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Un hospital de más de 150 millones con apenas un ingreso de media al día: así languidece el Zendal de Ayuso

La instalación, que solo tuvo 429 pacientes en 2023 por los más de 4.000 de centros homologables, gastó siete millones en mantenimiento y suministros

El hospital Enfermera Isabel Zendal, en Madrid.
El hospital Enfermera Isabel Zendal, en Madrid.Samuel Sánchez
Juan José Mateo

“Es demoledor verlo todo junto”. La realidad que provoca esta sentencia de un representante de la oposición en la Asamblea de Madrid consta de 57 páginas, responde a la memoria para 2023 del hospital Enfermera Isabel Zendal, y se resume así: 429 ingresos de pacientes en todo el año pasado ―apenas uno de media al día, lo que la administración justifica por la dificultad de las patologías que se tratan―, solo 11 facultativos y 166 enfermeras para intentar mantener con vida un proyecto que costó más de 150 millones en plena pandemia.

El funcionamiento del centro, que languidece en Valdebebas (en el distrito de Hortaleza de la capital), supuso el año pasado casi siete millones entre suministros, labores de mantenimiento, gas y electricidad. Un gasto que no incluye los salarios del personal, y que el Ejecutivo acometió mientras seguía buscando una función que dote de sentido a la infraestructura. Pese a que tiene apenas cuatro años de vida, el Gobierno gastó 1,2 millones de euros a principios de 2024 en acondicionarla para atender a más de 90 enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) en un hospital de día y, ahora, la remodelará de nuevo para habilitar un centro de neurorehabilitación funcional.

“El Zendal siempre se ha usado con el objetivo de ser fábrica de titulares, más que como centro eficiente: es como un gran decorado”, describe Inma Martín, la delegada de UGT en esta instalación de 80.000 metros cuadrados. “A pesar de tener una gran superficie, el número de ingresos siempre ha estado limitado por dos motivos: personal para un máximo de unos 90 pacientes, que bajaba en época vacacional porque el número de profesionales disminuía por los permisos, y unas instalaciones diáfanas que no son lo más adecuado para todo tipo de pacientes”, añade. “Parece que al hospital que vendieron como multiusos no le acaban de encontrar un uso duradero”.

La apuesta por esa estructura diáfana buscaba facilitar la lucha contra el coronavirus fomentando la ventilación. Terminada la pandemia, ese diseño ha convertido al Zendal en algo que no es un hospital, según José Manuel Freire, profesor emérito del departamento de Salud Internacional de la Escuela Nacional de Sanidad, exdiputado autonómico del PSOE y exconsejero de Sanidad del País Vasco. “Es un hangar sanitario”, dice.

Esa descripción está construida con hechos correspondientes a 2023. El pabellón dos del complejo, con su unidad de cuidados intensivos y su unidad de cuidados intermedios respiratorios, está “en desuso” desde abril de 2022, según la memoria oficial para 2023. Tampoco estaban utilizándose entonces los tres espacios de hospitalización del pabellón uno. Y donde el Zendal hizo 429 ingresos en todo 2023, los otros dos centros que la Comunidad de Madrid etiqueta en la categoría de “apoyo” sumaron 5.006 (en el hospital central de la Cruz Roja) y 4.190 (en el hospital universitario Santa Cristina).

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presenta los nuevos proyectos que albergará el Zendal, en octubre de 2023.
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presenta los nuevos proyectos que albergará el Zendal, en octubre de 2023. Isabel Infantes (Europa Press)

De hecho, la cifra del proyecto insignia de Ayuso no solo palidece en la comparación imposible con los gigantes sanitarios de la región, infraestructuras de alta complejidad como las de La Paz, que contabilizó 48.637 ingresos el año pasado; o el Ramón y Cajal, que llegó a 32.895. También lo hace con respecto a sí mismo: en 2022, el Zendal tuvo 1.277 ingresos, es decir, 848 más.

“El periodo medio de estancia de cada paciente ingresado es de dos meses”, contextualiza un portavoz gubernamental. “Patologías tan severas como grandes amputaciones con infección, daño cerebral orgánico, o condicionamiento medular, son algunas de las principales atenciones dispensadas en el Zendal”, continúa. “En cuanto al bajo nivel de ingresos hospitalarios, afortunadamente estos perfiles tan severos no son la nota predominante en el sistema sanitario madrileño, y están perfectamente equiparados al volumen de ingresos en centros de similares características como por ejemplo el Hospital Nacional de Parapléjicos de España situado en Toledo”, prosigue, sin que quede claro qué necesidad había de hacer una estructura regional así, si ya existía la nacional.

“La inversión realizada hasta la fecha está plenamente justificada, ha demostrado su eficacia y lógicamente lleva asociado un coste de mantenimiento”, añade este interlocutor, para argumentar que además el centro está listo para atender cualquier posible catástrofe.

Los pocos pacientes que tuvo el Zendal en 2023 disfrutaron de unas instalaciones en las que no se ha reparado en gastos. Los trabajadores del complejo describen espacios inmensos, con incluso un jardín natural. Cuentan que al principio se instalaron tornos de acceso con reconocimiento facial que nunca llegaron a funcionar a la perfección. Y recuerdan que los contratos de emergencia han sido una constante en el funcionamiento de la instalación, donde el principal motivo de queja de los usuarios es la cocina.

“De la memoria es llamativo que el apartado más extenso y probablemente de mayor aporte social de todo el Zendal sea el de la labor investigadora desarrollada por su personal, algo posible, a todas luces, por la escasa carga asistencial de los profesionales”, lamenta Marta Carmona, diputada de Más Madrid. “Es paradójico que el resto de profesionales sanitarios del Sermas [Servicio Madrileño de Salud] tengan que utilizar su tiempo libre para poder investigar o desarrollar actividad científica, mientras en el Zendal el personal clínico tiene tiempo de sobra para ello”, sigue. “La memoria no deja de arrojar que el Zendal es un cúmulo de ocurrencias y despropósitos, con una mezcla frankensteiniana de usos, pues tan pronto sirve para vacunación, como para estancia media y centro de formación”.

Porque para darle sentido al Zendal, una vez acabada la crisis del coronavirus, se ha intentado de todo. Que sea el punto de llegada de los refugiados ucranianos. Que almacene la ayuda enviada en un primer momento a este país tras la invasión de Rusia. O que asuma servicios y pacientes de La Paz mientras este hospital es reformado. Por ahora, sin embargo, ocurrirá lo contrario: según UGT, parte del personal del centro irá al Santa Cristina por las obras para construir el nuevo centro de neurorehabilitación.


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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.
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