Cazar votos en territorio comanche
Así hacen campaña Vox en Carabanchel, donde en las autonómicas de 2019 obtuvo un 7,5 %, y Unidas Podemos en Chamberí, donde sacó un 3%
Hay en Madrid un mural en recuerdo de las movilizaciones del 15M, caldo de cultivo de Podemos, con el que Vox ha intentado acabar. Como no encontró en enero más apoyo que el del PP, el homenaje sobrevive en la plaza de Oporto de Carabanchel. Con la polarización a flor de piel, qué mejor escenario que esa simbólica pintada de fondo para que la formación de extrema derecha celebre un acto político ante las elecciones del 4 de mayo. Se ha convertido en algo habitual en esta campaña que Vox, apoyado en el descontento y la crisis, trate de arañar votos en terreno abonado desde hace décadas por fuerzas de izquierda. En las autonómicas de 2019 obtuvo un 7,5% en este barrio. También Unidas Podemos trata de sumar apoyos en territorio comanche y hace campaña en Chamberí, donde hace dos años sacó un 3%.
A esa llamada de la ultraderecha acude Adrián, un prescriptor de 20 años, vecino de Carabanchel y con 1,3 millones de seguidores en la red social TikTok. Se arrima entre el barullo a la candidata Rocío Monasterio. “¡Sois la única esperanza!”, le jalea el joven, que se declara bisexual y va acompañado de su pareja, Alejandro, de 19 años. Lleva media docena de pendientes en la oreja izquierda y luce lentillas verde agua. “La calle está llena de inmigrantes ilegales que vienen a joder. Conozco muchos casos de violaciones por bandas de menas”, asegura, en referencia a los menores extranjeros no acompañados. Vox repite machaconamente que va a acabar con ellos. Pese al comentario emocionado que le ha lanzado a Monasterio, en la muñeca derecha de Adrián luce, junto a la pulsera de goma de Vox, la de tela de Ayuso con el lema “comunismo o libertad”.
Los incidentes del 7 de abril durante un acto de la formación ultra en Vallecas con 35 heridos, 21 de ellos policías, y 13 detenidos han ahondado el debate sobre la presencia de los partidos políticos allí donde son minoría. Mientras una treintena de antifascistas protestan, decenas de agentes antidisturbios protegen el acto de Vox en Carabanchel, un distrito donde impera la clase trabajadora. Hay también una nutrida presencia periodística. Los asistentes no son más de unas 200 o 300 personas, pero el altavoz en medios y redes es el que realmente mide el impacto del mensaje.
Varios hombres tratan de vender pulseras, banderas de España y diversos recuerdos rojigualdos. Ángel, de 84 años, pregona llaveros patrios y con el logo del partido que lidera Santiago Abascal. Uno, un euro, y dos, tres euros. Afirma que hay mítines en los que no vende ni uno. José Antonio, de 52 años, ofrece banderas pequeñas a tres euros y grandes a 10. “O a como se puedan vender”, comenta dejando abierta la puerta al regateo.
Siempre está el enloquecido que nos chilla en la calle lo del tópico de Venezuela o Irán, pero entre partidos convivimos bienMaría Antonia García, de Podemos Chamberí, y candidata número 116 de la lista del 4-M
La plaza de Olavide de Chamberí, distrito más señorial donde los populares dominan con claridad las urnas, representa las antípodas en la misma ciudad. Tito Morano, número 12 de la lista de Unidas Podemos, llega para participar en un mitin. Antes de tomar el micrófono, saluda a varios miembros del PP, que tienen una carpa montada en la misma plaza, entre los que se encuentra Jaime González Taboada, exconsejero en el Gobierno regional de Cristina Cifuentes. Comentan la manera de mantener viva la actividad política, pese al cierre de varias zonas básicas de salud en el distrito por la alta incidencia de la covid-19.
Consuelo Escudero, una psicóloga clínica de 70 años, jubilada tras trabajar en los servicios públicos de Salud Mental, era antigua votante de IU. Ahora vota a Unidas Podemos, satisfecha con su desempeño en el Gobierno de coalición. “Me gusta que se ocupen de la gente de la calle y los vulnerables”, argumenta esta vecina de la calle de Palafox especialmente preocupada por “el desmantelamiento de la sanidad” por parte del equipo que lidera Isabel Díaz Ayuso (PP). “Hay que echarlos”, dice convencida.
El tópico de Venezuela
“Siempre está el enloquecido que nos chilla en la calle lo del tópico de Venezuela o Irán, pero entre partidos convivimos bien”, explica María Antonia García, de 68 años, señalando hacia la posición que ocupan en la plaza los populares. Es consciente de que su 116 es un puesto sin aspiraciones en la lista de Unidas Podemos. “Hay mucho indeciso y la campaña es apasionante”, comenta esperanzada esta mujer que vive en la calle de Trafalgar, donde cree que la mayoría de vecinos vota al PP. Este partido cosechó en las autonómicas de 2019 en Chamberí los mismos votos que PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos juntos.
