Carlos Núñez, el bardo incansable
El gaiteiro más internacional no descansa ni tiene años sabáticos. Y su música no envejece
Fue con su disco A irmandade das estrelas con el que Carlos Núñez consiguió lo que nadie antes había considerado como algo: poner la música folk de Galicia y a uno de sus intérpretes bajo los focos del exigente escenario artístico internacional.Y no es que la música folk no existiese antes de Carlos Núñez, o que ésta no tuviese presencia en circuitos internacionales, ni que el propio artista gallego no hubiese desarrollado antes una importante carrera con destacados conciertos y grabaciones, ni tampoco que otros importantes artistas y creadores gallegos no hubiesen disfrutado de éxitos y reconocimientos más allá de Galicia.
Lo que supuso A irmandade das estrelas (1996), su primer disco en solitario, fue concitar entre sus temas el beneplácito y bendición de los más de cincuenta artistas ya consagrados que colaboraron en su realización, con The Chieftains, Ry Cooder, Luz Casal y Dulce Pontes quizá entre los más conocidos de entre todos ellos.Allí estaban, además, los pilares de lo que será desde ese momento una carrera meteórica e imparable: la energía, la sensibilidad, lo multidisciplinar de su acercamiento al hecho musical, su virtuosismo no sólo con las gaitas si no también con las flautas… y sobre todo la capacidad para lo multidisciplinar.
Precisamente lo multidisciplinar y su capacidad para interesar y reunir a grandísimos músicos y artistas de diferentes estilos y países para dar vida a una música, su música, con raíces muy profundas sobre las que florecía su inagotable e incansable imaginación cristalizó en 1999 en Os amores libres.Su segundo disco se grabó en diez países diferentes a lo largo de dos años, y le sirvió para explorar en él las conexiones entre la música celta y el flamenco en colaboraciones con artistas como Jackson Browne, Noa, Mike Scott (de The Waterboys), Teresa Salgueiro (de Madredeus), Vicente Amigo, Cañizares, Carles Benavent, Sharon Shannon etcéteera. junto a músicos andalusís de Marruecos y gitanos de Rumanía…
En fin, podría glosar aquí y en detalle una incansable, brillante y exitosa carrera del más internacional de los artistas gallegos, en la que habría que citar otros discos como Mayo longo (2000), la antología Todos os Mundos (2002), la impagable realización de la banda sonora de Mar Adentro en colaboración con Alejandro Amenábar —película premiada con un Óscar y 14 Premios Goya incluyendo el de música— o Alborada do Brasil, publicado en 2009; pero no lo considero necesario porque su historia más reciente es de todos conocida.
Lo que sí quisiera explicar es el impacto —y el poso— que dejó en sus dos colaboraciones artísticas con la Orquesta Sinfónica de Galicia, cuyos profesores instrumentistas todavía recuerdan la autoexigencia de Carlos en los ensayos, su profesionalidad apuntalada en un extraordinario amor por lo que hace y en lo que cree profundamente y que contagia a quienes colaboran con él y que le sirve, además, para incendiar el ánimo de quienes le escuchan.
Carlos no tiene años sabáticos, ni períodos de descanso. Necesita trabajar siempre en una música que no envejece. Dice que no quiere parar ni un instante porque teme que, de algún modo, se le pierda la estrella que lo guía. Carlos Núñez no puede parar porque es un bardo incansable.
Andrés Lacasa Nikiforov es gerente de la Orquesta Sinfónica de Galicia
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