De Madrid a Francia: la basura infectada por el virus satura la Comunidad
El Gobierno gestiona en 15 días de marzo los mismos residuos biosanitarios que en todo 2019 y envía algunos camiones al extranjero
La covid-19 se agarra a una última opción de supervivencia tras la guerra en el hospital, la lucha cuerpo a cuerpo en la residencia, o el pulso por desinfectar instalaciones y medios de transporte públicos. Agazapado en la basura, el virus permanece a la espera en parte de los 30 millones de unidades de material (mascarillas, guantes, batas…) adquiridos para proteger al personal que lo combate. Eso ha planteado un reto mayúsculo a las administraciones, que en 15 días de marzo de 2020 han tenido que hacer frente a más toneladas de “residuos biosanitarios infecciosos” que en todo 2019: solo la planta de Valdemingómez ha destruido ya 90 toneladas entre el 6 y el 14 de abril; ha habido que mandar varios camiones cargados a Francia, y hasta se ha explorado una cementera por si valía para almacenar los restos. Una incineradora es el punto final: fuego contra el virus.
“Con el coronavirus, el número de pacientes ha aumentado exponencialmente y por tanto hay más residuos”, resume Vicente Galván, director general de economía circular de la Comunidad, que detalla que las tres empresas dedicadas a transportar estos residuos “no dan abasto”, pese a que han pasado de trabajar en dos turnos a hacerlo en tres, o a que ya lo hacen los siete días de la semana. “En Madrid tenemos una planta cementera, pero la inspeccionamos y vimos que no era posible utilizarla. Y luego teníamos la incineradora de Valdemingómez, donde se hicieron pruebas, se vio que era seguro para los trabajadores, y se autorizó”, sigue sobre una decisión que ha mejorado la situación. “Y como seguía habiendo mucho residuo, también se empezó a llevar a Francia en camión. Esto es común entre países de la UE”, añade. Y subraya: “En ningún momento los residuos han estado descontrolados”.
Inicios de marzo. Los muertos empiezan a acumularse en los hospitales y las residencias de todo tipo de Madrid, donde ya ha habido 6.724 y 6.056 fallecidos, respectivamente, desde que comenzó la crisis. Eso multiplica la producción de residuos: desde los equipos de protección de quienes atienden a los enfermos, a muchas de las cosas que están en contacto con los pacientes. Y se convierte en un problema.
“Las empresas que los gestionan en la Comunidad de Madrid tienen su capacidad saturada”, reconoce el Ejecutivo regional en el documento de principios de abril que certifica su decisión de cambiar la licencia de una empresa para permitirle tratar estos restos. “No se puede demorar la solución al tratamiento de los residuos biosanitarios por los problemas sanitarios que se producirían en caso contrario”.
Según se extiende la pandemia, y crecen los contagios, que ya se acercan a los 50.000 oficiales, el problema se agrava de múltiples maneras. Primero, hay que comprar cubos especiales para los centros de la Agencia Madrileña de Atención Social: se invierten 54.000 euros por procedimiento de emergencia. Luego, se habilitan cinco almacenamientos homologados por técnicos medioambientales para poder ir guardando ahí esos residuos durante un tiempo: se intenta dar un respiro a las incineradoras, desbordadas por la avalancha de material a incinerar. Finalmente, el Gobierno refuerza la potencia de las otras tres plantas de tratamiento de residuos sanitarios de la región añadiendo el horno de Valdemingómez.
“Se ha producido un incremento exponencial en la generación de estos residuos: antes de la crisis sanitaria se podrían estar generando alrededor de 10 toneladas de residuos sanitarios [al día] mientras que ahora se ha incrementado en torno a las 15 toneladas diarias y ha habido picos de hasta 30 toneladas", detalló la directora general de parque tecnológico de Valdemingómez en el Ayuntamiento de Madrid, María José Delgado, en la cadena SER.
Los requisitos que recogen los documentos oficiales dan cuenta del peligro que encierra el manejo del material infeccioso. Los “residuos covid” deben llegar en bolsas cerradas. “Por razones de seguridad” se trata todo el material como infeccioso. En consecuencia, los encargados de entregarlos deben mantener dos operarios en las instalaciones para desinfectar la zona de descarga, la pala cargadora y demás material empleado. Los restos tienen que introducirse directamente en el horno. Su final es la incineración. A más de 900 grados. Y ahí, sí, por fin, termina la lucha contra el virus.
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