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Ni las torturas de la dictadura, ni las checas: así explica MAR que Ayuso vete recordar que la sede del Gobierno fue un centro de represión

Madrid está “plagada de inmuebles” en los que “se han cometido actos reprobables” sin que ninguna placa lo conmemore, dice en una carta a la que ha accedido EL PAÍS

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se saluda con Miguel Ángel Rodríguez, el jefe de gabinete de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, el 2 de mayo.
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se saluda con Miguel Ángel Rodríguez, el jefe de gabinete de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, el 2 de mayo.Claudio Álvarez
Juan José Mateo

“Vivimos en una ciudad, lamentablemente, plagada de inmuebles en cuyo seno se han cometido actos reprobables, como los sucedidos en las checas durante la Guerra Civil, sin que ninguna placa recuerde los horrores acaecidos”. La ciudad es Madrid. El autor de la frase es Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. Y su destinatario es el periodista Nino Olmeda que, a través de la comunicación que le dirige este alto cargo, conoce de primera mano los argumentos que han llevado al Gobierno regional a rechazar su petición de que una placa recuerde que la Real Casa de Correos, sede del Ejecutivo autonómico, fue un centro de detención y torturas durante la dictadura franquista.

Todo comienza el 22 de abril. Ese día, Olmeda registra un escrito ante la administración regional para pedir que el recuerdo de las torturas de la dictadura no muera con los torturados. “Sin memoria, los recuerdos se nublan y corremos el riesgo de repetir errores sangrientos del pasado”, argumenta en su solicitud. No tiene que esperar ni 72 horas para tener respuesta.

Primero, Miguel Ángel García Martín, el portavoz del Gobierno, rechaza sin matices la instalación de una placa conmemorativa en las paredes de granito del edificio. Inmediatamente, la presidenta regional valida su posicionamiento a través de sus redes sociales, en las que argumenta que en la fachada de la sede del Gobierno solo debe haber espacio para aquellas conmemoraciones que unan al pueblo de Madrid. Y ya más de dos semanas después, por escrito, Olmeda recibe la misiva de Miguel Ángel Rodríguez, conocido como MAR.

“Vivimos en una ciudad, lamentablemente, plagada de inmuebles en cuyo seno se han cometido actos reprobables, como los sucedidos en las checas durante la guerra civil, sin que ninguna placa recuerde los horrores acaecidos”, arranca el jefe de gabinete de Ayuso, que luego procede a recordar que el mismo edificio albergó, por ejemplo, el Ministerio de la Gobernación durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. “Y la antigua DGS [Dirección General de Seguridad] no fue, tampoco, el único lugar donde se pasaron por alto los derechos humanos durante la dictadura que siguió a la contienda”, añade en un texto al que ha accedido EL PAÍS.

“Pero la ausencia de placas no implica que se olvide a las víctimas ni los terribles sucesos perpetrados por alguno de los bandos que, una y otra vez, han divido España”, sigue. “Por ello, el Gobierno de la Comunidad de Madrid impulsa el estudio objetivo y sin condicionamientos ideológicos de nuestra Historia para que los totalitarismos y las luchas fratricidas no se vuelvan nunca a repetir”.

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Y apunta: “Como sabe, fue el primer presidente de esta región, el socialista Joaquín Leguina, quien decidió que la Real Casa de Correos acogiera la Presidencia de la Comunidad de Madrid, convirtiéndola en la casa de todos los ciudadanos y en un lugar de concordia y libertad, lo que en sí mismo ya es el mejor homenaje que se puede brindar a las personas que allí sufrieron”.

Este jueves, Olmeda relee la carta con gesto serio, quizá deteniéndose en las líneas que le trasladan su “pesar por la prisión que sufrió a causa de sus ideas políticas durante la dictadura de Franco”. Antes de hablar, el periodista abre de nuevo la misiva en su móvil. Cuando por fin lo hace, emplea las palabras sentidas de quien vio y sufrió, de quien escuchó los gritos y presenció las heridas, de quien para su desgracia conoce cómo operaba la Brigada Político Social de Roberto Conesa y Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño.

“Yo no pido juzgar a nadie, pido que se nos recuerde a las cerca de 200.000 personas que pasamos por ahí, y que haya memoria para los que fuimos detenidos y torturados”, explica Olmeda en la Asamblea de Madrid. “Dentro de unos años, no habrá gente que haya pasado por las cárceles de la dictadura española, y no se puede olvidar lo que ocurrió”, reclama este periodista, que se muestra contrario a justificar el veto a la instalación de la placa con el argumento de que el edificio ha sido sede de distintos organismos, o de que también hubo torturas en las checas.

“Lo que pasó durante la República ya lo juzgó Franco, que fusiló a miles de personas, y durante 40 años transformó totalmente la sociedad y la convirtió en un pensamiento único”, afirma. “La DGS estuvo en el corazón de la represión”, subraya. “Me llama bastante la atención que cuando [Miguel Ángel Rodríguez] recuerda las cosas que han sucedido en la Puerta del Sol, ya en democracia, cite solamente a Leguina, cuando el presidente Ruiz-Gallardón fue quien nos mostró a algunos periodistas las celdas donde se detenía y torturaba a, entre otros, su padre”.

Leguina, ya en democracia, tuvo que esperar años para que se marchara la policía y desaparecieran las celdas del edificio. En el entretanto, bromeaba con una frase (“espero que se lleven de aquí las mazmorras antes de que me metan en ellas”) para espantar los fantasmas de sus compañeros socialistas detenidos en aquellas mismas salas. Casi medio siglo después, pareciera que nada de eso ha ocurrido. Porque lo que no está, ni se ve, ni se recuerda.

Al llegar, el visitante se encuentra con tres placas: en recuerdo de los héroes del Dos de Mayo, de las víctimas de los atentados del 11-M y quienes las auxiliaron, y de los fallecidos por la pandemia de la covid. La memoria de lo que aquí ocurrió durante el franquismo depende de las hemerotecas, los libros, los documentales y quienes penaron entre esas paredes. Porque nada recuerda oficialmente que esos muros gruesos de granito hoy vestidos de la solemnidad gubernamental cobijaron en su día un centro de detención lleno de sufrimiento, terror y gritos.

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Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.
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