_
_
_
_
BOCATA DE CALAMARES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una noria del País de la Fantasía

La noria que se debate poner en Madrid nos hará mucho más iguales a otras ciudades

Sergio C. Fanjul
El proyecto pensado para Valencia que Villacís quiere traer y adaptar a Madrid.
El proyecto pensado para Valencia que Villacís quiere traer y adaptar a Madrid.

Viene rodando una noria desde el País de la Fantasía. Viene rodando por la vereda de los ríos, saltando las lejanas colinas, cruzando con ímpetu las fronteras, las vallas y las cordilleras, viene con fuerza, como el coronavirus. Viene cargada de ilusión, beneficios y city branding. Pronto llegará a la capital, invocada por Begoña Villacís, hechicera dorada, y entrará rodando por la Castellana, y seguirá por la Gran Vía, y flotará por el cauce del Manzanares, en Madrid Río, donde se valora colocarla. Y los madrileños, llenos de alegría y algarabía, saldrán de casa a dar la bienvenida a la noria que viene rodando, con bailes, pasteles y coplillas populares.

La vicealcaldesa ciudadana Villacís ha invocado a una noria, una noria justiciera que rodará sobre todos los populistas que no la quisieron antes, malvados, aguafiestas, tontolavas: en Valencia pensaron que no era interesante ni rentable. Pobre noria. Pero se hará justicia: la noria de Madrid será la tumba del populismo, aunque no haya nada tan populista como una noria. Hay una noria en España, vecinos, y tiene destino en Madrid. Ya viene la noria por el horizonte: gira y gira la vida, y gira y gira la noria. Todavía no sabemos si llegará y, lo que es más, todavía no sabemos dónde se colocará, porque Madrid está todo agujereado y no aguanta el fantástico peso de la noria. Pobre Madrid, poblachón triste y austero, ciudad de Gruyère, que todavía no tiene su noria.

Cuando llegue la noria, si llega, Madrid tendrá un nuevo elemento en su deslavazado skyline, un nuevo icono del que presumir, un nuevo motivo para crear Marca Madrid: ese Madrid que no deja marca, ese Madrid cateto, obsesionado por copiar lo de fuera en vez de potenciar lo de dentro. Pero queremos molar más, y lo vamos a conseguir, aunque sea a base de retales y sobrantes. Los madrileños, y sobre todo los turistas, observarán asombrados la noria y su sombra, y cantarán sus alabanzas, y podrán subir al redondel venciendo al vértigo, y tocar los famosos cielos, y mirar alrededor, y ver la carretera de la Coruña, y la Cruz de los Caídos, y la Cañada Real, y la espesa boina de smog, y las costas de Cádiz y las cumbres pirenaicas, y un poco más al norte una noria parecida, el London Eye, de Londres, pero un poco más pequeña: chupaos esa, británicos, tenemos 140 metros de noria. Qué orgullo tenerla más grande, la noria más grande de Europa, una noria que nos haga ser más iguales a todas las otras ciudades rodantes.

El impacto será brutal, significará un nuevo salto hacia delante en el plan divino de convertir la ciudad en un territorio turismofílico y vecinofóbico, homogéneo y plasticoso: una chatarra fluorescente. Pero que venga la noria rodando a Madrid: todo parque de atracciones debe tener su propia noria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_