Biuti Bambú, dos voces femeninas para tiempos de resiliencia
Ichi Segovia y la actriz Clara Alvarado retratan las dificultades de la generación milenial mediante un dúo de “pop feliz, pero con mensaje”
El día que escogieron el nombre de la banda no cayeron en la cuenta, pero hoy a Ichi Segovia y Clara Alvarado, las artífices de Biuti Bambú, les divierte pensar que sus iniciales artísticas coinciden con las de Brigitte Bardot. A fin de cuentas, ellas también saben mucho de coraje, pundonor, vitalidad, orgullo por el trabajo bien hecho. Son expertas en resiliencia, ahora que ese término hasta hace poco enigmático se ha colado en nuestro vocabulario más recurrente. Porque, más allá de su frescura sonora y arrollador encanto personal, saben poner voz a las congojas de una generación para la que la vida no deja de comportarse como una aventura de alto riesgo.
A Clara (Navalmoral de la Mata, Cáceres, 31 años) la asociamos enseguida con Ariadna Cascales, la rehén de los atracadores de La casa de papel (Netflix), aunque su versatilidad interpretativa también le ha permitido frecuentar musicales o el circuito de teatro alternativo. Icíar, o Ichi, madrileña de 33 años recién cumplidos, se formó en gestión comercial y completó un máster de inteligencia emocional, pero su pasión melómana la llevó hasta México y ha encabezado distintas bandas de versiones, como Black Rainbow o Girl Power Time. Tenían amigos comunes, coincidieron en fiestas y saraos, se caían bien. Pero la confluencia definitiva llegó el día en que Daniel Guadaño, bajista de Taburete, les sugirió que probasen a cantar algo juntas durante una jam en la sala Honky Tonk. Probaron suerte con Come what may, la canción de los enamorados en Moulin Rouge, y el flechazo emocional resultó más intenso aún que el de Nicole Kidman y Ewan McGregor en la película. “Fue una conexión muy fuerte, como si nos estuviésemos mirando muy dentro la una a la otra”, resume Segovia. Y hasta hoy.
Nada está siendo sencillo desde entonces, porque las dificultades y los reveses ya eran consustanciales a su generación incluso desde antes de la pandemia, pero ahora mismo el destino les guiña el ojo. Biuti Bambú se han convertido en el flamante y más reciente fichaje de Metales Preciosos, el nuevo sello discográfico de Charlie Sánchez, expresidente de Warner Music en España. Las dos se han propuesto patentar una fórmula de “felicidad sonora con letras concienciadas”: música radiante, plácida y fresca (acaban de permitirse incluso una lectura de Acalorado, el viejo éxito veraniego de Los Diablos), pero con un sustrato de reflexión y hondura. Me quiero, un himno de autoafirmación en femenino frente a las relaciones tóxicas, sirve como buen ejemplo de sus intenciones. “Nos encanta hablar en un momento dado del sol, el amor y las nubes, pero no somos Mr Wonderful, definitivamente”, resume Ichi con su sonrisa perenne. “Y menos ahora”, tercia Clara, “en que la pandemia nos ha enfrentado a nuestra esencia más cruda y nos obliga a reinventarnos, a mirar a nuestro interior”.
Sabe bien de lo que habla. Cuando sobrevino la tragedia, en marzo de 2020, Alvarado abandonó guiones, ensayos y demás compromisos adquiridos como actriz para enfundarse por primera vez en su vida la bata de enfermera. “Había terminado la carrera en 2012”, recapitula, “pero no llegué a ejercer ni un solo día: me puse a poner copas en Malasaña para poder centrarme en los estudios de arte dramático. Evidentemente, los aprendizajes de las semanas en el hospital fueron más intensos que los de cualquier escuela de actores. Lidiábamos con la muerte a diario, la realidad nos obligaba a poner los pies en la tierra. Vivía sola en Madrid y cada noche llamaba a Ichi, envuelta en lágrimas”.
Segovia también aprendió de lo lindo, evidentemente. Ella apenas había desarrollado aún sus habilidades como preparadora personal, pero se involucró de manera desinteresada en distintos proyectos para brindar ayuda a quienes se sentían más solos, desconcertados o atenazados por el miedo. Trató a muchas personas mayores, claro, pero también le sirvió de ancla a un montón de veinteañeros y adolescentes. “Los jóvenes nos habíamos habituado a vivir siempre hacia fuera, a partir de nuestras manifestaciones públicas y las relaciones con los demás. Tuve que explicar a muchos chavales el valor de encerrarse a dibujar o escribir un diario”.
Ese mismo público joven, atrapado entre la curiosidad y el desconcierto, es el que ahora sigue las aventuras musicales de Biuti Bambú. Son oyentes con menos primaveras aún sobre las espaldas que Clara e Icíar, seguidores que adoran fotografiarse con dos muchachas tan empáticas y subir de inmediato la imagen, orgullosos, a las redes sociales. Las biutis han asumido y asimilado estos rigores de la vida modernísima, no se resisten al ritual y han desarrollado habilidades en el arte del selfi y demás expresiones de este mundo a todo trapo. “Pero nunca, nunca renunciaremos a nuestras raíces y esencias”, advierte Clara. “El presente no nos convence; simplemente lo asumimos. Sé lo que significa contar con muchos seguidores en Instagram [suma casi 580.000], pero no hay nada que nos guste más que perdernos en una playa solitaria y pasarnos siete horas cantando y riendo, sin coger el móvil, consultar el wasap ni compartir ese momento con nadie”.
