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Ser profesor LGTBI fuera del armario en la Comunidad de Madrid: “Los alumnos nos confían cosas que a otros no”

Cuatro docentes de distintas etapas educativas cuentan a EL PAÍS su experiencia como personas abiertamente gais, lesbianas, bisexuales y trans en la región

Leo Gómez, profesor de secundaria en un instituto de Madrid, el 27 de junio en Vallecas.
Leo Gómez, profesor de secundaria en un instituto de Madrid, el 27 de junio en Vallecas.Jaime Villanueva
Beatriz Olaizola

En Madrid hay una ley que en su artículo 32 dice así: “La Consejería competente en materia de educación incorporará la realidad lésbica, gay, bisexual, transexual, transgénero e intersexual en los contenidos transversales de formación de todo el alumnado”. Es la ley contra la LGTBIfobia, aprobada por unanimidad en la Asamblea en julio de 2016. La norma que Vox quiso ―y quiere todavía― derogar durante la anterior legislatura, y que la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, abrió la puerta a “modificar”.

También es la norma que ampara que se hable de distintos modelos de familia, de diversidad sexual o de identidad de género en las aulas. Y la que protege a todos aquellos docentes que en algún momento decidieron salir del armario en su lugar de trabajo. Cuatro de esos docentes, cada uno en una etapa educativa, han contado a EL PAÍS cómo es ser profesor abiertamente gay, lesbiana, bisexual o transexual en la región. Sus historias no son iguales, pero todos forman parte de la agrupación Docentes LGTBI+, que nació en 2019, y comparten la misma preocupación: los discursos discriminatorios o de odio ―impulsados por la ultraderecha en todo el mundo― calan en al alumnado, especialmente entre los adolescentes.

Leo Gómez, gay y no binario: “Si tuviera que censurar mi discurso no sé si compensaría”

Leo Gómez, profesor de secundaria en un colegio de la Comunidad de Madrid, el pasado 27 de junio.
Leo Gómez, profesor de secundaria en un colegio de la Comunidad de Madrid, el pasado 27 de junio. Jaime Villanueva

“Por mi pluma, por mis uñas pintadas o por mi maquillaje todo el mundo entiende que no soy heterosexual”, dice Leo Gómez, que se define como “marica no binaria [persona que no se identifica ni con el género masculino ni con el femenino]. Tiene 41 años, es de Málaga y trabaja como docente de secundaria en la Comunidad de Madrid desde hace casi siete años. “Vengo del mundo de la empresa y ahí aprendí a camuflarme”, recuerda. En 2016, año en que se aprobaron la ley contra la LGTBIfobia y la ley trans en la región, decidió dejar de hacerlo y salió del armario en el centro donde daba clase. “No es fácil. Cuando llegas no sabes cómo te van a recibir, porque la experiencia que tuvimos en la escuela no fue fantástica. Y puedes vestir como quieras, pero muchas veces te encuentras con la resistencia de alguien que te ve demasiado llamativa o que se preocupa por qué dirán los padres”, cuenta por teléfono.

En más de una ocasión, la dirección del instituto le ha pedido que se quite o cambie el color de las uñas, o que modifique parte de su estética. “En el primer centro donde trabajé, una alumna dijo en casa que era lesbiana. La madre me culpaba a mí y al final la cambiaron a un colegio privado religioso”, relata. Este curso, por ejemplo, la directora le dijo que habían recibido quejas porque, según algunos padres, estaban hablando a los jóvenes de hormonarse. “Lo único que hacemos es reunirnos con los estudiantes y que ellos hablen abiertamente de su identidad o lo que quieran. Nos confían cosas que a otros no”, explica. Los chavales ven en Gómez una persona cercana, que les pregunta cuáles son sus pronombres y que hace que se sientan escuchados: “Ven que su profe ha pasado por lo mismo que ellos y el alumnado que sufre violencia se atreve a compartirlo y a no quedarse escondido”.

Aun así, Gómez cuenta que “maricón” es todavía el insulto más popular en el patio. Le siguen “gorda” y “puta”. “El problema es que hace unos años, el [alumno] que tenía un discurso de odio no se atrevía a decirlo en voz alta [en clase]. Ahora sí”, dice. El motivo, cree Gómez, son los ataques políticos al colectivo por parte de la ultraderecha. “Parece que tenemos que tener vidas que se parezcan a la heterosexualidad y cuando no se parecen, molesta”, critica, y añade que los comentarios despectivos “han ido en aumento” entre los adolescentes. “Chavales que incluso se quieren salir de la clase cuando hablamos de estos temas, está pasando”.

