24 horas de guardia en unas urgencias extrahospitalarias de Madrid: “He realizado un triaje de guerra”
Un médico narra en primera persona cómo atendió en solitario a 95 pacientes en un turno de guardia en el Punto de Atención Continuada (PAC) de Arganda del Rey el pasado 2 de noviembre
Durante todo el día 2 de noviembre de 2024, en mi turno de 24 horas, acuden a nuestro PAC pacientes derivados desde los distintos Puntos de Atención Continuada (PAC) que no disponen de médico, el PAC La Paz de Rivas, PAC de Ángela Uriarte, Pavones… que unidos a los pacientes de Arganda sumaron un total de 95 pacientes.
En las primeras 12 horas hay un compañero médico de refuerzo, que termina su turno a las 20.00. Desde esa hora estuve solo yo como médico con una enfermera y un celador.
Mientras estoy atendiendo a un paciente con cuadro de visión borrosa y pérdida de sensibilidad en el lado izquierdo de la cara (podría tener un ictus), a las 22.55 acude otro paciente con cuadro de angioedema (hinchazón en la garganta que impide la respiración), dejo de atender el posible ictus del primer paciente para atender la urgencia vital.
Tras administrar medicación a este último paciente, acuden al centro dos agentes de la Guardia Civil y dos de la Policía local con un paciente que ha sido detenido, que actúa con mucha agresividad, a tal extremo que se está dando golpes en la cabeza en el interior del vehículo. Les indico a los agentes que estamos tratando un caso de máxima gravedad y que tendrán que esperar.
Vuelvo con la atención al paciente con posible ictus. En ese momento el que tenía problemas con la respiración se comienza a marear, su presión arterial baja hasta los 60 con 40 mm Hg (milímetros de mercurio) y le aparece un dolor abdominal. Veo que está ante la posibilidad de tener una afectación intestinal, por lo que le indico a la enfermera que le administre fármacos y suero vía intravenosa y, ante su gravedad, aviso al 112 para solicitar UVI móvil, una ambulancia con soporte vital avanzado.
Es en ese momento, entran los agentes de la Guardia Civil con el paciente agresivo y ocupan el box vital. El paciente con angioedema se encuentra allí mismo con la enfermera, que trata de canalizarle una vena, pero le es imposible dada su hipotensión, el ruido y la tensión ambiental que se ha creado por los gritos y golpes del detenido. Siendo optimistas, al tomarle la tensión arterial nuevamente vemos que le ha subido un poco, por lo que decidimos dejarle preparada una vía intraósea y atender a la persona detenida. Para calmar su agresividad le administramos 10 mg de diazepam intra muscular, pero no surte efecto alguno y los agentes se ven obligados a mantenerlo sujeto.
A todas estas, aún hay un paciente con un posible ictus esperando y el timbre de urgencias no para de sonar, indicando que llegan otras personas que necesitan ser atendidas. Al paciente agresivo le administramos otro diazepam por la misma vía porque, aunque disponemos de otros tranquilizantes para uso intravenoso, su estado de agitación nos impide canalizarle la vena.
La UVI móvil al fin llega y como el paciente con angioedema tiene la tensión más estable, sus trabajadores deciden ayudarnos con el detenido agresivo, a quien logramos administrarle un antipsicótico intramuscular. Este, tampoco surte efecto. Lo único que nos queda por probar es un tranquilizante más potente vía intranasal, por lo que varias personas nos unimos para inmovilizar al paciente y hacer el cuarto intento. Mientras lo sujetamos, el hombre se daña la muñeca derecha con las esposas y un chorro de sangre nos indica que ha tenido una herida vascular. Ahora hay sangre por todos lados.
Por fin hace efecto el último tranquilizante y se queda dormido. La UVI, que no venía para atender su caso, se encarga de trasladarlo para valoración hospitalaria. Todavía está el paciente con posible ictus esperando, a pesar de que esta es una patología muy dependiente del tiempo que se tarda en tratarlos atendidos, mientras más precoz es su detección, menos secuelas habrá.
El paciente con angioedema dice encontrarse mejor. Le indico que debe estar vigilado en el hospital por un mínimo de 12 horas, pero tanto él como su familia deciden irse por sus propios medios porque ―claro― no quieren estar más tiempo en la urgencia de Arganda en espera de una ambulancia de traslado.
Ahora sí vuelvo a atender al paciente con posible ictus, pero me indica el celador cuando faltan tres minutos para la medianoche que viene otro paciente, una persona con discapacidad auditiva, con la cara hinchada, que podría ser otro angioedema. El del ictus, finalmente, solo parece sufrir un cuadro de ansiedad, por lo que le doy el alta y le receto ansiolíticos. En la puerta atiendo al de la cara hinchada, que resulta ser un flemón.
Desde las 22.07 estaba esperando a un paciente de 68 años con insuficiencia cardíaca, al que logro atender, y de paso a su mujer, a la que le acaba de dar una cefalea. Atiendo a un paciente con laringitis. Atiendo fiebres varias, parasitosis, todas sin gravedad. A las 02.30 consigo atender al último paciente de la sala y cenar. Tres horas después aún estoy recibiendo casos.
A las 08.00 de la mañana finaliza mi turno, pero mi relevo no llega. Aviso al jefe de guardia, que al rato me indica que el relevo llegará un poco más tarde. Unos 45 minutos después llega mi relevo, una enfermera, lo que significa que nuestro servicio de urgencias médicas hoy no contará con médico. Así comienza un nuevo ciclo de derivación de pacientes a otros PAC con médico, o al hospital.
Pienso en mis compañeros médicos en este nuevo día, es 3 de noviembre, y solo deseo que la suerte les acompañe, porque la van a necesitar. Me voy a descansar mientras pienso en mi próximo turno de 24 horas, en el que espero tener la misma fortuna que hoy, en el que no se ha muerto ningún paciente.
P.D.: Esta ha sido la primera guardia en la que he realizado un “triaje de guerra”.
Se han producido varios incidentes de seguridad:
Primeras víctimas: el paciente detenido (con su herida vascular), el paciente con angioedema, (que pudo morir), el paciente con posible ictus (si se hubiera confirmado el diagnóstico, el retraso en el tratamiento hubiera empeorado en gran medida su pronóstico).
Segundas víctimas: La enfermera que trabajó ese día conmigo y no pudo realizar su trabajo con la necesaria tranquilidad y seguridad para los pacientes. Todos los salpicados por la sangre procedente de la herida del detenido y yo, como único profesional médico en el dispositivo, por el estado de presión asistencial y el tener que decidir a cuál paciente crítico valoro y trato primero. A pesar de no haber dormido ni un minuto en esas 24 horas, por la mañana en mi casa tampoco pude dormir, pensando en lo que pudo haber ocurrido a los pacientes que estuve atendiendo en este estresante turno de guardia.
Terceras víctimas: la Administración Sanitaria, veremos si esto no acaba en demandas por la tardanza en la atención de varios pacientes.
Lo penoso es que este es el pan nuestro de cada día en la mayor parte de los dispositivos de Urgencias extrahospitalarias de Madrid, que aún cuentan con médico presencial en las guardias.
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