“Quien se mude a otro país va a hacerlo cada vez más a menudo buscando la felicidad en vez de la comodidad”
Paqui Peña ha regresado a ‘Madrileños por el mundo’ tras unos meses trabajando sin salir de la región por el confinamiento
Esta mostoleña de 50 años lleva casi una década viajando unos 10 días al mes, pero la pandemia cortó su racha, confinándola en Madrid durante meses. Tras ese tiempo de vuelta en la capital, Paqui Peña, la reportera de Madrileños por el mundo (Telemadrid), ha vuelto a la rutina viajera. La periodista nómada, que se ha vuelto viral en redes con algunos de sus directos, ha aprendido en sus visitas a otros países mucho sobre esos paisanos errantes cuya vida muestra en el programa, pero también de las diferentes sociedades que habitan el planeta. Y no tiene planeado dejar de hacerlo.
¿Cómo ha cambiado el perfil del madrileño que vive en otros países a lo largo de sus años en el programa?
Hace seis años se notaba la fuga de cerebros, tan conocida. Era cierto porque te encontrabas a muchísimos madrileños que eran ingenieros, médicos o científicos que aquí no habían tenido una oportunidad y se fueron a otro país. Pero últimamente me doy cuenta de que hay mucha gente que se ha ido por placer. O tienen un alquiler del que pueden vivir, o se ponen un bar en la playa y se ganan la vida de otra manera. Yo creo que quien se mude a otro país va a hacerlo cada vez más buscando la felicidad en vez de la comodidad. O a perseguir el amor. Eso, a lo largo de los años, no ha cambiado. Me encanta cuando dicen esa respuesta, porque al final el amor mueve montañas y es cierto. O también por desamor, porque tienen que escapar.
¿Cómo se consiguen a los participantes?
Hay una labor importante de redacción y de producción aquí en Madrid. Antes se hacía mucho a través de las embajadas y también a través del número de teléfono que aparece en pantalla. Son muchas las llamadas de alguien que dice “tengo un hijo (o un sobrino o un amigo) en Canadá siendo profesor y me encantaría que saliese en el programa”. Pero indudablemente, ahora con las redes sociales, esa búsqueda es más fácil, aunque todavía se tira de todos los lazos.
¿Qué lecciones ha aprendido en sus viajes por el mundo?
Muchas veces ves que la gente tiene cosas que nosotros no tenemos, aunque creemos que estamos por encima en calidad de vida. Ves que todo es muy relativo. Es verdad que eso que te contagian dura poco porque, al final, pasan las semanas y sigues con tu vida. Pero sí te queda algo de cada viaje. Y a mí se ha me ha quedado con los relojes. Es algo que mencionaba Kapuściński (un dicho atribuido a los Tuareg en relación con los occidentales) que es: “vosotros tenéis los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo”. Y para mí, esa frase, me parece que lo dice todo.
¿Qué cultura le ha sorprendido más?
Pues en general, China me sorprende muchísimo. Recuerdo que una vez, en Shanghái, una amiga de una madrileña, que era china, se sorprendió que cuando nos despedíamos yo le daba dos besos a la madrileña. Entonces ella me pidió que la abrazara, y que le diera dos besos. Luego hablando con ella, me contó que nunca, ni su madre ni su padre, le habían dado un abrazo, ni siquiera se han dicho “te quiero”; y era una chica de 36 años. Sí que notas allí cierta mirada. No sé si triste, pero sí ausente. Eso me ha sorprendido en muchos países de Asia.
“Yo vivo cada destino y me da igual irme a Maldivas que irme aquí a Perpiñán”.
¿Cómo fue el confinamiento en Madrid después de tantos años viajando a ese ritmo?
Me pilló en Madrid, pero me podría haber pillado en cualquier sitio. Se cancelaron viajes a Singapur, Vietnam y Perú en las semanas previas a que se decretara el encierro en España. Iba a ir a Inglaterra, pero llegó el confinamiento dos días antes. Yo creía que lo iba a pasar peor. Pero muchas veces digo que soy como un teléfono móvil, que necesita recargar baterías. Aunque sea muy alegre y tal, al final necesito mi tiempo, mi espacio. Para mí fue un momento de reflexión, de terminar todo lo que tenía abierto, y no me aburrí ni un solo minuto.
¿Qué sello cree que imprime usted al programa?
Yo creo que es que lo disfruto. A mí me gusta ver el programa una vez está montado para analizar y ver cómo puedo mejorar, y pienso a veces “soy demasiado efusiva”. Pero es que soy así. Yo vivo cada destino y me da igual irme a Maldivas que irme aquí a Perpiñán. Para mí, la ilusión, la inquietud, y las ganas de ir son iguales. Siempre hay un momento en todo viaje donde dices, “esto es el colofón”. Y, puede ser incluso fuera de cámara, pero siempre hay un momento mágico.
Algunos momentos en cámara suyos se han vuelto virales, ¿cómo maneja ese nivel de atención?
Nunca sabes cómo la gente va a reaccionar en redes por algo. Yo recuerdo que cuando pasó el accidente del castillo de arena sobre el que me caí no pensaba que iba a tener esa difusión. Había hecho cosas peores, como ir montada en un globo y caer sobre un gallinero en Mallorca, pero aquello no tuvo tanta atención. Son cosas que pasan. Yo me lo tomo muy bien todo, porque es algo que he hecho, y que luego la gente es libre de reaccionar como quiera. A mí no me molesta, me divierte, y creo que si uno se expone a hacerlo, arrea con las consecuencias.
UN LARGO CAMINO EN EL QUE TODO SUMA
Paqui Peña no siempre fue reportera, y aunque el camino fue largo, parece que era su destino. Estudió primero Magisterio y al mismo tiempo Arte Dramático, pero al terminar se dio cuenta de que lo que le gustaba era la radio. Después de hablar con el decano de su Universidad empezó a estudiar Geografía e Historia, pero enfocando todos sus trabajos al periodismo. Luego de años en la radio, llegó la televisión. En Madrileños por el mundo aplica todo lo que sabe: geografía, historia, periodismo, y también, asegura, el teatro, que le ha enseñado muchísimo. Sobre todo a ponerse en el lugar de otra persona y empatizar; una clave de su papel actual.
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