También habla del miedo a que la normativa que protege a la comunidad LGTBI en Madrid desaparezca. En el debate de investidura, Ayuso recordó su compromiso de reformar la ley trans y de eliminar “contenidos ideológicos” de las aulas. “Si tengo un alumno trans en clase y me impiden hablar de los distintos cuerpos e identidades, le voy a estar diciendo a ese estudiante que su cuerpo y su identidad no son válidos”. Gómez no concibe su vida como docente sin haber salido del armario. “Pero si tuviera que censurar mi discurso, no sé si compensaría seguir en este trabajo”, plantea.

Mercedes Sánchez, lesbiana: “Seguiré saliendo del armario hasta que me jubile”

Mercedes Sánchez, profesora en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, en una foto cedida por ella.
Mercedes Sánchez, profesora en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, en una foto cedida por ella.

Desde hace 15 años, cada inicio de curso y delante de un aula abarrotada, Mercedes Sánchez saluda, dice su nombre y suelta lo siguiente: “Voy a ser vuestra profesora. Soy gorda, soy bollera, tengo pelo de oveja y si queréis ponerme un mote, que sea con algo que no os haya contado”. Es su carta de presentación desde 2008, el año en que salió del armario, aunque da clase en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense desde 1999. “Lo dije abiertamente en cuanto firmé el contrato indefinido. Hasta entonces, no. Nunca sabes qué puede pasar”, cuenta.

Sánchez co-fundó en 2016 la primera oficina de diversidad sexual e identidad de género de una universidad española. “Pero cuando llegué a la Complutense no había nada. Era una invisibilidad absoluta”. Nadie o casi nadie abordaba cuestiones LGTBI en el mundo académico, y tampoco con los alumnos. Las primeras jornadas dedicadas íntegramente al colectivo, recuerda, no llegaron hasta 2010, cinco años después de que se aprobara el matrimonio homosexual en España. “Da miedo empezar a hacer algo. Había un vacío y eran temas que no se hablaban. Luego, cuando sí se trataban, veíamos que generaban muchísimo interés”. Por eso y ya sin miedo a perder el empleo, empezó a hablar de su sexualidad. “En cuanto lo dices, el poder lo tienes tú, no los demás”.

Para ella, ser abiertamente lesbiana en su entorno laboral es “fundamental”: “Seguiré saliendo del armario en clase hasta que me jubile”. Aun así, admite que le “asusta lo que pueda pasar el 23 de julio”, el día de las elecciones generales. “Ahora mismo tenemos leyes que nos amparan, pero si se derogan, si se va para atrás, si empieza a haber listas negras [en 2019 Vox propuso en la Comunidad de Madrid identificar a quienes daban charlas LGTBI en colegios], si llega el pin parental...”. Sánchez no quiere imaginarlo y teme por su situación como docente, pero especialmente por la de sus alumnos. “Estamos hablando de estudiantes que pueden pensar que lo que son no es legítimo, que pueden ser víctimas de acoso en las aulas y que no se intervenga porque no haya herramientas legales. Son las vidas de un montón de personas, no es ideología”. En los últimos cuatro años, dice Sánchez, algo ha cambiado: “No hemos dejado de mencionarlo, pero sabes que cuando lo haces puede haber repercusiones. Temas que antes se percibían como algo novedoso, ahora hay quienes han pasado a criticarlos”.

Math de Andrés, persona trans no binaria: “Para los alumnos soy el referente que yo nunca tuve”

Math de Andrés, docente LGTB en la Comunidad de Madrid, en el centro comercial La Gavia, el 27 de julio.
Math de Andrés, docente LGTB en la Comunidad de Madrid, en el centro comercial La Gavia, el 27 de julio. Samuel Sánchez

Pocos meses antes de presentarse a la oposición, Math de Andrés, de 31 años, tramitó el cambio de nombre en los documentos oficiales, y la semana anterior a empezar a trabajar, se operó el pecho. “Fue un cambio muy visible”, recuerda. Es docente de educación especial y en los últimos tres años ha dado clase a alumos de infantil, primaria y secundaria en varios colegios. “Cuando tenía confianza o sentía que el ambiente en el centro era seguro, me abría”, cuenta. Se refiere a decir abiertamente que es una persona trans no binaria y que prefiere que le traten con el pronombre elle. Ha sido este último curso cuando ha empezado a visbilizarlo más. “Es complicado [ser visible], porque tienes que convivir un año, al menos, en un mismo centro. No es como una amistad, que te puedes alejar si no te acepta”.

