_
_
_
_
Palabra de candidato
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pendientes de la amabilidad de los extraños

La mayor metamorfosis de Sánchez ha sido pasar de disimular sus pactos a presumir de ellos con una sonrisa. En cambio, Feijóo es un curioso candidato llorón: no es justo, voy a ganar y no me van a dejar gobernar

Un grupo de peregrinos pasa delante de carteles electorales, este sábado en Santiago de Compostela (A Coruña).
Un grupo de peregrinos pasa delante de carteles electorales, este sábado en Santiago de Compostela (A Coruña).ÓSCAR CORRAL
Íñigo Domínguez

Hay lunes en que sería mejor no empezar la semana. Esta ha sido una especie de reflejo inverso de la anterior. La otra empezó fatal para Pedro Sánchez con el cara a cara del lunes 10 y se le hizo muy cuesta arriba. Pero esta le ha ido mal a Alberto Núñez Feijóo, que también el lunes 17 tuvo su discusión sobre las pensiones con la periodista de TVE Silvia Intxaurrondo, y se ha pasado la semana remontándose a sí mismo. También se han dado la vuelta los papeles: Feijóo empezó acusando a Sánchez de mentiroso, y ahora se lo dicen a él. Le acusaba de soberbio y arrogante, pero el plan en el que se puso con Intxaurrondo, perdonándole la vida, recordó al Aznar más borde y descubrió un talante mucho menos majete del que se pensaba: “Revise sus datos”; “usted va a comprobar lo que yo le digo”; “parece ser que alguien está equivocado y me da la sensación de que es usted”. Por no hablar de las amenazas a TVE de Esteban González Pons, que en una paradoja más de la campaña, es vicesecretario de Acción Institucional: qué manera de actuar con las instituciones (y menos mal que no es el secretario, solo el vice). Esa sensación que transmite Feijóo de que va sobrado y cree que ya ha ganado aumentó con su ausencia en el debate del miércoles o, en sus palabras, el “pseudodebate”. Es como si ya solo esté esperando a ver quién es el segundo. Por último, Sánchez venía de rehuir entrevistas y preguntas incómodas, pero se tiró a bomba en la campaña, y al final ha sido Feijóo el que las ha temido.

De forma épica, se ha impuesto la batalla entre la verdad y la mentira, ese temazo de nuestro tiempo. Para el PP, verse en el papel de mentirosos les ha roto los esquemas. Se suponía que el mayor villano de la historia era Sánchez, en eso habíamos quedado. Hasta se gastaron una pasta en una página de publicidad en los principales diarios del jueves para enumerar, según ellos, una lista de mentiras del presidente. Feijóo ha hablado tanto de que él nunca miente, que hasta llegaba a ser contraproducente, como cuando uno dice diez veces que no es lo que parece: “La inexactitud la he aceptado de forma inmediata porque no me gusta que en la política española se instale la mentira”; “yo tengo una trazabilidad que no me permite cambiar de opinión según lo que me interesa”.

La mayor metamorfosis de Sánchez ha sido pasarse cuatro años escaqueándose de los temas más incómodos e impresentables y ahora venderlos con una sonrisa. Ha tardado todo este tiempo en dar con el tono, y con el concepto ese de buscar pactos hasta debajo de las piedras. De modo que el mismo viernes le preguntaron si volvería a hacerlo y ya contestó con una sonrisa: “Por supuesto, sin ninguna duda”. De disimularlo a presumir. La catarsis de dar la vuelta a los argumentos, con recochineo, culminó al abrir su mitin final con la canción Perra, de Rigoberta Bandini, y repartiendo chapas con el lema PerroSanxe y PerraSanxe. Mientras tanto, en Twitter había ayer tres tendencias con Feijóo y ninguna era buena. Llevaba pegados tres adjetivos: mentiroso, cobarde y machista. Todo por cosas suyas de esta semana (la discusión en TVE, no ir al debate y sus alusiones al maquillaje de Yolanda Díaz).

Hubo más. Todos nos preguntábamos por qué no salía el comodín de Marcial Dorado, pero no teníamos ninguna duda de que Feijóo se lo tendría superpreparado. Pero no. Lo sacó Yolanda Díaz el domingo (al PSOE le debió de parecer que mejor le dejaba a ella la parte de los golpes bajos, por el perfil institucional). Y resulta que Feijóo no se lo tenía preparado. Lo de las pensiones, pase, pero ¿esto? Era difícil seguir su trazabilidad. El miércoles, en La Sexta no sabía que Dorado, a quien apenas ha dicho conocer, era un narco: “Ahora es más fácil saber cosas porque hay Internet, porque hay Google”. El viernes, en la Cope, ya fue algo más allá: “Cuando yo le conocí, había sido contrabandista, nunca narcotraficante”.

