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Huecco, el músico que salvó a un barrio y sus pasteles

Con su gira parada por la pandemia, Iván Sevillano, excomponente de Sugarless, decidió rescatar la pastelería Marimer, en Campamento, en un gesto que le ha convertido en el héroe del lugar que le vio crecer

El cantante Iván Sevillano, Huecco, frente a la pastelería Marimer, que regenta en el barrio de Campamento, en Madrid.
El cantante Iván Sevillano, Huecco, frente a la pastelería Marimer, que regenta en el barrio de Campamento, en Madrid.Santi Burgos
María Porcel

Bienvenidos a Campamento. Bienvenidos a un barrio trabajador, a unas calles de trasiego, a un puñado de bloques de ladrillo visto, a un trozo de los setenta, a Latina, al límite entre Alcorcón y Pozuelo. Un rincón vivo, ágil, reflejo de una ciudad, Madrid, y de un país. Un lugar que estos meses refleja la tristeza de la pérdida, que se evidencia con colchones en la basura y en carteles de Se alquila en sus locales. Pero que también alberga espacio para la esperanza y el renacimiento. Así, casi como un milagro navideño, se ha visto allí el retorno de un símbolo que durante unos meses se dio por perdido: la pastelería del barrio, Marimer.

Establecido por un matrimonio en 1975 y gestionado por sus hijas los últimos años, Marimer consiguió durante medio siglo ser punto de encuentro, ese sitio donde encargar las tartas, los pasteles de los domingos o el pan nuestro de cada día. Pero a primeros de mayo, acabando la primera ola de la pandemia de coronavirus, una noticia impactaba al barrio. El establecimiento esquinero entre las calles de Villaviciosa y Galicia cerraba. Un trozo de papel, y algunos de sus empleados en redes sociales, lo anunciaban. La desolación fue tal que su escaparate se llenó de carteles emotivos, recordando aquellas tartas, aquellos pasteles, aquellos momentos especiales que no se esperaba fueran a volver. Hasta que, en septiembre, volvió la esperanza: Marimer reabriría sus puertas.

Carteles de recuerdo en la pastelería Marimer, en Campamento, Madrid, en mayo de 2020.
Carteles de recuerdo en la pastelería Marimer, en Campamento, Madrid, en mayo de 2020.M. Porcel

“Parece que lo ha cogido Huecco”, murmuraban en el barrio, y era una realidad. Detrás de esa inversión y de los tres meses de rehabilitación del local estaba efectivamente Iván Sevillano, como se llama el vocalista de 46 años, con 15 años de carrera en solitario y otros 10 junto a la banda Sugarless. Tras siete meses de cierre, el 4 de diciembre y “con mucho miedo” subía la persiana de nuevo junto a su pareja, Laura Jiménez, encargada de llevar el día a día de mostrador, cafetería y obrador.

A Sevillano la pandemia le pilló en plena gira acústica por España. Cuando vio venir lo que finalmente vino, a primeros de marzo, canceló todo. “Estás loco’, me decían. Pero no, es que lo estaba viendo, me sentía responsable”, relata ahora, en una mesa de la recoleta cafetería. “Soy un tío optimista, así que le dije a Laura: ‘Vamos a ir mirando planes B”, ríe. Al principio se centró más en Bolsa, inversiones... y se topó de bruces con la panadería de su barrio, ese al que nunca dejó de volver para visitar a sus padres siempre que las giras le daban cancha.

“El cuchillo en el cuello te hace ponerte las pilas, y yo vi que esta pandemia nos iba a parar, fácil, un año. Además, mi música es de movimiento, festivalera”, reconoce. En plena pandemia cogió “la furgo de las giras” y se puso a repartir comida no perecedera (incluida alguna botellita de su aceite virgen extra, Cueva del Lobbo) a ancianos con pocos recursos. Y entonces le llegó la revelación. “¡Qué me estás contando! Pues si hasta Marimer cierra...”, fue su primera impresión cuando se enteró de la noticia que conmocionó al barrio, pensando que el centro del mismo, donde descansa el local, quedaba huérfano. Sigue sin saber del todo la razón de aquel adiós. “No lo sé... Querían hacer una reforma, pero estaban cansadas, llegó la covid...”, recuerda. Sevillano y Jiménez presentaron un proyecto junto a un estudio de arquitectura y se llevaron el gato al agua. A la familia fundadora les encantó el planteamiento.

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Huecco y su pareja, Laura Jiménez, en la pastelería Marimer, en Madrid.
Huecco y su pareja, Laura Jiménez, en la pastelería Marimer, en Madrid.Santi Burgos

Anunciaron el regreso en septiembre y ejecutaron la obra en tres meses. El barrio no podía esperar. Propusieron volver a los 11 despedidos; muchos de ellos aceptaron, encantados. “Alguna gente preguntó que por qué no abríamos como estaba, pero para mí es una cuestión de mejorar, y de respeto”, se reafirma. El retorno de Marimer beneficia a todos, desde a ellos o a esa docena de empleados —han aumentado las contrataciones y creado una supervisora de calidad—, hasta “al pollero, a la joyería”.

Ahí fueron a parar los ahorros de una vida en la música, las inversiones en Bolsa y el vértigo. “Todo el mundo nos decía: ‘Va a ir fenomenal, qué valientes’. Pero claro, es una cafetería para 20 que se queda con un aforo de 11, hasta marzo la terraza va a estar cerrada...”, explica el músico, cuyas dudas quedaron rápidamente despejadas. “Hubo colas desde el día uno. Y muchísima rotación de público. Ya no cerramos a mediodía, eso implica más empleados, pero es que ¡cómo cerrar! ¡Esto es otra cosa! Queríamos por fin ponerlo en valor, con el máximo respeto, eso sí”, cuenta feliz, bajo el grafiti realizado por Tato Repetto que representa a doña Victoria y don Ángel, los fundadores, que se emocionaron al verlo. Por eso volvieron con un local renovado, que llamara a un público joven (por allí pasan desde presentadores de televisión a aristócratas o roqueros), pero que no perdiera a los mayores. “Era mi mayor miedo. Y tenerlos aquí me llena de ilusión”.

Sevillano pone en valor que lo importante ya estaba allí: “Producto gourmet”. Y sigue estándolo; han recuperado a sus cuatro maestros pasteleros que trabajan en su propio obrador, a 20 metros. “Ya sé cómo se hacen las cosas”, afirma, “se usan las mejores mantequillas para los mejores cruasanes. La mejor nata”. De ahí la fama de su roscón de Reyes, y sus infinitas colas esta semana: han hecho 1.200 en dos semanas y tienen 300 encargos para este día 6. Calma: lo mantienen hasta marzo. Su apuesta es ir a más; por ejemplo, es el único establecimiento de Madrid que cuenta con un café de Jamaica llamado Blue Mountain. “Quien lo conoce entiende que una taza cueste cinco euros, porque en Londres vale 15. Otros dicen que es imprudente. Yo digo: ¡Pues ya lo conocerán!”, afirma, siempre optimista.

Tres son las palabras que más repite: pasión, cariño y respeto. Y cuando regrese la música, los conciertos, ¿qué va a ser de este cantante reconvertido en panadero? “Que la recibiré como un regalo”. El suyo, el que le ha dado a un barrio al que ha devuelto la alegría, ya es imparable.

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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