El verano de la nueva normalidad de los hospitales: listas de espera, nuevos enchufes y teléfono
Los centros se enfrentan a unos meses en los que tendrán que recuperar la actividad paralizada durante lo peor de la pandemia a la vez que hacen cambios definitivos de cara a un posible rebrote
A Julio Mayol se le aguan los ojos cuando habla de su hospital, sus pasillos, sus camas, de quienes las ocupan y de quienes logran que se desocupen. También de quienes las mueven y de quienes quitan esas sábanas; cuando pasea por el vacío del Clínico San Carlos, del que es director médico. La covid-19 se instaló en marzo en los centros de Madrid, y entonces expulsó a madres y padres, a los tuppers de contrabando y las bolsas con mudas, a hijos y dibujos, a abuelas y abrazos y amigos y bullicio; se llevó por delante las salas de espera llenas, las revisiones no urgentes, las citas demorables, las previsiones, la organización e incluso la infraestructura. Llegó el silencio salpicado de toses y carreras. En los centros quedaron los pacientes y los profesionales.
Tres meses después, el virus aún no se ha marchado, pero ya no ahoga los centros, que intentan, poco a poco, arrinconarlo y recuperar el trasiego habitual. Aunque con cambios, algunos temporales y otros definitivos. Y teniendo que hacer frente a lo más apremiante: la lista de espera de pacientes de otras patologías, sin cifras todavía, ni los centros ni la Consejería de Sanidad dan números. Los últimos datos, del pasado diciembre, reflejaban que había 78.663 personas que esperaban más de seis meses para entrar en el quirófano, 156.251 que lo hacían más de 90 días para el especialista y 68.783 para pruebas diagnósticas.
Los centros han perfilado un plan de escalada que pondría en marcha los recursos para hacer frente a un rebrote en un máximo de cinco días
El sistema sanitario en Madrid se enfrenta ahora a un verano de reestructuración sin saber tampoco con qué fondos y para qué serán usados los que llegarán desde el Gobierno por la crisis de la covid-19. “Principalmente refuerzo de recursos humanos y compra de material”, dicen desde la Consejería. Mientras, los hospitales arrastran las consecuencias del virus y han cerrado planes de escalada. "En caso de un rebrote, cómo han de funcionar las urgencias, cuántas camas de agudos y de UCI son necesarias, cuántos respiradores, gases, EPIS, personal… Para poner todo en marcha todo en un máximo de cinco días”, explica Julio Mayol.
Tres meses de parálisis
“Tres meses sin poder responder a todo aquello que no fuera urgente”, dice el director médico del Clínico. En febrero hubo en su hospital 2.544 intervenciones quirúrgicas, en abril 91. Como el Clínico estuvieron mayoritariamente todos los hospitales de la Comunidad. En el de Torrejón, que acogió el 25 de febrero el primer paciente de coronavirus que llegó a Madrid, hubo 143 operaciones en abril, 1.188 menos que en el mismo mes de 2019.
Durante la pandemia, y sobre todo a partir de finales de ese mes, los centros empezaron a enviar mensajes de texto a sus pacientes para anular sus citas próximas y reagendar. Ya en mayo, empezaron a poder organizarse para volver a citar. Hace dos semanas, desde el Gregorio Marañón informaban de que “se están reasignando las consulta por prioridad y según perfil de patología” y ver “si se pueden hacer de forma telemática, por ejemplo para dar resultados de pruebas".
Aún así, todos los centros consiguieron mantener zonas “limpias”. El Clínico, con 861 camas y 4.961 profesionales en un contexto normal, aislaron 128 plazas de agudos y 16 de UCI libres para lo urgente y preferente que no fuese coronavirus: “Quimioterapia, cirugías cardiovasculares… Un esfuerzo enorme para poder atender lo que no se podía dejar. Pero seguro que hay pacientes ahora esperando que han visto empeorada su situación en estos tres meses”. Algo que preocupa a la plantilla sanitaria madrileña, pero para lo que todavía tampoco hay cifras.
Teléfono, Zoom y otras aplicaciones
Además, sigue existiendo el miedo a acudir al hospital. Lo dice Mayol del Clínico y ocurre en otros centros, como en el de Torrejón, que alcanzó los 270 pacientes de covid en planta y 36 en UCI, un total de 500 sumando aquellos que tenían a domicilio; ahora tienen 13 en críticos y 50 en agudos para un centro con 214 camas y 807 profesionales de manera habitual.
Jesús de Castro, el director médico del centro, explica que han ido “escalonando” su vuelta a la normalidad: “Ordenando las plantas de hospitalización, reabriendo el centro de especialidades y recuperando las consultas externas”. Sobre todo, de forma telemática: en abril ya hicieron 10.027 de estas citas. En Móstoles ocurrió lo mismo, el 11 de mayo se reinició la apertura de consultas y pruebas. “Se retomaron en el hospital, en el centro de especialidades Coronel de Palma y en los 3 centros de salud mental adscritos al hospital”, explican.
