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Nostalgias ‘folkies’ (toma 7)

Las eufóricas noches de gloria de La Musgaña en Colón y la conversión tanguera del roquero Fernando Samalea

Cartel de La Musgaña en concierto, en 1997.
Cartel de La Musgaña en concierto, en 1997.

¿Son minoritarias las músicas étnicas o de raíz? No todas, y no siempre. El Madrid más ecléctico y cosmopolita acogió justo antes y después del cambio de siglo dos grabaciones fundamentales para los amantes del folclor. Las líneas que siguen son casi una invitación para ponernos sentimentales.

En concierto, de La Musgaña

(Resistencia, 1997)

Eran tiempos muy dulces para la música peninsular de raíz. El gaitero vigués Carlos Núñez había debutado un año antes con un disco plagado de colaboradores de postín que se coló en la lista de los superventas. La temporada siguiente sería la del estreno de Hevia (el asturiano de la gaita MIDI) y el doble álbum Bilbao 00:00, del acordeonista bilbaíno Kepa Junkera, otros dos acontecimientos memorables. Entre medias, los tres integrantes de La Musgaña, acaso la banda folclórica más importante que ha dado nunca la capital, escribían su página para la historia con dos conciertos consecutivos en el Centro Cultural de la Villa, el 23 y el 24 de abril de 1997. No dejaron una sola entrada sin vender. Y el disco resultante, En concierto, aún hoy lo mencionan docenas de músicos tradicionales jóvenes como una de sus mayores fuentes de inspiración.

“De aquella disfrutábamos de muy buena acogida en los circuitos folkies de Canadá y Estados Unidos, pero nunca se nos había ocurrido que pudiéramos gozar de popularidad aquí”, se sincera Jaime Muñoz, el flautista y clarinetista del trío. La idea de aprovechar el décimo aniversario de la banda para inmortalizar un gran disco en directo surgió de José de la Fuente y Coro Acarreta, entonces máximos responsables de Resistencia, un sello madrileño de world music hoy tristemente desaparecido. Propusieron al escocés Johnny Cunningham que ejerciera como productor. Y el melenudo violinista, enamorado de Madrid a raíz de sus múltiples visitas como integrante del cuarteto de folk de cámara Nightonise, aceptó de inmediato.

“Los preparativos fueron una locura”, recuerda entre risas Muñoz. “Radio Tarifa estaban en pleno apogeo y no pudieron ensayar hasta el día anterior. Santi Barral, el dueño de la Taberna de la Elisa, nos abría el local a deshora para que probásemos algunos temas. Y los ensayos con Johnny tuvieron lugar también en la víspera, en su hotel de Plaza de Castilla”.

Pese a las urgencias e inseguridades, las noches en el auditorio de la Plaza de Colón fueron una fiesta colosal. Luis Delgado, Rafa Martín, Cuco Pérez, Kepa Junkera, Manuel Luna o Amancio Prada engrosaron una rotunda lista de invitados con pedigrí foclórico. Prada, uno de los más veteranos, miraba entre bambalinas la platea abarrotada y no daba crédito. Todos practicaban con todos en los camerinos. Y Cunningham, exultante, entraba y salía del escenario entre lágrimas. La emoción se percibe bien en las 11 piezas resultantes, reinvenciones ingeniosísimas de jotas cántabras, pasacalles zamoranos, entradillas segovianas, danzas burgalesas y hasta un homenaje a Estremera, uno de esos pueblitos madrileños injustamente desconocidos.

Reescuchar En concierto produce, eso sí, intensa nostalgia. Johnny falleció en 2003, a los 46 años, de un infarto fulminante. Quique Almendros, uno de los tres miembros de La Musgaña, sufrió un derrame cerebral en 2005 que le inutilizó para la música. Santi, de La Elisa, perdió la vida en aquel Alvia accidentado junto a Santiago de Compostela. Es la fotografía de una primavera irrepetible. “Con imperfecciones”, asume Muñoz, “porque la grabación no era digital y tampoco quisimos retocar una sola nota a posteriori. Pero con mucha pasión”.

Noche en Madrid, de Fernando Samalea

(Galileo, 2002)

Madrid siempre acogió a muchos argentinos que le supieron insuflar alma porteña a sus noches. Aquí se conocieron, enamoraron y aliaron musicalmente Dolores Solá y Acho Estol, los artífices de La Chicana, acaso la banda tanguera más importante del siglo XXI. Aquí se ha afincado Fernando Egozcue, discípulo de Piazzola, guitarrista portentoso y uno de los primeros descubridores de Ara Malikian. Y aquí también encontró acomodo Fernando Samalea, bandoneonista heterodoxo que testimonió su amor a la ciudad con este Noche en Madrid, disco casi olvidado pero encantador que grabó para un sello dirigido por un alemán, Florian von Hoyer, y en un escenario extremadamente inusual, el Teatro Lope de Vega. Con otro ilustre argentino del foro, el pianista Horacio Icasto, como escudero primordial.

A Samalea nunca se le llegó a conocer a fondo en el circuito madrileño, pese a ser una institución en el cono sur. Todos le recuerdan como el batería de Charly García, ha trabajado para Calamaro o Sabina y Tony Levin, el fabuloso bajista de King Crimson, le menciona siempre como el gran acordeonista argentino. Fernando proviene del rock, pero los aires portuarios y arrabaleros acabaron pesando más. “Fue un acercamiento al tango casi literario”, se sinceró al grabar este álbum. “Me leí los tres tomos del Libro del tango, del músico y poeta Horacio Ferrer, y comprendí que siempre fue un movimiento juvenil y rebelde, una bohemia deluxe”.

Noche en Madrid es más un prodigio comunicativo que interpretativo. “Mi capacidad técnica con el bandoneón es limitada”, admitía con desparpajo, “pero aprendo de mis errores. Los críticos me explica de qué se trata, y punto”. También hay aquí, como con La Musgaña, motivos para la nostalgia: perdimos para siempre el toque exquisito de Icasto en 2013.

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