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El calor va por barrios y por bolsillos en Madrid: 25° en un piso del distrito de Salamanca, 34° en una casa del de Vallecas

Acciones cotidianas como dormir, trabajar, moverse por la ciudad o hacer la compra se han convertido en actividades de alto riesgo, como demuestran las mediciones de este diario tomadas en espacios interiores

La temperatura, el martes, en el interior de un supermercado del centro de Madrid con un fallo en el sistema de ventilación.
La temperatura, el martes, en el interior de un supermercado del centro de Madrid con un fallo en el sistema de ventilación.Clara Brascia
Clara Angela Brascia

La segunda ola de calor de la temporada es historia, en teoría. El martes, la caída de las temperaturas en Madrid fue de 4°, pero las previsiones apuntan a que el calor sofocante va a volver a extenderse a partir del jueves y es probable se vuelvan a dar las condiciones de ola de calor. De hecho, está por ver si finalmente se trata todo de una misma y larga ola, porque dos episodios separados por un día se consideran una única ola. Acciones cotidianas como dormir, trabajar, moverse por la ciudad o hacer la compra se han convertido en actividades de alto riesgo. El calor, sin embargo, va por barrios y por bolsillos, según demuestran las mediciones que este diario registró en espacios interiores de la ciudad a lo largo del martes.

Isabel Herizo (70 años) vive en el número 1 de la calle del General Díaz Porlier, en el corazón del distrito de Salamanca. Durante la ola de calor no tuvo nunca problemas para quedarse dormida. “Es un piso antiguo, con las paredes gruesas y muy buena ventilación”, explica en la puerta de su hogar. Acaba de volver de hacer la compra y la casa está en penumbra, porque antes de salir bajó las persianas para que no entrara el sol. La primera cosa que hace, tras posar las bolsas en el suelo, es dirigirse al termostato del aire acondicionado, que fija en 25°. “De noche está bien, pero de día necesita un empujón”, dice.

Al otro lado de la ciudad, Julián Rosado (93 años) lo pasa mucho peor. “Aquí dentro hay la misma temperatura que en la calle”, afirma cuando abre la puerta de su casa baja en Entrevías, en el distrito de Puente de Vallecas. El termómetro marca 34º, y Rosado y su esposa cuentan solo con un par de ventiladores para remover el aire caliente que llena el lugar. “Dormir es complicado”, reconoce. “Por la tarde llegan mis hijos y estamos todos en el mismo cuarto”.

La temperatura en una casa baja en Entrevías, recién medida en su interior.
La temperatura en una casa baja en Entrevías, recién medida en su interior.Clara Brascia

Después de una noche empapando las sábanas de sudor, hay quien encuentra la salvación en el aire acondicionado del lugar de trabajo. Es el caso de los sanitarios del centro de salud de la calle de Segovia, en el distrito Centro, que atienden a los pacientes en una acogedora sala de espera a 27º. También los trabajadores de El Corte Inglés de la plaza de Callao lo tienen fácil. En el centro comercial, que durante las olas de calor se convierte en un refugio climático, el termómetro marca la misma temperatura. Ya sea para comprar unos zapatos, mirar los precios de un smartphone que no se acabarán llevando, hacer la compra en el supermercado o tomarse una cerveza en la terraza con vistas a la Gran Vía, al establecimiento no le faltan clientes en los días de calor.

María Gutiérrez, de 37 años, no tuvo la misma suerte cuando decidió hacer la compra en un supermercado de la calle de Toledo. “¡Qué horror! ¿Cómo puede ser que la gente no se desmaye?”, chilla agitada entre los pasillos, donde el termómetro marca 32º. “Llevamos un mes con el aire acondicionado roto. Estoy rezando para que lo reparen”, explica un trabajador que repone bebidas energéticas chorreando sudor.

No hace falta trabajar en la calle o tener que lidiar con un fallo en el sistema de ventilación para pasarlo mal. Álvaro Solanas, de 38 años, repara coches en un taller del polígono industrial en el distrito de Ciudad Lineal. El techo es de uralita, y el lugar se transforma rápidamente en un invernadero. A las 12 de la mañana ya se alcanzan los 32º —cuatro más que en los exteriores—, aunque Solanas asegura que es durante las últimas horas de trabajo cuando lo pasan peor. “A las cuatro de la tarde tenemos que apagar los ventiladores porque sale aire caliente. La semana pasada alcanzamos los 38 grados y medio: un infierno”, recuerda.

Son pocos los lugares en los que es posible refrescarse sin tener que pagar ni un solo euro. Si se consigue aguantar la espera hacia las taquillas —30º bajo la sombra de las sombrillas— el Museo del Prado es un refugio ideal. Gratuito para los estudiantes, las personas en situación de desempleo y a partir de las seis de la tarde, en sus pasillos los termómetros marcan los 28º. A pesar de no estar particularmente concurrido, este martes no quedaba ni un solo banquillo libre en la galería del museo, y no todos los visitantes se veían particularmente interesados en la obra de Rubens. “Claro que aprovechamos el fresquito para descansar”, aclara una alemana de 45 años.

En el museo del Prado la temperatura alcanzaba los 28º.
En el museo del Prado la temperatura alcanzaba los 28º.Clara Brascia

Antiguo y de piedra, no siempre es sinónimo de fresco. La iglesia de San Martín de Tours, al lado de la plaza de la Luna en Malasaña, en Centro, tiene tres siglos de historia y 31º, a pesar de que en la calle había dos grados menos. Una familia de turistas franceses resistió cuatro minutos antes de darse la vuelta y salir por la misma puerta por la que habían entrado. Siguiente parada: El Corte Inglés.

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Sobre la firma

Clara Angela Brascia
Reportera italiana asentada en Madrid desde 2019. Después de pasar por las secciones de Local y Sociedad, ahora escribe reportajes de Tecnología y Salud. En eldiario.es ha escrito sobre temas sociales y económicos. Graduada en Literaturas Comparadas por la Universidad de Turín y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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