El Vallecas de la Asamblea de Madrid
La Cámara regional se construyó en el sur para reequilibrar el territorio, pero funciona de espaldas al barrio
“La Revolución se escribe con ‘v’ de Vallecas”. No es una soflama política. Es un eslogan publicitario que se lee en la fachada del centro comercial Madrid Sur. Hoy en día es difícil diferenciar política de marketing, y viceversa. En la calle Pablo Neruda, en Vallecas, están a cada lado de una calle. Enfrente de los comercios está la Asamblea de Madrid, cuya composición se decide en las inminentes elecciones.
No es lo más habitual que instituciones de esta importancia se radiquen en barrios obreros. La Asamblea se colocó aquí, en una de las zonas renta más baja de la ciudad, para lograr un “reequilibrio institucional”. No está claro que haya servido para algo. “En la vida del barrio no se nota demasiado”, dice el vecino Juan Carlos Ramos, que pasea al perro bajo el sol, “los políticos vienen y van en coche y oficial. Solo a algunos de izquierdas se les ve por aquí”. El barrio, por su carácter trabajador, es famoso por sus tendencias izquierdistas. En la barra de un bar, un vecino todavía se queja sonoramente de la reciente de visita de Vox.
El 7 de abril de 1994 se inauguró la línea de metro que llegaba hasta la parada de Miguel Hernández, en los confines del distrito de Puente de Vallecas, con la presencia del rey Juan Carlos I. “Entonces varias personas de las asociaciones vecinales nos acercamos al rey para pedirle que intercediera para que trajeran la Asamblea de Madrid al barrio”, recuerda el histórico activista vecinal Pepe Molina. Al final, según cuenta, no se sabe si el rey tuvo algo que ver, pero el gobierno del socialista Joaquín Leguina, siendo presidente de la misma Pedro Díez, de Izquierda Unida, decidió que la Asamblea tuviera nueva sede en el barrio vallecano de Palomeras Bajas, en unos terrenos asequibles del IVIMA.
La nueva Asamblea se inauguró en Vallecas en 1998, obra de los arquitectos Ramón Valls y Juan Blasco y da también nombre a una plaza y a la estación de Cercanías
“Pensábamos que la Asamblea serviría para contrarrestar los estigmas que pesan sobre el barrio”, dice Molina, “los medios tienden a destacar todo lo malo de Vallecas y no lo bueno”. Delante de la Asamblea hay un carrusel triste, algunos venden mimosas, en la plaza hay bastante basura de la noche anterior, la típica dejadez periférica que no es tan fácil ver en las zonas más cuidadas del centro. Alrededor de la Asamblea han florecido algunos bares y supermercados. “Tampoco vienen los políticos demasiado a consumir”, explica Ana Ramos, que trabaja en un restaurante cercano, “dentro de la Asamblea tienen un bar con precios bajos y un menú con muchas opciones. Este es un barrio muy participativo, pero los políticos no participan demasiado”.
La anterior sede de la Asamblea se encontraba en pleno centro, en el Viejo Caserón de San Bernardo (San Bernardo, 49), un vetusto edificio del XVII que había sido un noviciado de los Jesuitas y en el que fue enterrada la duquesa de Alba que pintara Goya, según informa la web oficial a la que remiten los responsables de prensa de la institución. Allí se desarrolló la actividad en 1983 y 1998. Como aquella sede estaba en mal estado, como la Asamblea quería una sede propia y como se pretendía reequilibrar institucionalmente la ciudad, la nueva se inauguró en Vallecas en 1998, obra de los arquitectos Ramón Valls y Juan Blasco. A algunos diputados aquel traslado les pareció un incordio. La Asamblea da también nombre a una plaza y a la estación de Cercanías.
¿Cómo se han adaptado al hábitat sureño? “Hay algunos que solo vienen y se van, sin interaccionar de ninguna manera, entiendo que están muy ocupados”, dice Almudena Jiménez, de la asociación de vecinos de Palomeras Bajas, “pero otros, sobre todo de partidos de izquierda, salen a escuchar los problemas de los vecinos. Yo he visto a Gabilondo comer por ahí y saludar a los vecinos”. Según cuenta es fácil reconocer a los diputados de otros partidos en el centro comercial, “con chaquetas muy entalladas y pantalones pesqueros, como se lleva ahora”. La anécdota es que la ex presidenta Cristina Cifuentes fue grabada en lo que parecía un hurto de cremas en un Eroski aledaño, un escándalo que precipitó su dimisión en 2018.
A pesar de que algunos diputados vivan de espaldas al barrio y que el organismo no atraiga especialmente a visitas ni a turismo, sí que pone a la zona en el mapa mental de parte de la ciudadanía. “Cuando digo que vivo en Madrid Sur mucha gente no lo ubica hasta que añado que es donde está la Asamblea, por eso pienso que algo de visibilidad aporta”, explica el vecino Miguel Perales. Eso sí, la cercanía de la Asamblea viene muy bien para articular la reivindicación sin alejarse de casa. “La protesta de los propios vallecanos, porque nadie del centro viene aquí a manifestarse”, dice el vecino Ramos. Ya durante la colocación de la primera piedra, en 1995, dos asociaciones vecinales se manifestaron ruidosamente reclamando vivienda pública.
“Hay algunos que solo vienen y se van, sin interaccionar de ninguna manera, pero otros, sobre todo de partidos de izquierda, salen a escuchar los problemas de los vecinos. Yo he visto a Gabilondo comer por ahí y saludar a los vecinos”Almudena Jiménez, asociación de vecinos de Palomeras Bajas
Las asociaciones vallecanas fueron uno de los orígenes de la Marea Verde en defensa de la educación pública, y algunos diputados facilitaron el salón de actos de la Asamblea para que se celebraran algunas de sus reuniones. Hubo otros momentos históricos de infausto recuerdo: “Yo estuve delante del coche de Tamayo protestando cuando salía”, recuerda Jiménez. Se refiere al célebre caso de transfuguismo en el que los diputados socialistas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez posibilitaron con su voto el mandato de Aguirre. Los vecinos lo tuvieron fácil para acercarse a mostrar su rechazo.
En otra ocasión, en 2012, con motivo del recorte de las becas y las ayudas para el comedor de los colegios públicos, se celebró un acto simbólico auspiciado por la diputada de Izquierda Unida María Espinosa: los niños de los colegios fueron a la Asamblea a llevarse en tupper los menús de los diputados, que tenían, sorprendentemente, precios más bajos que los escolares. Les acompañó el periodista Gonzo, de La Sexta, aunque no les franquearon el paso. Las copas también estaban subvencionadas. “Durante toda la pandemia hemos manifestado allí nuestro desacuerdo por el estado de la sanidad pública”, concluye Jiménez, “hemos dado una batalla muy importante”. Y sin coger el metro.
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