Durante sus años de colegio, instituto y universidad, de Andrés no tuvo ningún referente trans no binario. “Solo estaba La Veneno. Si lo único que ves es que si eres como eres vas a acabar puta y asesinada, igual te lo piensas. Pero si sabes que hay profes, médicos, administrativos, es otra historia. Igual la cajera del Mercadona es cajere y eso abre un mundo nuevo para ti”, explica. Estar fuera del armario, cuenta, supone ser libre, no tener que disimular, esconder o cambiar partes de su identidad: “Para el alumnado soy el referente que nunca tuve. Podría haberme entendido antes, aprendido quererme y respetarme. Hasta que descubrí la etiqueta con 22 años, no tenía las palabras para expresar quién era. Si ayudamos a que personas de 15 años hablen de sus dudas y se sientan libres, les damos años de ventaja. Es bonito y da envidia”.

De Andrés también ha percibido cómo los comentarios de odio empiezan a darse más entre los alumnos: “Antes decían cosas por lo bajo, había miradas o cuchicheos. Ahora es más de frente. No te lo dicen a ti directamente, pero hablan despectivamente del colectivo en tercera persona. Por ejemplo, ‘es que los trans están pirados’. Lo que eran comentarios de esquina, se han convertido en frases que dicen en voz alta y en mitad de una clase”, cuenta. Como al resto de docentes, le preocupa que en otras comunidades la ultraderecha llegue a puestos políticos relevantes [como ha ocurrido en Aragón o Valencia] y todos los derechos conquistados se vean cercenados. “No quiero volver al armario. No vamos a desaparecer y a escondernos en una cueva. Me alegro hasta de que el PP haya conseguido la mayoría en Madrid y no tenga que pactar con Vox”, confiesa.

Laura Canguro, bisexual: “Leer cuentos con personas LGTBI les muestra que otra realidad es posible”

Laura Canguro, profesora de educación infantil en Madrid, posa en el Palacio de Cristal, en una foto cedida por ella.
Laura Canguro, profesora de educación infantil en Madrid, posa en el Palacio de Cristal, en una foto cedida por ella.

Laura Canguro dice que sus alumnos lo entienden todo. Tiene 30 años y es profesora de educación infantil en un colegio al noreste de Madrid desde 2016: “Me tienen como referente del colectivo, aunque no le he ido diciendo a cada persona que soy bisexual. Pero cuando me topo con algún comentario, sí me he expuesto y visibilizado, para abrir ciertos melones”. En clase, lee libros con protagonistas del colectivo, por ejemplo, o habla de los distintos tipos de familia. “No tiene que haber un caso en el aula para que se aborde. Leer cuentos con personas LGTBI les da a entender que otra realidad posible”, cuenta, y los niños lo asimilan en cuanto lo escuchan: “No se extrañan, ni lo juzgan”.

Canguro cree que con su estética ―pelo negro y rosa y rapado por el lado, por ejemplo― ya abre el abanico de posibilidades en la mente de los alumnos, porque les aleja de la imagen convencional del docente. “Suelen tener muchas inquietudes con los roles de género: el pintarse las uñas, tener que jugar a según qué cosas por ser niño o niña. Y lo preguntan. También hablan de su cuerpo y empiezan a identificar las distintas partes”, relata la profesora. Es ahí cuando decide dar un paso más y explicarles “que no siempre lo niños tienen pene y las niñas vulva”. “Te responden: ‘Ah, vale’. De forma súper natural”.

Aun así, cree que todavía es necesario “darle más voz” en los centros educativos, especialmente ahora, que se ponen en cuestión los contenidos de temática LGTBI en las aulas. “El poder mostrar la diversidad y que el currículo escolar esté para respaldar eso es muy importante. Que ahora se ponga en cuestionamiento no lo entiendo, es atacar la identidad de docentes y alumnos”. Hasta los 22 años, Canguro no supo que era bisexual. “No me había parado a pensarlo. Crecí en una rueda de A,B,C,D. Ahora toca hacer esto, ahora esto otro. Si hubiera tenido un referente, quizá habría sido distinto”.

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Sobre la firma

Beatriz Olaizola
Es reportera en la sección de Madrid. Antes escribió reportajes para eldiario.es en el País Vasco, donde cubrió sucesos y temas sociales, políticos y culturales. También realizó prácticas en la Agencia EFE. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS.

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