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bocata de calamares
Columna
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El horóscopo es mentira; opinión impopular

Algunas creencias pseudocientíficas reviven en el hueco que deja la disminución de la religiosidad o la derrota de la idea de progreso ante la perspectiva de un futuro abolido

El puesto de una tarotista en la Feria Esotérica de Madrid, el 6 de octubre de 2024.
El puesto de una tarotista en la Feria Esotérica de Madrid, el 6 de octubre de 2024.S.C.F.
Sergio C. Fanjul

Huele a incienso, claro, y suenan unos tambores rituales de fondo. Hay un señor que no se sabe si está meditando o durmiendo la siesta. Abundan los grandes clásicos como las piedras o las joyas mágicas, la lectura de las runas o el tarot (una lectura completa, 40 euros), pero últimamente los ángeles, incluso los arcángeles, parecen ser tendencia. La Feria Esotérica de Madrid se celebra cada año en la estación de Chamartín y casi nunca me la pierdo. En un sitio te ofrecen fotografías del aura, al lado esperan los videntes de nombre exótico y un hombre, muy orgulloso, ofrece “tecnología cuántica” que, asegura, aumenta el aura de energía entre tres y cuatro veces (algo indispensable para aquellos que están en el camino del “despertar espiritual”). Una modesta exposición ahonda en los ciclos de la reencarnación. En un panel se plantea este debate: “¿Es la reencarnación de John Travolta o una coincidencia?”, refiriéndose al parecido del actor con una persona fotografiada en 1860. Hay quien dice que es, más bien, un viaje en el tiempo. Aquí todo es posible.

Por allí y por allá giran péndulos, se practica el reiki con grandes aspavientos o se cruzan varillas metálicas que detectan energías misteriosas. ¿El público de este esoterismo trash? Pues gente normal, mucha de ella joven: la astrología y otras pseudociencias lo petan en ciertas franjas de edad. Mi compañero Tini Portillo, que tiene la suerte y la desgracia de ser veinteañero, me ha contado que, en su generación, aunque a uno le parezca una patraña el horóscopo, mejor no decirlo: está mal visto, porque seguir el designio de los astros es guay.

(Inciso: es guay que los zetas sigan diciendo “guay”).

El horóscopo había sido erradicado en muchos medios de comunicación y arrinconado en la tele a esas franjas de madrugada donde los videntes seducen a la cámara con mirada intrigante y desparpajo almodovariano, pero hete aquí que, redes sociales mediante, vuelve a ser cosa cool, divertida, colorida, moderna. El argumento, entiendo, es el siguiente: sí, ya sabemos que el horóscopo no es conocimiento científico y que probablemente no sea muy eficaz en su propósito de predecir el futuro y catalogar a las personas, pero no seas un plúmbeo cientifista y déjanos echarnos unas risas con esta cosa tan simpática de los géminis y los piscis. Mis bendiciones.

Un stand dedicado a los ángeles en la Feria Esotérica de Madrid.
Un stand dedicado a los ángeles en la Feria Esotérica de Madrid.S.C.F.

Lo cierto es que el horóscopo puede ser muy divertido y, en general, hay mucha belleza en las ciencias ocultas y el esoterismo. Basta leer a Jorge Luis Borges, amigo de la cábala, la gnosis, los infinitos y los laberintos para descubrir lo que tiene de estético lo misterioso, o consultar el libro Visiones de fuego (La Felguera), de María Pandiello, para deleitarse con las imágenes que produjo la alquimia. En la exposición La torre invertida, en La Casa Encendida, se recorre el arte inspirado en los arcanos del tarot. Una buena introducción al ocultismo, la que utilicé en mi cada vez más lejana juventud, es la Historia de la filosofía oculta de Alexandrian, que publica Valdemar.

La magia natural, la alquimia o la astrología, fueron, además, siguiendo a la historiadora Frances Yates y su hipótesis hermética, fundamentales para el desarrollo de la ciencia moderna en el Renacimiento. En tiempos en los que el conocimiento solo se buscaba en los textos sagrados o los sabios griegos (también sagrados de algún modo); los magos naturales, los alquimistas y los astrólogos decidieron dejar de escrutar lo escrito e interrogar directamente a la naturaleza. Por eso Johannes Kepler o Isaac Newton, además de padres de la ciencia moderna, pasaron bastante tiempo dedicados a la pseudociencia, todavía no considerada como tal.

Pero del goce estético o el interés como manifestación cultural a tomarse en serio estas disciplinas hay un trecho: sería como seguir confiando en la teoría del flogisto o el éter luminífero. El conocimiento avanza, aunque no para todos, como se ve en la feria de Chamartín, donde se sigue fiando el futuro a velas olorosas y filtros de amor: el futuro es el gran objeto de este esoterismo ferial. Y es natural que cuando el porvenir se ve tan turbio se acuda en busca de pociones y pirámides que lo aclaren. El mercado global de la astrología fue valorado en 12.800 millones de dólares en el año 2021, según cita Yuval Noah Harari en su reciente ensayo Nexus (Debate), antes de explicar la influencia que esa pseudociencia, a pesar de su carácter supersticioso, ha tenido en la historia de la humanidad. Por ejemplo, condicionando las decisiones de tantos reyes y emperadores. Algunos gobernantes todavía se la toman en serio.

Puestos de tarotistas en la Feria Esotérica de Madrid.
Puestos de tarotistas en la Feria Esotérica de Madrid.S.C.F.

Que el horóscopo esté de moda y el esoterismo se mantenga en un mundo eminentemente científico-técnico (para bien y para mal) es algo que horrorizaría a Carl Sagan, pero que no es tan extraño. Una razón estriba en lo que Max Weber llamó desencantamiento del mundo: en una sociedad cada vez más racional y con menos espacio para lo espiritual, necesitamos aferrarnos a algo. La mentalidad posmoderna, que nivela todo tipo de discursos, científicos y pseudocientíficos, como construcciones sociales, allana el camino. La citada sensación de futuro abolido hace que, ante la incertidumbre, nos refugiemos en creencias obsoletas que prometen que cualquier cambio está en nuestra mano, o en la de nuestro mago de referencia.

Hay muchas fuerzas que, rebotadas en el muro del futuro, nos empujan a tiempos preilustrados, y no solo en cuestión de creencias: el ascenso de la extrema derecha asilvestrada y digital también propone un regreso a un estado previo a la Ilustración. El rechazo del racionalismo, el abrazo del autoritarismo y el nacionalismo, la injerencia de la religión en la política o la nostalgia de tradición. Y esto ya no tiene tanto brilli brilli como las cartas astrales. En la Feria Esotérica, un simpático duende da la bienvenida, pero unas temibles brujas son las que nos dicen adiós.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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