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El desplome de escaños deja tocado a Vox y abre heridas entre Abascal y Feijóo

El partido ultra acusa al PP de que su estrategia del voto útil ha perjudicado a la derecha y elude cualquier responsabilidad en el fiasco

Dos operarios con la pancarta con los datos obtenidos por Vox en las elecciones del 23-J en la fachada de la sede del partido, en Madrid este lunes.Foto: MARISCAL (EFE) | Vídeo: EPV
Miguel González

Todavía los obreros, la mayoría inmigrantes subsaharianos, no habían acabado de desmontar la mañana de este martes el andamio colocado ante la sede de Vox como plataforma para las cámaras de televisión durante la noche electoral, cuando la fachada del edificio lucía ya un nuevo cartel: “¡Gracias! 3.031.800”. Se refería al número, aún provisional, de votos obtenidos por el partido el 23-J. Pocas horas después, Vox distribuía el álbum de fotos de sus 33 flamantes diputados.

Hay prisa por pasar página y hacer olvidar que se han perdido 600.000 votos respecto a hace cuatro años y que los 33 son 19 menos que los 52 que se sentaban hasta ahora en la Carrera de San Jerónimo. Además de no ser “decisivos” para echar a Pedro Sánchez de La Moncloa, como pretendía Abascal, tampoco podrán elevar recursos de inconstitucionalidad, como hicieron sus antecesores medio centenar de veces, ni presentar mociones de censura, como hizo Vox por partida doble. Al menos, no en solitario.

En la lista de diputados hay algunos que se estrenan, como Carlos Flores, al que el PP vetó como vicepresidente valenciano por su condena por violencia de género; la exsenadora Pepa Millán, una de las caras femeninas con las que Vox ha intentado combatir en esta campaña su imagen de machista; o Ignacio Hoces, que en la pasada legislatura hizo de comisario político desde su puesto de asesor del grupo parlamentario.

Pero también hay algunos que deberían estar y han quedado fuera porque los resultados han sido peores de lo esperado: Rodrigo Alonso, líder del brazo sindical de Vox, Solidaridad, que iba de número dos por Almería, un puesto de salida; Víctor González Coello de Portugal, exvicepresidente del partido y recaudador de fondos; Francisco José Contreras, exdirectivo del lobby ultracatólico Hazte Oír; Luis Gestoso, mano derecha de Abascal en Murcia; el doctor Juan Luis Steegmann, acosado desde las filas de su propio partido por defender la vacuna contra la covid, o Carla Toscano, que gozó de efímera fama en el Congreso por sus exabruptos contra la ministra Irene Montero. Hallar a una nueva diputada que haga de azote de las feministas, papel que Vox reserva siempre a una mujer, será más difícil, pues entre los 33 solo hay ocho mujeres, menos del 25%.

Santiago Abascal, en el balcón de la sede de Vox en Madrid, tras conocerse el domingo los resultados electorales.
Santiago Abascal, en el balcón de la sede de Vox en Madrid, tras conocerse el domingo los resultados electorales. Jaime Villanueva
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Abascal tenía asumido que no podría conservar los 52 escaños que obtuvo en un momento de debilidad del PP y el mismo día de la votación empezó a preparar a sus seguidores anticipando que cualquier resultado que obtuviera Vox “en estas circunstancias” sería “heroico”. Las circunstancias a las que aludía, y en las que abundó cuando se consumó el desastre, se referían a la supuesta manipulación de las encuestas, a la “demonización” de Vox por los medios de comunicación y a la desmovilización del electorado por culpa del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, a quien reprocha haber “blanqueado” al Gobierno de Pedro Sánchez con su oferta permanente de pactos y haber “vendido la piel antes de cazar el oso”. El fracaso de “la alternativa”, un gobierno de coalición entre PP y Vox basado en una mayoría parlamentaria de ambos, tendría así muchas responsabilidades, pero ninguna propia. Para justificar su exoneración, Vox difundió el lunes un análisis según el cual el “voto útil” que pedía Feijóo perjudicó a la derecha en Albacete, Sevilla, Tarragona, Burgos o Baleares, donde el PP habría desperdiciado miles de votos sobrantes que de ir a parar a Vox se hubieran traducido en escaños.

Sin embargo, un análisis de los datos permite lecturas diferentes. Vox ha retrocedido 2,82 puntos en el conjunto de España (del 15,21 al 12,39% de los votos), pero la bajada no ha sido uniforme. El mayor descalabro en término de escaños se ha producido en Castilla y León, donde ha perdido cinco de sus seis diputados y ha bajado tres puntos. Abascal pone esta comunidad, que PP y Vox gobiernan en coalición desde abril de 2022, como modelo para el Gobierno nacional.

No obstante, en pérdida porcentual de votos, la bajada ha sido aún mayor en Castilla-La Mancha (4,3 puntos), Madrid (4,5), Canarias (5) o Andalucía (5,3). Aunque los mayores desplomes se han producido en Murcia, donde Vox ha votado contra la investidura del popular Fernando López Miras y ha perdido 6,3 puntos; y Ceuta, donde ha jugado la carta de la hostilidad contra Marruecos y ha caído 12 puntos. Vox puede presumir de que ha crecido en Cataluña y el País Vasco, pero sigue siendo irrelevante en ambas, con el 7,7% en la primera y el 2,6% en la segunda.

Esta campaña ha dejado heridas entre Abascal y Feijóo. El primero lo felicitó en público el domingo —no consta que lo llamara para hacerlo personalmente— por haber logrado, dijo con ironía, no depender de su partido para llegar a La Moncloa, “como él quería”. Pero el secretario general de la formación, Ignacio Garriga, ha dejado claro que sus diputados “jamás” votarán al candidato del PP si en la suma está también el PNV, su única forma de alcanzar la mayoría absoluta. Abascal y Feijóo, que mantuvieron el lunes una primera conversación, tienen varios asuntos pendientes, además de la hipotética investidura del segundo, como la negociación del nuevo Gobierno aragonés, para el que se espera acuerdo en breve; y la del murciano, mucho más envenenada.

En Vox se da por seguro que habrá repetición de elecciones y que esa campaña será muy distinta a la que acaba de terminar. Como sea, los afiliados no podrán exigir responsabilidades por los errores cometidos en esta, pues Vox no los reconoce y, por vez primera, no ha hecho público el nombre de su director y no hay a quién exigírselas.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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