Una familia de tangueros y su ‘Alma de Bohemio’
La Porteña Tango, con 13 años de trayectoria y casi 700 conciertos, estrena este lunes su recorrido por la historia del género nacido en Buenos Aires
De lejos parecen tres rockeros en la acera de la Gran Vía. Dos de pelo largo, la guitarra eléctrica Gibson y abrigos de cuero. Pero de repente el más joven del trío saca un bandoneón. “Es de mil nueve catorce, viste”, señala mientras muestra los apaños que tiene este instrumento de producción alemana pero arraigo argentino. Los integrantes de La Porteña tocan tangos y milongas y son el grupo dedicado al género que tienen más presentaciones en Europa -casi 700- desde que se juntaron por primera vez en Madrid hace 13 años. Sus fundadores, Federico Peuvrel y Alejandro Picciano, con los años, han conformado una familia en el sentido literal, cuando se incorporó a la formación Matías, hijo de Picciano. Tras el retraso de más de un mes causado por la nieve, este lunes el trío estrena en el teatro EDP Gran Vía Alma de Bohemio, un recorrido por la historia del género con un homenaje especial por el centenario de Astor Piazzolla. Para estos tangueros de raíces rockeras la pandemia y Filomena no ha sido más que un bache; acostumbrados a empezar de cero después de cada gira, lo importante es que no pare la energía única que se produce cuando hacen música.
La vida entera de Alejandro Picciano, de 51 años, ha girado en torno a esa energía por convicción propia. “En mi casa el dispositivo más respetado era el televisor, no el tocadiscos”, cuenta mientras recuerda sus inicios musicales autodidactas de la adolescencia. Siempre ha estado en grupos, principalmente de rock con mezclas folclóricas argentinas, pero el tango y sus letras nunca han dejado de estar presentes; aunque por mucho tiempo le generó cierto rechazo por la manera en que fue utilizado como una especia de exaltación nacionalista -algo que evita a toda costa con su propia música-.
En 2002 aterrizó por primera vez en Madrid con su banda en aquel momento, expulsado del país, como tantos otros, por la crisis del corralito. “Llegamos con nuestros instrumentos y nos metimos todos en una pieza en la calle de la Magdalena. Estábamos probando suerte y conseguimos nuestro primer concierto un mes y medio después”, relata mientras toma uno de los muchos cafés americanos que bebe en el día. Desde entonces no se ha ido nunca del todo de España, que, dice, conoce casi tan bien como su país natal.
Después de que se separara la banda con la que llegó a Madrid, tras tres discos grabados, Picciano se dedicó a tocar tango en bares con su novia del momento; él a la guitarra eléctrica, ella cantando los tangos que eran solicitados. Una noche se presentó en el bar Litto Nebbia, mítico rockero y productor argentino. “Estaba cagado. Cabían 30 personas, pero ese día solo estaba Litto, que se pasó todo el tiempo mirando para abajo. Cuando se acabó yo le dije resignado: ‘no voy más a las compañías de discos, que no te da bola nadie. Estoy podrido, doy clases, toco tango, no me importa nada’. Y me dice: ‘mándame todo lo que tengas y el disco lo grabo yo’. El contrato discográfico se firmó a las tres de la mañana”, relata Picciano. En ese mismo bar madrileño conoció al poco tiempo a su contemporáneo Federico Peuvrel, otro porteño recién llegado de Italia. Él también tocaba tangos, pero instrumentales con el piano. Se juntaron y nació así en 2008 La Porteña.
Nunca hubo dudas de que iban a tocar tangos, pero lo iban a hacer a su manera, como una familia. “Para mí esa es la única manera de hacer música. Si no lo hacés con la ilusión de que tocás con gente que querés, con gente que matarías a guitarrazos, no sucede la magia. Podés ser más profesional, pero esa energía primigenia es indispensable”, cuenta apasionado Picciano.
Esta filosofía se la heredó a su hijo, Matías, que ahora tiene 25 años. Él se quedó en Buenos Aires cuando su padre partió a España en 2002, pero lo venía a visitar cada verano; y ahí, viéndolo tocar o compartiendo un asado con él, decidió que él también quería ser músico. “¡Siempre ha querido ser como su papá! ¡Voy a llorar!”, bromea Picciano. Aunque le hubiera gustado venir a vivir en España antes, Matías tuvo que esperar hasta cumplir los 18 para cruzar el Atlántico y asentarse en Madrid. Para ese momento ya tocaba el bandoneón y rápidamente entró a La Porteña, haciéndose con el lugar al disipar las dudas de Peuvrel tras un ensayo en el que tocó sin mirar las notas, aportando su actitud y conectando naturalmente con la energía cuidadosamente libre que surgió entre los tres.
Matías también entendió el concepto de La Porteña inmediatamente. “Le decís tango a alguien y se le vienen 20 clichés a la cabeza. El traje, la pajarita, la rosa. Pero el tango es mucho más que eso”, explica Matías. Lo interrumpe su padre y continúa la idea: “Nosotros mantenemos la esencia del tango -viene del ritmo de esclavos, tangó, un poco como el blues- y le metemos nuestras cosas, como la guitarra eléctrica. Pero eso siempre ha sido así, la música tiene que evolucionar, no vamos a tocar como en los años 20”. El resultado es un espectáculo que le hace justicia al género más allá de los estereotipos, pero que igualmente está pensado para entretener a un público ajeno al tango; con sus letras finas -interpretadas en este caso por Melisa Fernández- y acompañados por un grupo de bailarines que sobre el escenario también hacen parte de la familia porteña.
Con esta fórmula La Porteña ha tocado en 20 países distintos, en escenarios de todos los tamaños y para una variedad inmensa de públicos. Tras un parón en seco causado por la pandemia -durante la cual han dado clases para mantener algunos ingresos- vuelven este lunes con Alma de Bohemio, un montaje que invita a pasear por la historia del género nacido en los puertos del Río de la Plata. “Se entrelazan la música, la danza y las historias en las letras de las canciones que tienen una filosofía particular y van desde las emociones más profundas, a la picardía o el humor”, explica Picciano. Por ahora está cerrada una gira nacional, con fechas todavía por confirmar, pero esperan poder volver a tocar en otros países pronto, porque no hay nada como la emoción de conocer tantos lugares haciendo lo que más te gusta y en tan buena compañía.
La Porteña Tango presenta Alma de Bohemio este lunes 1 de marzo a las 20.00 en el teatro EDP Gran Vía (C/ Gran Vía, 66). Las entradas empiezan a 15 euros.
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