Un mojón casero para frenar la extinción de los caminos
Ecologistas en Acción pone en marcha una campaña para reivindicar la importancia de las vías pecuarias y las amenazas a las que se enfrentan por la invasión urbanística y agrícola
La foto es muy gráfica: una señal indica “vía pecuaria”, pero solo hay una valla eléctrica de dos metros de altura a la que se agarra una mujer. No puede continuar su marcha, porque el agricultor ha decidido cercar el suelo público y cerrar el paso. El camino por el que transitan pastores con sus animales y senderistas en su tiempo libre ha desaparecido del mapa, pero no del catastro. Un poco más adelante los mismos caminantes encuentran una taza de sanitario tirada. “Es indicativo de cómo se encuentran las vías pecuarias madrileñas, fraccionadas, invadidas, descuidadas y rotas”, dice Hilario Villalvilla, vocal de Ecologistas en la Sección de vías pecuarias de la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid.
La escena sucede en el término de Santos de la Humosa pero es una más de las seis que cada semana denuncia Villalvilla, trabajador en Leroy Merlin y ex asesor ecologista durante tres décadas, ante las autoridades responsables. La respuesta es la misma: silencio. Bajo el paraguas de Ecologistas en Acción ha puesto en conocimiento ante la Comunidad de Madrid centenares de ocupaciones ilegales de suelo público y, a pesar de ello, la autoridad competente ha abierto menos de una decena de expedientes sancionadores, aseguran desde la organización. Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con el jefe de las Vías Pecuarias de la Comunidad de Madrid, José Alberto Millán, pero no ha tenido respuesta.
Justo antes de la pandemia y el confinamiento desatados por el coronavirus pusieron en marcha una campaña para visibilizar el peligro de extinción de las vías pecuarias y que la covid-19 enterró: un mojón imprimible. Lo diseñaron para que cualquiera lo descargue en la web de Ecologistas en Acción e imprima en su casa, a varias escalas, y se use en marchas y reivindicaciones, para difundir y reivindicar la importancia que tiene amojonar una vía pecuaria. Los mojones de hormigón clavados en el suelo son el elemento visual que delimita con claridad y exactitud el suelo de dominio público. En la Comunidad de Madrid tienen un azulejo blanco con una silueta de una vaca en color negro y no se pueden tocar ni cambiar de ubicación. A pesar de ello, sucede todos los días. Hay grandes superficies a las afueras de Alcorcón, por ejemplo, que se han levantado sobre estas vías, convertidas en la calle central y dejan a un lado los centros comerciales y, al otro, los de entretenimiento.
Las venas de la cultura
En otros caminos también es imposible seguir la marcha porque están cortados por una cantera de cal, que ha dejado un inmenso agujero después de años extrayendo material; otros han sido aprovechados por clubes de aeromodelismo, en Meco y Torrejón, para montar sus instalaciones de despegue y aterrizaje; los hay ocupados con vertidos ilegales; y hay localidades como Venturada, que las aprovechan para levantar una avenida, una acera o el acceso a una gasolinera; algunos ayuntamientos construyen sobre ellas plataformas de hormigón para colocar cubos de basura; hasta la ampliación del aeropuerto de Barajas ha acabado con el trazado de una de ellas. “El día que las ovejas pasan por el centro de la ciudad es puro teatro: los pastores y su ganado no pueden llegar hasta Madrid. No hay vía pecuaria en Madrid que no esté lesionada, han sido troceadas todas”, asegura Luis de Andrés, taxista y compañero de Villalvilla en Ecologistas en Acción.
“Somos como somos por este devenir histórico de nuestro paisaje cultural. Una vía pecuaria no es un paisaje natural, sino cultural: existe por la acción del ser humano. Por eso las vías pecuarias son hechos culturales, porque generan hechos económicos y simbólicos. Eran los espacios de transmisión cultural, por donde viajaban saberes y se mezclaba la población”, señala Paz Gómez, antropóloga, profesora en la UNED y propietaria de Etnografía y Patrimonio Inmaterial en Madrid. Pone como ejemplo la Vía de la Plata, gracias a la cual encontró el mismo tipo de lírica popular en Asturias y en Huelva. Estas vías también eran la ruta del pescado, desde la cornisa cántabra a Madrid, que duraba varias semanas y a lo largo de la ruta había pozos de nieve donde se colocaba el pescado en cada jornada. “Hay que poner en valor no solo el hecho físico, sino lo fundamental: su significado en la construcción cultural de las comunidades”, añade la antropóloga.
Hilario y Luis son lo más parecido a unos guardianes de las vías pecuarias. Hilario tiene 60 años y se preocupa y defiende estos elementos invisibles que forman parte del patrimonio material e inmaterial desde sus tiempos en la Universidad, con 20 años, cuando surge el asentamiento del espacio de marginación en la Cañada Real Galiana. Ninguno cobra por ello, pero repasan a pie cientos de kilómetros para velar por la salud de las autopistas del siglo XVI, que en Madrid llegaron a extenderse por 4.200 kilómetros y hoy, al menos, el 38% ha desaparecido. Hace cinco siglos medían 90 varas castellanas, y por ellas circulaban ovejas merinas que cruzaban varias provincias y conectaban toda la península ibérica. Aquellos 75 metros de anchura ahora son las que están en peligro de extinción. “El mayor peligro es la Administración. La Comunidad de Madrid es la responsable de defenderlas, pero son el mayor peligro porque no ejercen esa defensa. No vigilan, ni se atreven a aplicar la Ley aprobada en 1998, que regula y protege las vías pecuarias”, indica Luis de Andrés. De hecho, la norma indica que debería haberse aprobado un reglamento hace 22 años que no existe.
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