Las 10 de... Amaral
Juan y Eva han sabido lidiar con un éxito prolongado sin perder la esencia melómana ni el prestigio entre los críticos
No constan como madrileños en el DNI, pero a estas alturas podemos tomarlos por asimilados. Melómanos tenaces, Eva Amaral y Juan Aguirre se erigieron en yin y yang musical en Zaragoza, pero resultan inherentes al paisaje capitalino desde 1997, antes incluso de que se estrenaran. Veintitantos años y ocho discos después (uno, doble), pocas alianzas han sabido aunar el fervor de un público muy amplio y el respeto reverencial entre crítica y compañeros.
Rosita
(De Amaral, 1998)
Así empezó todo. Primer corte de la cara A, primer sencillo. El título con más pedigrí en un debut homónimo todavía cándido y discontinuo, pero ya entrañable. Produce Pancho Varona (Sabina), Álvaro Urquijo (Los Secretos) presta sus guitarras y Eva se inspira en una chavalilla sin techo con la que se cruzaba de camino a la Escuela de Arte de Zaragoza.
Cómo Hablar
(De Una Pequeña Parte del Mundo, 2000)
El primer éxito de enjundia se lo anota esta canción extática, bellísima, en la que Eva se deleita y libera con unas rimas asonantes, mínimas (“años”/“sábado”), incluso libres a la altura del estribillo. Antonio Vega, ídolo común del dúo, les llamó para confesarse impresionado por este tema y esbozarles una versión a guitarra y voz al otro lado del teléfono. Conmovidos, Amaral y Aguirre apenas fueron capaces de articular palabra.
Sin Ti No Soy Nada
(De Estrella de Mar, 2002)
Una de esas canciones que acaban haciéndose más grandes que sus propios intérpretes; en este caso, una letra de Juan Aguirre sobre la dependencia emocional que generan los amores más intensos. El título ha calado de tal modo en la memoria colectiva que hasta Pérez Rubalcaba, entonces vicepresidente primero, lo enarboló en 2011 durante un debate parlamentario. Más allá de alguna polémica delirante (Navarra lo incluyó en 2018 en una lista negra por su presunto machismo), es uno de los himnos más incontestables del pop español durante el siglo XXI.
En El Río
(De Pájaros En La Cabeza, 2005)
Eva rememora a su padre fallecido, como en la muy hermosa Siento Que Te Extraño (2000). Y lo hace evocando aquellos fines de semana infantiles de excursiones, pesca y caminatas por las riberas. “Trata de una doble pérdida”, nos corrobora Eva, surcando el Bierzo leonés en una furgoneta con rumbo a Burgos: “la de mi padre y la de los entornos que visitaba junto a él. Muchos ya no existen o están contaminados o deshechos. Es una manera de destrozarnos a nosotros mismos”.
Concorde
(De Gato Negro, Dragón Rojo, 2008)
Pura congoja, un sentimiento que Eva Amaral es capaz de sublimar frente al micrófono. El final de la inocencia, la historia de una decepción irreversible (“Iba a hacer una canción cruel escrita en tu honor”) como colofón al trabajo más extenso y controvertido de la banda: 19 canciones a menudo oscuras y doloridas, una reacción frente al propio éxito casi inabarcable del álbum precedente. A EMI, la discográfica, no le hizo ninguna gracia la idea de un elepé doble. Pero en Concorde, que pudo ser el título de aquel disco, estaba el germen e hilo conductor de todo el discurso.
Antártida
(De Hacia Lo Salvaje, 2011)
El tema bandera del primer disco autoeditado como Grabaciones Antártida, gran símbolo de la emancipación. Proviene en realidad de los remotos inicios del dúo, una maqueta de 1995 en la que Juan dibujaba un riff de guitarra de sonoridades folk sobre el que Eva recitaba un poema de Allen Ginsberg. Aquella idea se reconvirtió en una oda “a la idea de construir desde cero y resurgir de las cenizas”, reflexiona la cantante.
Olvido
(De Hacia Lo Salvaje, 2011)
Muy emocionante y muy poco divulgada, es la expresión del duelo de Eva a la muerte de su madre. Refleja de manera conmovedora un sentimiento universal: tener siempre presente la ausencia de aquellos que más quisimos. “La escribí pensando en las muchas cosas que yo seguía viviendo y me gustaría poderle contar a ella”, desgrana su autora.
Hoy Es El Principio Del Final
(De Hacia Lo Salvaje, 2011)
Nació en Buenos Aires, a partir de un riff con una guitarra de 12 cuerdas, y su estructura es bastante enrevesada. “Imaginábamos un globo que va hinchándose y ascendiendo poco a poco, reúne todos los elementos que no debería incluir un single ortodoxo”, se sincera Aguirre. Quizá contra pronóstico, el público acabó abrazándola como un gran momento de catarsis. Tanto, que el dúo asume que ya “difícilmente” se caerá del repertorio de sus conciertos.
Nadie Nos Recordará
(De Nocturnal, 2015)
El gran tesoro oculto en el disco que más escuchas precisa. Y el ojito derecho confeso de Juan. “Creo, honestamente, que por letra y melodía es una de las mejores canciones que hemos escrito nunca. Aunque esté mal que yo lo diga…”, nos confía.
Entre La Multitud
(De Salto Al Color, 2019)
Ningún tema simboliza mejor esa transición de los paisajes noctámbulos previos al gran estallido cromático del último disco. La línea de bajo, rabiosamente bailable, se inspira en los arreglos italo disco de Giorgio Moroder o en los grandes clásicos de New Order. En los conciertos de este verano, en formato de dúo acústico, sirve para cerrar cada noche. “El original evoca un pasado reciente de fiesta y diversión, la nueva lectura con arpegios sirve como visión renovada”, resume Aguirre. Como la vida misma en estas tardes raras, da igual que de domingo o cualquier otro día.
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