Pongamos que hablo de Madriz
Ángel Gabilondo refrescó la idea de que el que se presenta a las urnas es él y no Pedro Sánchez.
En el debate se habló bastante de Madrid, algo de Madrí y poco de Madriz. Ante la irrupción en este plató de campaña para el 4-M de candidatos de procedencia estatal, desde el Congreso o La Moncloa, el aspirante socialista, Ángel Gabilondo, se vio apremiado a recordar que los asuntos en cuestión deberían haber sido más la sanidad, la educación, la economía y los servicios sociales sobre los que proponer mejoras y también, ya de paso, refrescó la idea de que el que se presenta a las urnas es él y no Pedro Sánchez. Fue todo un reconocimiento, como casi siempre en Gabilondo con humildad y cierta impotencia, de hasta qué punto ha calado incluso la invasión de competencias que se le ha impuesto desde la Presidencia del Gobierno de España. Es tal la incomodidad con la que se presta Gabilondo a estas refriegas mediáticas y de insultos que en ocasiones parece preferir quedarse callado y la moderadora, la periodista María Rey, le tuvo que advertir de que se le pasaba un turno sin proferir palabra. En su minuto final pidió a los votantes algo de “fuerza”.
Madriz fue una revista municipal y vanguardista que ensalzó en los ochenta la movida madrileña y que seguramente murió de éxito con más prestigio que tirada. No hubo en el debate grandes e ilusionantes proclamas sobre un futuro modernista y avanzado para Madrid. No vivimos esos tiempos. La mayoría de los candidatos se conformaron con ofertar medidas para paliar algo los desgarros del drama sufrido en este año de pandemia. Quedan apenas dos ejercicios para llegar a la siguiente campaña. Y no se vislumbran tampoco muchos recursos. El debate fue más bien un escaparate para intuir el estilo de hacer política de los aspirantes.
Los candidatos de la izquierda, en especial Pablo Iglesias y Mónica García, quisieron volcarse en cuestionar la gestión de la popular Isabel Díaz Ayuso en casi todos sus términos. Con cifras, datos y gráficos. La cabeza de lista de Más Madrid, además, contrapuso a su favor todo signo de planes y pactos. Desde la derecha no estaban para esos matices. Ayuso optó por insuflar su tono faltón y despectivo, sobre todo contra Iglesias, al que denostó con todo lo que encontró y acabó confesando: “El 4-M se juega un modelo para Madrid y para España, comunismo o libertad”. Monasterio hasta presumió de la campaña racista y xenófoba de los carteles de Vox en los que se apunta con falsedades contra los menores inmigrantes no acompañados, a los que devolvería a su casa o metería en la cárcel. Y se sumó al lema más ayusista: “No hay que arrodillarse ante la izquierda para proteger Madrí”.
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