Más allá de resultados y programas, partidarios de unos y otros comparten la plaza de Olavide en una mañana dominical en la que los niños corretean con globos del PP, mientras un miembro de Podemos que prefiere no dar su nombre reparte propaganda “en zona nacional”. No hay policías ni presencia mediática. Unas 70 personas asisten al acto de Podemos. A ellos les pide Tito Morano que evangelicen en su portal, en el trabajo o en la asociación de padres del colegio. Y así el 4-M, dice, “sale el sol, sale Ayuso de Sol y aquí no hay más monasterio que el de El Escorial”.
“Por mucho que se pinte Chamberí de derechas, esto no es tan territorio comanche”, defiende Alberto Pajares, un arquitecto de 32 años, que suele colaborar de apoderado de Unidas Podemos en su colegio electoral. Al acabar el acto; Morano lo secunda: “Es un mito que esto sea territorio hostil”, dice, refiriéndose al clima de concordia, ya que los resultados no apoyan su tesis. Suena el himno protesta Bella Ciao mientras varias mujeres bailan en un ambiente festivo junto a una de las dos carpas de Unidas Podemos.
Proceso de cambio
La campaña madrileña asiste a un movimiento similar al que ha vivido en los últimos años el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y, en general, toda la extrema derecha europea, explica José Rama, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma. El elector de Vox, añade, vive un proceso de cambio, según los últimos barómetros, que lo están alejando del que hasta ahora era su arquetipo: hombre de estudios medios y preeminencia entre las rentas altas.
“Soy obrero y español y por supuesto votaré a Vox”, comenta Jesús, de 57 años, que acude disfrazado de obrero, casco incluido, a escuchar a Monasterio en Carabanchel, portando una bandera de España sobre un largo mástil.
La candidata, acompañada por el concejal de su partido Javier Ortega Smith, pasa para acceder al estrado por la puerta de la Peluquería Wilson, con un cartel luminoso dominado por la bandera de República Dominicana. La voz del diputado ultra resuena pared con pared mientras Wilson Álvarez, de 44 años y pendiente de obtener la nacionalidad española, sigue pelando. El cliente es un compatriota, Francisco Sepúlveda, de 51. Él sí tiene ya la nacionalidad y aunque no le gusta que Vox “hable mal de los inmigrantes”, este cocinero – así como el peluquero- reconoce el derecho a que puedan organizar mítines donde quieran.
La estrategia del ex vicepresidente del Gobierno y candidato de Podemos, Pablo Iglesias, apunta más hacia tratar de evitar que sus posibles votantes se queden en casa. Para el politólogo Manuel Mostaza Barrios, que cree que en España hay poca gente de extrema derecha y extrema izquierda, tanto Vox como Podemos han de buscar un mensaje “transversal” si quieren sobrevivir como fuerzas políticas. En este sentido, califica de “inteligente” la estrategia de la formación de ultra en estos barrios populares “porque con un discurso clásico van a tener más complicado” el dejar de ser un “satélite del PP”.
“Vox ya no es solo el partido del señorito ni del harto del proceso catalán. Es también un partido protesta que canaliza el cansancio con la política”José Rama, politólogo de la Universidad Autónoma
Tras los incidentes de Vallecas, Pablo Iglesias grabó un vídeo con duras críticas a Vox por ir a “provocar” y a los medios por supuestamente blanquear el fascismo. ¿Fue una provocación? José Rama cree que en parte sí, porque esta formación juega la carta de la “victimización” que tan bien le ha venido en Cataluña. “Vox ya no es solo el partido del señorito ni del harto del proceso catalán. Es también un partido protesta que canaliza el cansancio con la política”, opina el politólogo de la Autónoma.
María del Pilar, de 55 años, es una antigua votante del PP transformada en seguidora de Vox. Es de las que se acerca a Monasterio y Ortega Smith cuando llegan a Carabanchel. Se declara “pancista, del que nos llene la panza”, como cuenta que decía su abuela. Tras el acto, María del Pilar, que ha trabajado muchos años de camarera, comparte tertulia con su marido y otros vecinos sobre un barril en la puerta del bar Doña Patata. Entre ellos está Paz, de 48 años, en paro y divorciada con tres hijos. Paz está convencida de que todas las ayudas públicas van para “inmigrantes, gitanos, moros y discapacitados”. Los demás asienten. “Me voy a tomar una botella de vino, a ver si me vuelvo gilipollas y me cogen”, sentencia María del Pilar, entre las risas, animando al reportero a tomar nota de todo. “Pero no somos racistas”, trata de aclarar de inmediato.
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