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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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PJ Harvey y la casa campestre del amor original

La heroína del 'indie' se encerró en el campo para componer un álbum que transformó su figura en algo más vulnerable

Fernando Navarro

Cuando a Dorothy le arrastra un tornado y sale volando con su casa hasta acabar en la Tierra de Oz, el mundo se convierte en otro lugar bien distinto a lo que conocía en Kansas. Un territorio lejos de su granja y lleno de novedades donde existen las brujas y las hadas, surgen enanos saltarines de todas partes, se habla con animales, espantapájaros y hombres de hojalata y se siguen caminos de baldosas amarillas para llegar a ciudades con nombre de piedra preciosa. Ese mundo, tan fantástico como impredecible, es en un lugar donde la tímida y miedosa Dorothy se transforma en otra Dorothy.

Transformarse es una palabra que sabe conjugar muy bien PJ Harvey. No tanto porque tuviese en su cabeza las peripecias de Dorothy en El maravilloso mago de Oz, el popular libro infantil escrito por Lyman Frank Baum e ilustrado por W. W. Denslow que dio pie a la celebradísima película dirigida por Victor Fleming y protagonizada por Judy Garland, sino porque desde el primer día que decidió convertirse en cantante, fascinada por la voz de Elvis Presley, se aplicó el verbo con determinación. Como una Dorothy dispuesta a alcanzar su Ciudad Esmeralda, publicó en 1994 To Bring You My Love, un álbum con el que ofrecía otro perfil de sí misma tras dos primeros álbumes que habían dejado boquiabiertos al mundo del indie.

A diferencia de la protagonista del relato infantil, PJ Harvey no es un ser de una candidez e inocencia exasperantes, pero en su música, como en la fábula de Oz, se guarda una urgencia por atravesar caminos de baldosas amarillas, un trepidante pulso vital por perseguir huellas de una vía nueva, con el fin de alcanzar una realización personal. Bajo el amparo del sello Island, referencia absoluta de la mejor música británica, la cantante había publicado en 1992 Dry, uno de los debuts más rompedores de la música alternativa, y confirmó su estatus de heroína del indie un año después con su siguiente álbum, Rid of Me, producido por Steve Albini, el mago del sonido abrasivo tan característico de los noventa. Con ese rock torturado y agresivo, Rid of Me situó a PJ Harvey como una estrella underground y rabia punk en pleno dominio del grunge. Sin embargo, como impulsada por un deseo incontenible por alcanzar nuevas metas, PJ Harvey se transformó en otro ser. Como si la gran producción de El mago de Oz pasase del blanco y negro al tecnicolor, como si hubiese un truco de magia para mostrar de otro modo ese universo de fantasía y paranoia, la cantante chasqueó los dedos y sorprendió con To Bring You My Love. De ese furibundo blanco y negro de la portada de Rid of Me, con su creadora posando con mirada desafiante, a esa colorida de To Bring You My Love, con PJ Harvey flotando plácidamente sobre el agua y bañada de una cálida luz.

Si PJ Harvey fuese como una Dorothy de mirada dañada y descargas eléctricas, dio la vuelta al cuento. Al contrario que cualquier estrella de su época y de casi todas las épocas, tras el contundente triunfo de Rid of Me, no se quedó en Londres para compadrear con más figurines del indie. Con la pasta que ganó se compró una casa en el campo, perdida en Yeovil, en el condado de Somerset, al suroeste de Inglaterra, y se instaló allí. Renunció a la vida cultural de la metrópoli para perseguir a sus musas en el bosque. El resultado, como en el cuento, fue que Dorothy ya no era la misma Dorothy después de emprender la aventura de la música.

Como si fueran los chapines rojos de Dorothy golpeándose para regresar a casa, el riff de guitarra con el que abre To Bring You My Love viene de lejos, como anunciando un viaje mágico. PJ Harvey no tiene que decir eso de “se está mejor en casa que en ningún sitio”, sino que la aventurera del indie rock rumia sus propias palabras: “Nací en el desierto / He estado por él durante años / Jesús, acércate / Creo que mi tiempo está cerca / Y he viajado por tierra seca e inundaciones / Por infiernos y aguas altas / Para traerte mi amor”. La pugilista de la música independiente, abanderada de manifiestos post feministas, ofrece desde el primer acorde un perfil distinto, transformándose en una mujer más vulnerable y desorientada, pero absolutamente cautivadora. Absolutamente ella misma.

PJ Harvey muta su propia historia como si mutase cualquier fábula. Encerrada en esa casa campestre, To Bring You My Love se compuso como si se adentrase en un sendero repleto de huellas, arañando en noches cerradas letras más confesionales y punzantes, descubriendo en días solitarios nuevas aristas espirituales de sí misma. Con su buscada rebaja de distorsión, el disco transita por melodías más amables a los anteriores sin perder todo ese veneno sensual tan característico de ella. Hay trallazos fuzz, como enanos trepando entre ramas de un bosque misterioso, ilustrados en composiciones como Meet Ze Monsta y Long Snake Moan, pero también hay visiones de melodías lofi de gran hipnotismo, como hadas alumbrando en la oscuridad, ejemplificadas en canciones como Teclo y I Think I’m a Mother. Enanos, hadas, brujas y caminos extraños se mezclan en un rock teatral y oscuro en el que las guitarras escupen fuego para que, justo unos segundos después, el canto sea ahogado.

Todo desprende un aire excesivo. PJ Harvey nunca se mide por equilibrios, sino más bien por impulsos que arrastran al oyente. En este disco hay mucho de Tom Waits y Nick Cave -con el que mantuvo por entonces una conocida relación y cuya ruptura planea sobre el álbum-, tipos que se emborracharían con los enanos del bosque para deformar cualquier atisbo de glamour, seres que enseñaron cómo estrujar los blues nocturnos de John Lee Hooker y Howlin’ Wolf para recrearlos en un cuento de máscaras, pero también hay mucho de Patti Smith, un hada madrina de lo desesperado, la mujer que brilla en los tormentos emocionales y las tormentas eléctricas, una bruja nihilista allí donde reina lo previsible, lo políticamente correcto, lo que vive cómodamente fuera del desierto, lugar entendido aquí como una metáfora de un viaje por Oz.

Oz o esa tierra del descubrimiento. Con su profunda alma religiosa, To Bring You My Love se cierra con Send His Love To Me y The Dancer. La primera es una canción cuyo videoclip mostraba a PJ Harvey, con unas botas en la mano, saliendo de una casa perdida de un desierto también perdido. “El amante tuvo que dejarme / Para cruzar la llanura del desierto”, se canta en los primeros versos. “Envíame su amor”, reza el estribillo. Al final del vídeo, PJ Harvey baila sola. El baile que en el disco anticipará The Dancer, cierre final de To Bring You My Love. The Dancer es un grito por el amor que fue y que no llega, por el amor que existe y no se toca con las manos, “por los días llorados y por las noches lloradas”. La voz de PJ Harvey se desgañita al final de la canción, suplicando al "Señor": “Trae paz a mi corazón negro y vacío”.

La fábula de To Bring You My Love es, por tanto, un viaje de regreso a casa, de regreso al amor original, de todo ese sentimiento que se refleja como en juego de cristales por las distintas canciones del disco. Un amor como fin. Solo que allí donde Dorothy choca sus chapines y regresa a casa, PJ Harvey, convertida en un ser más vulnerable, toca su rock desesperado y adictivo para mostrarnos lo que significa quedarse encerrada en Oz, esa tierra en la que descubres que el deseo más preciado siempre falta.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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