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Pancho Varona: “Tengo un poco de oído y mucha potra”

El productor y eterno compadre de Sabina reivindica su papel de aprendiz de brujo y lanza el libro 'Pociones', un híbrido entre poemas y canciones

El músico y escritor Pancho Varona.
Luz Sánchez-Mellado

Panchito-Panchito Varona —“así, dos veces, como me llama siempre Joaquín”— aparece muerto de la vergüenza vestido de negro íntegro y tocado con una mezcla de panamá y bombín en la redacción de EL PAÍS para la entrevista. Le hubiera encantado dedicarse a contar la vida, dice quien se dedica precisamente a eso. A contarla y cantarla en canciones que ha compuesto para Joaquín —Sabina, obviamente— y otros artistas que las han convertido en clásicos. La vergüenza no es por eso, sin embargo. Es porque viene a vender su libro. Y eso le hace sentirse un intruso en las mismas letras que domina. Aquí huele raro.

 Pociones: poemas y canciones. ¿Juguetón con las palabras?

Uno de los primeros textos se llama El misterio del valor de las palabras justamente por mi afición a jugar con ellas. Heredada de Joaquín Sabina, por supuesto...

¿Todo lo ha heredado de él?

No, solo lo malo. He heredado el carraspeo y no el talento. Joaquín es un mago de las palabras y yo un aprendiz de brujo.

¿Tiene celos cuando escucha o lee algo perfecto, se pregunta "por qué no lo he hecho yo"?

Celos, no. Envidia cochina. Me dio envidia cochina que Joaquín me dijera que su disco lo iba a producir Leyva y no yo. Me puse envidioso porque sabía que iba a hacer un gran disco con él. Pero la envidia me dura 24 o 48 horas. Si no se te pasa, estás acabado.

Bueno, ya sabemos lo que le ha dado Joaquín, pero algo le habrá dado usted a él.

Sabinero sin remedio

No se le cae de la boca Sabina. Desde que, a los 25 años se topó con él, Francisco José López Varona (Madrid, 1957) ha sido su sombra en el escenario y en la composición de muchos temas. Ahora presenta él solito Pociones (Aguilar), un libro donde se destapa como poeta, y se muere del corte, dice. Habrá que creerle.

Le he ayudado a componer 100 canciones. De esas, alguna no existiría y otras serían diferentes sin mí. Él me ha dicho que reconoce "el sello Varona" y algún estilo debo de tener, pero es una cosa tan subjetiva y vaporosa que ni se mide ni se explica, solo se siente.

¿De dónde sale ese sello?

Ni idea. Mi música es un reflejo de lo que he aprendido a hacer desde los 15 años viendo anuncios en la tele, como el del Nescafé.

O sea que lo suyo es de oído

Totalmente. Apenas tengo conocimientos. El oído es lo único que tengo bueno. Se me da bien. Es una especie de intuición.

¿Un don natural?

Sin querer compararme, tengo la potra de Lennon. Lennon no tenía ningún conocimiento, los tenía todos McCartney, que componía con una técnica maravillosa. Pero Lennon se ponía con la guitarra delante de la tele y, a base de dar el coñazo, le salía una cosa y tiraba del hilo. Lo mío es un poco de oído y mucha potra: en la música y en la vida. Todos los días doy gracias por estar donde estoy, por haber conocido a Joaquín, por irme mañana a Argentina a tocar, por haber compuesto para Luz Casal, Ana Torroja, Quique González. ¿Te parece poca potra?

¿Y para cuando una de Varona para Varona?

Las tengo. De tapadillo. Me gusta que la gente sepa lo que he hecho con gente a la que admiro. A mi no me admiro nada.

¿Pudor escénico?

Me da muchísimo pudor porque ni soy buen cantante, ni soy buen guitarrista ni soy buen escritor ni tengo inspiracion. Ojalá.

En algo será bueno, digo yo.

Hago bien las canciones. Soy buen crucigramista, entonces, soy capaz de hacer una canción. Una canción es un crucigrama bien resuelto, siempre que no pretendas ser un poeta. Ahí sí me considero importante. Al menos para mí.

O sea que es un proveedor de materia prima para otros

Exactamente. Y la materia prima no está mal.

¿De dónde tira cuando le da la bajona creativa?

Llevo 15 años de bajona creativa, viviendo de las canciones que hice en 2005. Hombre, hago cosas, pero mi época dorada pasó. Tengo una teoría: a los músicos, a partir de los 50, nos empieza la cuesta abajo. No pasa en otras artes, pero no conozco a nadie de mi edad que haya hecho un disco mejor que cuando tenía 30.

¿Por cuestiones hormonales o neuronales?

Ni idea. No sé qué pasa, pero es así. Te reto a que me contradigas.

Yo solo pregunto. ¿Qué piensa cuando tiene que excusar a Sabina tras su abandono de algún concierto?

Se me pone mal cuerpo. Lo primero que pienso es que Joaquín está pasando fatal. Después, que tengo que explicarles a 17.000 personas que el concierto ha terminado. Es tremendo. Un papelón. Pero tengo la suerte de que la gente quiere a Joaquín y, como saben que llevo con él 40 años, me tiene cariño como para no tirarme cosas.

In vino, veritas. ¿In whisky también?

Jaja. Sí. Nosotros hemos hecho grandes canciones al lado de una botella de tequila.

Al lado, al lado....

... Al lado, al lado. Ahora me he convertido en un aburrido que ni bebe ni fuma ni...

...¿ni nada?

De nada. Poner posturitas en los conciertos, vestirse de negro, meter tripa, ese es el sexo, drogas y rock and roll que va quedando.

¿Por qué hemos hablado tanto de Sabina en esta entrevista?

Porque es mi vida, porque es mi hermano mayor, porque es mi compadre, mi referencia, porque es todo. Me ha enseñado casi a respirar. A leer, a escribir, a componer canciones, a viajar. Él es un maestro y yo un aprendiz.

¿Y dónde queda su ego?

Debajo de tu bota, mira a ver si está. No. Tengo mi ego, gracias. Pero soy un tío sensato y ubicado y sé diferenciar entre lo que es escribir bien y lo que es intentar escribir bien. Joaquín me ha enseñado a intentarlo. Y eso no es modestia, es la verdad.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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