Madrid será la tumba del mal rollo
Es de esperar que el nuevo talante de Martínez-Almeida se mantenga, porque cuando a uno le aplauden una cosa, uno persevera en ella
Esta pandemia ha servido para que el alcalde Martínez-Almeida se ponga las pilas: después del escándalo de su actitud primera respecto al problema de la contaminación (que, no lo olvidemos, mata sibilinamente como mata el virus), parece haber aprendido la lección y ha afrontado esta crisis con entereza, liderazgo, talante cooperativo y sin meterse en fangos partidistas, aparcando su vitriolo y su vis cómica, muy lejos de antiguas actitudes macarrillas. Es de esperar que este nuevo talante se mantenga, porque cuando a uno le aplauden una cosa, uno persevera en ella.
Este cambio de línea se le debe alabar, como así han hecho numerosos ciudadanos y medios de comunicación, como un hombre de Estado, o de Municipio. “A mí el alcalde ahora me parece sexy”, me dijo una amiga el otro día.
Así se cierra un círculo virtuoso de buen rollo municipal que parece sacado de los sueños de la exalcaldesa Manuela Carmena
Esta sensatez en el Ayuntamiento de Madrid también se ha visto en la oposición: Rita Maestre, portavoz de Más Madrid, expresó en un pleno muy emotivo su solidaridad y la de su grupo con el gobierno municipal, cerrando filas para conseguir una mejor gestión de la ciudad en tiempos en los que no estamos para bromas ni para broncas. Así se cierra un círculo virtuoso de buen rollo municipal que parece sacado de los sueños de la exalcaldesa Manuela Carmena, uno de cuyos ejes discursivos era, precisamente, el mejor entendimiento entre los políticos, la cooperación y la salida del fango cotidiano que rodea a nuestros representantes públicos. Madrid será la tumba del mal rollo.
Es difícil ver estas cosas en el Congreso de los Diputados, donde se piensa que la cortesía parlamentaria se reduce a llamarse “señoría” y luego ponerse verde a base de lenguaje maximalista, fake news, falacias del hombre de paja, argumentos ad hominen y la continua revisitación de los sucesos más sórdidos del siglo XX. Una oposición deshonesta que actúa haciendo cálculos políticos para erosionar al gobierno o tocarle el genital al Estado central.
No es de extrañar que luego parte de la ciudadanía chapotee en la ciénaga de Twitter con una virulencia nunca vista, siguiendo el ejemplo de nuestros próceres, pero sin ningún tipo de remilgo. Sin complejos, que se dice ahora cuando se hace el mal.
El punto negro en Madrid lo pone la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz-Ayuso, un personaje de antología, gran exponente patrio del dadaísmo de Donald Trump, gran valedora de los nuggets de pollo y la pizza como base de la pirámide nutricional, amante de los atascos madrileños, máter dolorosa, repartidora del calamar, plusmarquista de la fase 1 de la desescalada. Díaz Ayuso parece no saber muy bien dónde está ni lo que dice, actúa por inspiración espontánea de los daimones. Tiene esa candidez que tienen las niñas poseídas justo antes de ponerse a decir tacos, expulsar fluidos viscosos y recitar en latín y hacia atrás el evangelio neoliberal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.