Mucho teléfono, consultas por Zoom, uso de aplicaciones… En el Clínico ya hacían esta asistencia para dar el soporte habitual al hospital de Guadarrama. Para ello, es necesaria la digitalización de información que hasta ahora no lo estaba y Mayol explica que uno de los problemas a los que se enfrentan es hacerlo de forma correcta: “Deberíamos revisar si los procesos completos de asistencia son lo que deberían ser. Es el momento de pasar a la prevención y no continuar en el seguimiento, digitalizar es necesario pero no suficiente”.
Los tres próximos meses son claves. Van a intentar recuperar toda la actividad perdida. “No será como cualquier verano”, espeta Mayol. “Necesitamos el compromiso de que estos son tiempos distintos y hay que organizarse mejor para no dejar a nadie atrás”, dice en referencia a la plantilla. La vista se coloca en el otoño: “Por una posible nueva oleada en octubre, no tenemos mucho tiempo. Entonces podría juntarse con con el virus sincitial de los niños”. Una afección respiratoria que, según el año, provoca unas necesidades mayores o menores de unidades de críticos para los más pequeños; y, durante la pandemia, todas las UCI, incluidas las pediátricas en la mayoría de hospitales, fueron dedicadas a hacer frente al coronavirus.
Dobles circuitos y alas específicas para covid-19
Durante estas próximas semanas han de terminar también las infraestructuras. Dobles circuitos para urgencias, consultas y alas diferenciadas. Todos los centros están ya divididos —ya lo fueron durante lo peor de la pandemia— y ahora están afianzando esa separación. En el Clínico todas las sillas están marcadas: solo es posible sentarse donde la pegatina redonda lo indica. En las zonas de consultas hay nuevos enchufes, conductos y acometidas para gases; espacio para quitar hileras de sillas y meter camas. Pasillos marcados. Flechas que indican el camino a seguir según la patología.
En Torrejón, lo primero fue colocar un cribado universal en la puerta de entrada, que ya solo tiene un acceso. Allí, una profesional toma la temperatura y pide que se higienicen las manos a todo el que llega. Y, como en cualquier otro lugar, solo se puede acceder con mascarilla. María José García Navarro, subdirectora médica del centro, añade que también allí las infraestructuras están listas: “Las 300 camas de medicina interna y las 40 camas de UCI, hemos recolectado efectivos y hecho acopio de equipos de protección individual y cambiado circuitos”. También han acondicionado los espacios con paneles y mamparas.
Nuevas sinergias
No todos los cambios serán físicos, las relaciones y las sinergias, ya modificadas durante la crisis, tendrán también que dirigirse hacia nuevas formas de trabajar. Dentro de los propios hospitales y con el resto de áreas. Sobre todo con la atención primaria, con la que se ha extendido la e-consulta. “Una interconsulta que los médicos de primaria hacen a los especialistas de forma telemática para resolver dudas sobre un paciente. Lo que antes era presencial, ahora se hace de esta forma, a no ser que con la información del médico de Familia veas que no puedes resolver e indiques que hay que derivar”, explica Ana Almodóvar, dermatóloga del Gregorio Marañón. Además, añade, "la e-consulta permite añadir archivos, como la fotografía de una lesión de la piel o cualquier otro archivo”.
Para algunos esto es el comienzo, pero no suficiente. Mayol, por ejemplo, cree que “no debería haber separación entre primaria y hospitales”, que “debería existir un continuo asistencial”. Para ello, cuenta, hay una primera parte de autocuidado, después ha de llegar el primer nivel, el generalista, familiar y comunitario: "El código postal influye el código genético y quien más te conoce y conoce el entorno es quien mejor puede tratarte de primeras”. Cuando surgen las complejidades es cuando los pacientes han de pasar al especialista.
En el hospital del Sureste, cuando llegó la pandemia, se dieron “altas precoces” para que los pacientes no corrieran riesgos y pasaran los últimos días de hospitalización en sus domicilios. Se les llamaba de una a tres veces al día y, cuando habían pasado 14 días desde su salida del centro, se les daba el alta de seguimiento desde el hospital y se informaba a atención primaria. Entonces eran los médicos de Familia quienes se encargaban de dar el alta definitiva. A finales de mayo, se habían controlado 325 de estos enfermos “de los que solo el 1,53% han tenido que ser visto físicamente de nuevo por un médico debido a otras patologías. De estos últimos, solo el 0,1% tuvo que reingresar”, detallan desde ese hospital.
En este momento trabajan coordinados, pero Mayol apuesta por ir más allá: “Generar el mayor valor al paciente, con directores de orquesta que sean los médicos familia en la primaria y los internistas en el nivel hospitalario, y que los especialistas actúen para lo más específico”. Insiste: “Prevención”. Dice que hay que tener visión de ciclo completo, porque, por ahora, el sistema actual es sanitario, pero no de salud: "Yo quiero que me paguen por mantener sana a la población, no por curarla”.
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