En esta campaña que se ha puesto del revés también hay algo llamativo. Feijóo es un curiosísimo ejemplar de candidato llorón: no es justo, voy a ganar y no me van a dejar gobernar. No sonríe, aparece circunspecto. Su mensaje es, en esencia: haced el favor, no me hagáis esta faena de obligarme a pactar con Vox. Y el siguiente, que tiene que gobernar el más votado o se enfada. “Llamaré a la puerta del PSOE”, avisó. El pobre se ve como Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo, condenado a depender de la amabilidad de los extraños, y no sabe cuáles son peores, si Vox o el PSOE. Marcial Dorado, en todo caso, fue un extraño muy amable. Es como si estuviera hablando de una derrota, sufre, lo lleva mal. Solo se le pasaría con una mayoría absoluta, la pide como un regalo a los Reyes. Desde luego le darían una alegría. Y Sánchez, al revés, se lo toma como quien no tiene nada que perder: si gana, estupendo, y si no, lo ha intentado, era muy difícil. Se lo pasa bien, sonríe todo el rato. Si pierde por goleada se le va a quitar la sonrisa para siempre, claro, todos sabemos cuántos extraños y cuán poco amables pueden aparecer de un día para otro en el PSOE. También Feijóo, que después de lo de Pablo Casado también sabe cómo en el PP los colegas se convierten de repente en desconocidos. Una de sus frases más intrigantes, que ha repetido, es: “No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío”. Es una idea suya recurrente, en la hemeroteca aparece ya en 2020.

Está todo mucho más claro cuando Feijóo habla en prensa; es distinto en los mítines que en las entrevistas. El miércoles, en La Vanguardia: “Yo le digo a los ciudadanos: no quiero gobernar con Vox, no quiero una coalición con Vox, (…) Yo quiero evitar esa coalición”. Y en Abc, el jueves: “Si los votantes de Vox que se fueron vuelven al PP, el PP puede gobernar en solitario. (…) Es legítimo que el PP intente recuperarlos, que es lo que hicimos con Ciudadanos. Eso no debe molestar a Vox”. Seguro que a Santiago Abascal le parece un planazo. Si la idea de Feijóo con Vox es que acaben como Ciudadanos se augura una coalición de lo más divertida.

De hecho, Abascal siempre que puede le da un toque. El martes: “No somos tontos, queremos que los acuerdos se respeten y hemos entendido que la única fórmula es la entrada en los gobiernos”. Así que este es el panorama. Sánchez y Díaz ya son pareja de hecho, pero estos dos lo llevan fatal. Abascal con Feijóo siempre está despechado. Dijo en Murcia, donde Vox ha votado en contra del Gobierno del PP: “Este es uno de los lugares donde más se está padeciendo el despiste del señor Feijóo”. Le ve despistado. Según como vaya, le estará esperando el lunes en la puerta con unos amigos, seguro que muy extraños, para explicarle amablemente cómo están las cosas.

Después de Feijóo, esta ha sido la semana de Yolanda Díaz, pero para bien. Ha asumido el papel de azote del líder del PP, al que llegó a llamar “mentiroso compulsivo”, y eclipsó a Sánchez en el debate. Aunque para eclipses, ha tenido que ver cómo Ione Belarra, que por fin apareció en algunos mítines, nunca dijo su nombre, como si fuera una extraña, aunque siempre pareciendo muy amable. Díaz, que tiene a gala no montar broncas, dejó caer esta gélida respuesta en Hora Veintipico, en la SER, cuando le preguntaron si le habría gustado que apareciera en su campaña Pablo Iglesias, como Zapatero: “Pablo Iglesias hace su trabajo. Se ha retirado de la política. Ahora tiene un medio de comunicación, una empresa”. En fin, un empresario.

En cuanto a Santiago Abascal, su frase de la semana fue sin duda la que cayó como un bálsamo mágico para llenar de paz la situación en Cataluña. Propuso “una intervención sostenida y duradera y utilizar todos los resortes del Estado para convencer a la población en Cataluña y restaurar la concordia”. La fe de este hombre en su poder de convicción es conmovedora.

Así, con esta tensión, llegamos a votar. Aunque es un avance que, al menos, ninguno de los dos bandos haya hecho llamamiento a hacer acopio de papel higiénico si gana el otro. Ahora solo queda ver cómo es el lunes que nos espera mañana, para empezar los próximos años.

Abascal, el viernes, poco antes del cierre de la campaña en Madrid.
Abascal, el viernes, poco antes del cierre de la campaña en Madrid.JUAN MEDINA (REUTERS)

Recibe cada tarde el boletín Diario electoral, con el análisis de Ricardo de Querol, subdirector, y Luis Barbero, redactor jefe de edición.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_