Se dicen hijas de una generación que creció en la abundancia, padres y madres que con tenacidad y esfuerzo “podían aspirar a casa propia, carrera universitaria, hijos y un buen coche”. Su música pretende servir, en cambio, “como expresión de quienes convivimos con la dificultad como el pan nuestro de cada día”. Alvarado lidia cada fin de mes con sus incertidumbres como actriz, con “ese equilibrio profesional, emocional y espiritual tan complejo” de quien se ha propuesto subsistir en una urbe con los alquileres desbocados. Segovia imprimió un severo volantazo a su vida el pasado 1 de septiembre cuando, agotada de los precios en Malasaña, se mudó a Burgohondo, un diminuto pueblito en Ávila, para trabajar desde ahí como coordinadora de eventos en el cercano Parador Nacional de Gredos. Sobrevivir, siempre sobrevivir.
Pero, como avisaba la célebre canción de Coldplay, nadie dijo que fuera sencillo. Clara e Icíar celebran cada pequeño paso adelante con Biuti Bambú como una conquista y han asumido como propio un lema eminentemente motivacional: “Si quieres llegar pronto ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado”. En la “era del estímulo, el ruido y los impacientes”, en definición de Alvarado, ellas se han propuesto combatir las adversidades a golpe de resiliencia. Quienes las conocen se quedan prendadas de su autenticidad: son fotogénicas, pero aborrecen el mero postureo. “¡Nunca tendremos perfil de TikTok, ni de coña!”, se descacharran al unísono. Y, como prueba de su encanto personal, Clara avisa: “A Ichi ya la llaman en su pueblito la alcaldesa. Lo dicen medio en broma, pero yo lo aviso muy en serio. La futura alcaldesa de Burgohondo será Ichi Segovia…”.
Autorretrato en seis canciones para un rostro de Netflix
A Clara Alvarado le piden infinidad de autógrafos como actriz de una serie con millones de seguidores por medio planeta, gracias a que La casa de papel forma parte del catálogo de Netflix, pero tanto ella como Ichi Segovia coinciden en su condición de “melómanas ante todo”. Se dicen eclécticas y omnívoras en sus gustos, lo que explica esa capacidad para atreverse con versiones casi ilimitadas y las influencias múltiples del repertorio propio. “Estamos entre la canción de autor y el pop mayoritario. Lo nuestro es un híbrido arriesgado”, resumen. Y esa versatilidad se refleja cuando le pedimos a Alvarado que se autorretrate a través de las seis canciones que más la han definido e influido a lo largo de las décadas. Sus predilectas son estas:
Se detuvo abril, de Ana Belén:
“No hay mes de abril en el que no cante con mi madre esta canción. Me ha transmitido el mejor gusto musical posible y desde muy pequeña la he escuchado tarareando canciones de Ana Belén. El mensaje que transmite de paciencia y crecimiento me acompaña siempre en cada etapa vital”.
Africa, de Toto:
“Serán las armonías, el ritmo, la sensación de magnitud o lo épico, no lo sé, pero desde la primera vez que escuché esta canción en la radio se convirtió en una de mis canciones preferidas. Cuando estoy un poco agobiada me pongo este estribillo a tope y me calma muchísimo. Es imposible que la escuche solo una vez”.
El pozo de Arán, de Carlos Núñez:
"Con esta canción conecto directamente con mi infancia y la naturaleza, con la sensación de curiosidad constante. La voz aterciopelada de la cantante y el sonido de la flauta me fascinan y me transportan a lugares libres y en calma donde todo está bien. Recuerdo que fue un exitazo y no paraba de escucharla en la radio”.
Love her madly, de The Doors:
“Bastó escuchar un trocito de esta canción en la película de Forrest Gump para querer escucharla todo el rato. Pero no sabía cómo: ignoraba el título y el nombre del grupo. Los Doors figuran entre mis grupos favoritos, sin duda: su sonido, sus arreglos increíbles, ese rollazo. He escuchado el vinilo de L.A. Woman muchísimas veces. Se lo cojo prestado a mi padre, que también puede presumir de buen gusto musical. He tenido mucha suerte”.
Oh Long Johnson, de Miss Caffeína:
“Una de mis canciones favoritas para venirse arriba. Además, conecta con una etapa de mi vida muy bonita que ha supuesto un antes y un después. Su mensaje es quedarte con lo bueno, con “quien te salve la semana” y ser feliz. Me pone de muy buen humor. Y además, instrumentalmente es una bomba”.
Emmylou, de First Aid Kit:
“Estas dos hermanas suecas han sido toda una revelación en los últimos dos años. Me fascinan. Este tema en concreto abre con el sonido del steel guitar y es una maravilla. El tándem que forman estas dos mujeres nos sirve como referencia fundamental para Biuti Bambú. Las admiramos muchísimo y es el grupo que me ha salvado musicalmente durante la pandemia”.
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