Abascal llama a sus fieles a movilizarse para “echar al peor Gobierno de la historia”
El partido ultra exhibe músculo con el apoyo de una quincena de líderes internacionales, pero no consigue llenar la Plaza de Colón en su mitin final de campaña
“Quedan 48 horas para librarnos del peor Gobierno de nuestra historia”, dijo Santiago Abascal a su llegada a la plaza de Colón de Madrid, donde Vox celebró su mitin de fin de campaña. El líder ultra cargó contra el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, por “blanquear” al PSOE con su “permanente mano tendida” a Pedro Sánchez y le reprochó que esté dispuesto a pactar con todos los partidos, “y a repartirse comisiones con Bildu en el Ayuntamiento de Vitoria”, mientras parece que “el único al que le molesta es a Vox”. Abascal advirtió de que las elecciones “no están ganadas” y llamó a sus fieles a movilizarse hasta el domingo, a pesar de que la actitud de Feijóo, en su opinión, ha rebajado la alerta de la sociedad ante el “Gobierno de la ruina”. Detrás de él, un seguidor exhibía un cartel con el lema: “Feijóodete si le votas”.
Abascal eligió la Plaza de Colón para “precelebrar” el viernes, según sus palabras, el “cambio de rumbo” que espera salga de las urnas el domingo. Cerró su campaña en el mismo escenario donde, en febrero de 2019, se hizo la “foto de las tres derechas”, junto a los entonces líderes del PP y Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera. Abascal era en esas fechas el dirigente de un partido sin representación en el Congreso, pero Casado y Rivera le hicieron un hueco en la tribuna para ensanchar el frente contra Sánchez. Más de cuatro años después, Casado y Rivera se han retirado de la vida política y Abascal se ha quedado con toda la plaza, aunque no ha conseguido llenarla: unos 3.000 seguidores del partido ultra ocuparon el viernes su almendra central.
Vox echó el resto en su mitin final, con un reguero de intervenciones de sus caras más conocidas: desde el vicepresidente castellano-leonés, Juan García-Gallardo, a Ignacio Garriga, Jorge Buxadé o Iván Espinosa de los Monteros, quien, al término de una histriónica intervención, presentó irónicamente al anterior como líder del “ala ultraliberal del partido”, etiqueta que la prensa le pone a él. Los discursos se alternaron con mensajes grabados de una quincena de líderes ultras extranjeros; incluidos los primeros ministros de Italia, Hungría y Polonia, Giorgia Meloni, Víktor Orbán y Mateus Morawiecki. La música hizo imposible escucharlos, pero su imagen sirvió para que Abascal exhibiera músculo del respaldo internacional con el que cuenta.
Abascal lanzó una amenaza al mundo de la cultura, que se ha movilizado contra la censura de espectáculos en instituciones en las que ya gobierna el partido ultra con el PP. “Se escandalizan porque hemos cancelado las agendas culturales, ¿qué esperaban?”, dijo. “Nosotros no somos como los que conocían, somos distintos”, añadió, en alusión a los populares, a los que reprocha su tibieza. “Los hemos cancelado, los vamos a cancelar y los cancelaremos”, remachó, asegurando que actuarán en defensa de “los intereses de todos los españoles” y no “los de la secta que ha secuestrado la cultura en España”.
El momento de mayor entusiasmo se produjo cuando el público empezó a corear “¡que te vote Txapote!” y el líder de Vox interrumpió su discurso para asegurar que ese grito “nace del pueblo” y evidencia “un profundo respeto a las víctimas” de ETA; a pesar de que Consuelo Ordóñez ha pedido hasta la extenuación que se deje de utilizar un eslogan que recuerda al etarra que asesinó a su hermano porque causa dolor a la familia.
Abascal arrancó esta campaña a caballo del pacto con el PP en la Comunidad Valenciana y consiguió luego doblar el pulso a la candidata del PP en Extremadura, María Guardiola, que tuvo que aceptar la entrada de Vox en su gobierno. Sin embargo, los reiterados desplantes de Feijóo, que ha calificado a Vox de socio “poco fiable”, lo han obligado a revolverse contra su aliado.
Votar a Feijóo, repitió Abascal, es “jugar a la ruleta rusa”, ya que no se sabe con quién acabará pactando, mientras que apoyar a Vox es la única “garantía” de que se construirá “la alternativa”, como denomina a un hipotético gobierno de coalición entre el PP y su partido. Su objetivo no es solo atraer a quienes quieren echar a Sánchez de La Moncloa, sin importarles quién y cómo lo haga: lo más urgente es frenar la sangría de votantes con la que, según las encuestas, el PP está vampirizando a Vox; con el señuelo del voto útil y el carisma del caballo ganador. Tal como ha hecho Feijóo con los votantes de Vox, Abascal se dirigió a los electores del PP para reclamarles su apoyo. “Me atrevo a pedirles su confianza, no los vamos a defraudar, vamos a ser capaces de representarlos”, les dijo.
El duelo entre el líder del PP y el de Vox es, en todo caso, de guante blanco. Abascal tiene cuidado en no quemar los puentes ni generar agravios personales que, como le ocurrió con Casado, hagan imposible el entendimiento. La mañana del viernes, en Albacete, evitó entrar al trapo de las críticas a Feijóo por su relación con el narco Marcial Dorado, aduciendo que no iba a “hacerle el juego a la izquierda”.
Abascal no oculta que, aunque su rival es Feijóo, su “enemigo” es la izquierda. El debate a tres del miércoles en TVE le permitió recuperar visibilidad ante la ausencia del candidato del PP y presentarse como el antagonista del “Gobierno social-comunista”. El viernes volvió a subrayar que ni Pedro Sánchez ni Yolanda Díaz le respondieron a la pregunta de qué es una mujer. Tampoco él contestó. Cuando los periodistas se lo recordaron, dio la definición de la RAE: Una mujer es “una persona de sexo femenino”. Lo que no dijo es si Vox permitiría que una persona cambie legalmente su sexo biológico.
Abascal tampoco quiso anticipar con qué resultado se conformaría su partido el domingo. Su única apuesta es que Vox será “decisivo”; es decir, que tendrá los escaños necesarios para completar la mayoría del PP. En Vox asumen que serán menos de los 52 diputados que ahora tienen, pero confían en que pueda bastar.
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