Álvaro Urquijo, el guardián de Los Secretos
Superviviente de las tragedias que han perseguido al grupo musical, incluida la muerte de su hermano Enrique, se declara apasionado por la ciencia y decidido a jubilarse sobre el escenario
Álvaro Urquijo es el eje sobre el que pivota desde hace dos décadas uno de los grupos que ha marcado la historia del pop español, por sus canciones y por la épica de sus tragedias. El pequeño de los tres hermanos Urquijo –Javier, Enrique y él mismo– poco tiene que ver con el hombre, casi serio por contrato, que sobre el escenario se mimetiza con su guitarra y su eterna gorra negra colocada del revés. Está en su casa de la localidad madrileña de Las Rozas, la videoconferencia le ha pillado saliendo de la piscina y en el confinamiento se ha reencontrado con su paraíso, que desde hace tiempo encuentra en su hogar y al lado de su esposa y su hija, Daniela, de 18 años. Definitivamente está de buen humor y con ganas de conversación, a pesar de que la pandemia le ha tocado directamente con la muerte de su suegro, que falleció en la segunda quincena de marzo sin que, como tantos otros, su familia pudiera acompañarle.
“Ha sido un tiempo raro”, dice sobre los meses de confinamiento, “por un lado estaba la angustia y el miedo, y por otro lo bien que he estado en mi casa, con mi familia a la que adoro y tenía un poco abandonada”. Sabe que tiene suerte; en su hogar hay un pequeño jardín y un estudio de grabación que le ha permitido seguir disfrutando de la música sin andar de un lado para otro como ocurre desde hace 15 años, cuando el cambio de modelo en la industria discográfica y la venta de discos cayó para no recuperarse. “Ahora hay que hacer más conciertos para seguir manteniendo a las 16 familias que viven de Los Secretos”, explica Álvaro Urquijo.
El músico sabe lo que es caer y reinventarse una y otra vez, tantas como “baches macabros y duros” le ha ido poniendo la vida a su paso. Cuando era muy joven y ya andaba trasteando con las guitarras con sus hermanos, murió su abuelo y un hermano de su madre; pero después llegaron las desapariciones de sus amigos y compañeros de grupo. Primero, el batería José Enrique Cano Canito con 21 años; después Pedro, que sustituyó a Canito en la batería, con 28. Los dos en accidentes de tráfico. Más tarde, tras una época tranquila en la que disfrutaron del éxito de su música, la estocada que casi acaba con todo: la muerte de Enrique Urquijo, su hermano, la voz de Los Secretos, el compañero de creación de tantas canciones que se han convertido en himnos (Pero a tu lado, Déjame, Agárrate a mí María, Ojos de gata, La calle del olvido, Quiero beber hasta perder el control...). A Enrique le encontraron en un portal de Malasaña el 17 de noviembre de 1999. Su epitafio en los medios fue sobredosis, otro muñeco roto por las drogas. “Lo de mi hermano fue también en parte un accidente. No fue intencionado ni producto de una locura. En esas fechas me tuve que tragar informaciones muy duras. Enrique murió por una asfixia por aspiración; había estado mucho tiempo sin consumir nada y lo que antes aguantaba no lo soportó. No hubo heroína de por medio. En la vida de un toxicómano lo importante es su vicio; Enrique tenía una enfermedad que le provocaba profundas depresiones que llenaba con drogas, alcohol..., es muy distinto”, reivindica defendiendo la memoria de su hermano.
Con cada una de estas muertes, el ritmo del corazón y el de la música, sufrió un bloqueo similar al que produce un infarto. “Cada pocos años ha habido una tragedia de la que me he tenido que reponer, no solo personal y humana, también laboral. Me quedaba en el paro y tenía que empezar otra vez. Mi miedo reciente era que algo tenía que pasar porque ya tocaba”.
La desaparición de Enrique Urquijo estuvo a punto de llevárselo todo por delante. “Estuve un año entero, desde el 17 de noviembre que muere mi hermano hasta diciembre de 2000, sin tocar una guitarra ni escuchar música. Intenté que mi padre, que era ingeniero, me colocara para hacer vídeos, pero cuando se posó mi odio...” De alguna forma su hermano volvió a tirar de él. “María, mi sobrina, tenía solo cuatro años y las deudas de su padre. Empezamos a valorar hacer una gira homenaje y un disco con invitados, por ayudarla a ella y para dejar el nombre de mi hermano en el lugar que debía”, explica Álvaro Urquijo. Una vez tocaron escenario los nuevos Los Secretos, con él como cantante, ya no pudieron dejarlo.
Ahora el mundo de Álvaro Úrquijo solo se ha alterado por la pandemia. Desde que nació su hija en 2002, ella se convirtió en “uno de los motores para recuperar el valor” de ponerse delante de un micro y alejarse de la disipación que se relaciona con el rock & roll. Con ella, que acaba de terminar su Bachillerato de ciencias y se inclina por el diseño y la arquitectura, predica los conocimientos que han abonado su pasión por los libros y los documentales científicos que igual le permiten explicar por qué el cielo es azul que medir el pH de la piscina utilizando una lombarda. Por no mencionar su obsesión por el cambio climático y por hacer de su casa un hogar cero emisiones, desde antes que el calentamiento global estuviera en boca de todos.
María, la hija de Enrique, que vivió con su familia de los 12 a los 18 años, es ahora una diseñadora de moda –María Simún– que cuenta entre sus clientes con Rosalía o Aitana, de OT. También con un rapero de cuyo nombre su tío no se acuerda, porque esa música no casa mucho con sus gustos musicales. Todo está en orden y tranquilo en el paraíso de Álvaro Úrquijo, tanto como Lía, su perra alaskan malamute que escucha tumbada cerca de él el vídeo de la canción Pero a tu lado que el grupo grabó improvisadamente durante el confinamiento y que ya lleva millones de visualizaciones. Al final Los Secretos tienen algo más valioso que un hit: “Tenemos la fortaleza de un público agradecido que si no nos conformamos nos puede seguir dando acogida mucho tiempo. Me veo jubilado encima de un escenario. Ahí están James Taylor, Jackson Browne, Sabina o Paul MacCartney”, sentencia Urquijo. El 3 de julio el grupo comienza nueva gira y algunas de las citas ya cuelgan el cartel de entradas agotadas. Queda mucha cuerda para Los Secretos.
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