombro, aporrear una batería o tocar con los dedos un teclado. Solamente así es posible conseguir que la satisfacción y la alegría formen parte de la rutina diaria. Una empresa que se antoja difícil, pero para nada imposible.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.