Toyo Ito se estrella en Vallecas
El parque que este prestigioso arquitecto japonés concibió en La Gavia nunca llegó a término por falta de presupuesto y se inaugura casi dos décadas después con otro proyecto
Apenas se intuye la mano de Toyo Ito en el nuevo parque madrileño de La Gavia. Al arquitecto nipón le fue adjudicado el diseño de estas 40 hectáreas en 2003, una década antes de que se alzase con el premio Prizker, pero sus rompedoras aspiraciones chocaron en seguida con la ventanilla cerrada de la Administración. Al menos eso refiere Shuichi Kobari, el director de su oficina española: “Proponíamos reciclar el agua de una cercana depuradora para llenar seis estanques de uso lúdico. Aquello presentaba problemas normativos que costó superar. Después, llegaría el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que paralizó el desarrollo del ensanche de Vallecas. Las prioridades cambiaron”. Tanto es así que el proyecto naufragó, relegando la zona al abandono durante un lustro. Hasta que el Consistorio de Manuela Carmena sacó a concurso una nueva licitación para rematar el parque, que por fin ha abierto sus puertas el mes pasado.
De esta conclusión se encargó una firma de ingenieros que aprovecha los pocos elementos que Ito pudo poner en pie. Aunque nunca contactaron con su autor, como denuncia Kobari. Las excavaciones y movimientos de tierra ya habían acondicionado una orografía dentada que conforman colinas y lomas. Quedaba pendiente la recuperación del arroyo, recreado ahora como un curso de caudal permanente que se depura mediante energía eléctrica. El proyecto de Ito, sin embargo, iba un paso más allá en sus pretensiones ecologistas. Preveía que el agua de la planta viajara por canales, compuertas, filtros de grava y humedales que la purificaran del todo antes de su incorporación a la rivera. Sobre este corredor, hoy se abren paso diversos ambientes forestales propios del clima mesetario. Todo surcado por una red de caminos de tierra, incluyendo senderos históricos como el de Magdalena o la cañada del Santísimo.
Aunque ahora pueda verse en el Parque Caleido de la capital, aquel pionero sistema de conductos depuradores no tenía entonces parangón. Requería de ajustes legales y lo cierto es que las complicaciones burocráticas que Kobari menta derivaron en una falta de financiación. El Ayuntamiento de Madrid llegó a incumplir los plazos constructivos establecidos por la Unión Europea. Perdió así buena parte de los fondos de cohesión que iban a financiar tres cuartas partes del proyecto, cuyo presupuesto inicial ascendía a 18 millones de euros. La culminación de las obras dejó de concernir en 2010 a la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo (EMVS), pasando a depender de la partida olímpica. La comisión de los Juegos había solicitado seis años antes a Ito la proyección de un canal de aguas bravas en la cuña sur del parque de La Gavia. Una instalación deportiva que tampoco llegó a fructificar.
Parecería complicado deslindar la vanguardia arquitectónica y ese “gran despilfarro” que Carmena denunciaría en su primera visita como regidora al ensanche de Vallecas. ¿Se trataba de un programa demasiado ambicioso? El decano de los arquitectos madrileños Sigfrido Herráez, concejal de Vivienda cuando en 2003 el parque salió a concurso, responde: “El conjunto era una gran zona verde de esparcimiento que funcionaba a la vez como depuradora. Una iniciativa de gran valor ecológico todavía hoy, casi dos décadas después. Yo mismo fui a Bruselas para obtener la financiación necesaria. Lo que no se entiende es que aquello se abandonara y después haya metido mano un equipo de ingenieros fuera del control de los autores. El estudio de Ito podría haber reclamado sus derechos por la vía legal”.
Los exalcaldes Alberto Ruíz Gallardón y Ana Botella plantaron sendos árboles en un parque de La Gavia que pese a todo nunca llegó a arriarse como bandera de la ciudad. El actual diseño distingue cuatro colinas con nombres propios y usos diferenciados. Están dedicadas al deporte sobre ruedas, al vuelo con cometas, al juego infantil y a las actividades en familia. Esta última localización cuenta con amplias sombras, mesas de picnic y suelos de tierra. Adosado a la primera colina se eleva el rocódromo, una pared provista con vías para todos los niveles. Se hallan más allá las instalaciones de parkour, donde dos miradores conceden una vista panorámica del arroyo y sus pasaderas. Se atrevió a cruzarlas en la inauguración el alcalde José Luis Martínez Almeida. Y triunfante, proclamó desde la otra orilla: “¡Plazos cumplidos!”
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