Feijóo se somete en casa a una prueba de supervivencia
Arranca la campaña en Galicia, más contaminada que nunca por la política nacional y con el PP obligado a la mayoría absoluta
Alberto Núñez Feijóo salvó en 2009 la vida política de Mariano Rajoy. El entonces líder del PP llegó tambaleando a aquellas elecciones gallegas. Tras su segunda derrota ante José Luis Rodríguez Zapatero, el lobby de la derecha madrileña ―con Esperanza Aguirre de voz primera y un coro de conspicuos gurús mediáticos― lo había puesto en el disparadero. Algunos ya preparaban las exequias políticas de Rajoy para el caso de que el PP no lograse reconquistar su feudo gallego, después de cuatro años de un Gobierno de coalición de socialistas y nacionalistas.
Rajoy sudó la camiseta como nunca en aquella campaña. Dejó que el debutante Feijóo protagonizase los grandes actos, mientras él pateaba pueblos y aldeas. Contra pronóstico, el PP alcanzó la mayoría absoluta. Rajoy salvó su liderazgo y Feijóo empezó a forjar el suyo.
La campaña para las elecciones gallegas del día 18, que arrancó en la madrugada de este viernes, desprende un aroma muy familiar para los que vivieron el duelo de hace 15 años. La providencia ha situado a Feijóo en el papel del Rajoy de entonces. El actual líder del PP viene también de un amargo revés electoral y, aunque no se enfrente a un desafío abierto a su liderazgo, tampoco puede permitirse más tropezones. Perder el Gobierno en su tierra, la que dirigió durante 13 años, supondría un batacazo casi definitivo.
Todo recuerda tanto a 2009 que en el equipo de Feijóo reconocen que este va a repetir un papel similar al de Rajoy entonces. Los grandes focos estarán puestos en Alfonso Rueda, el presidente de la Xunta y candidato a la reelección, mientras el líder nacional se volcará intensamente en las poblaciones más pequeñas.
En teoría, el desafío no debería ser muy complicado para el PP. Parte con una gran ventaja, los 42 diputados sobre un total de 75 que obtuvo Feijóo en 2020. Casi todas las encuestas apuntan a que mantendrá la mayoría absoluta, y el 80% de los gallegos entrevistados por el CIS pronostican la victoria popular. Claro que la misma encuesta revela poco entusiasmo con la Xunta del PP. Hay un empate entre quienes la aprueban y quienes la suspenden, y el segundo problema que más preocupa a los gallegos es la sanidad, gestionada por el Gobierno autónomo. Un 56% de los encuestados revelan que el candidato Rueda les despierta poca o ninguna confianza. Los números del presidente están por debajo de la que se perfila como su gran rival, la líder del BNG, Ana Pontón, que durante los últimos cuatro años ya encabezó la oposición.
El PP parecía haber diseñado una campaña de perfil bajo. Incluso se permitió hacer coincidir sus días finales con el Carnaval, una fiesta de multitudinarias celebraciones en Galicia. Pero el panorama se ha agitado en las últimas semanas. Aunque los populares aseguran que no les ha afectado lo más mínimo la crisis de los pellets, los miles de bolas de plástico que arribaron a las playas a finales de 2023, el caso despertó a la izquierda del letargo. “Rompió el marco que quería fijar el PP y puso en evidencia la gestión de la Xunta”, opina el politólogo Antón Losada, profesor de la Universidad de Santiago. En las últimas semanas, el PP ha mostrado tendencia a la baja, hasta acercarse al límite de la mayoría absoluta.
Las elecciones se van a prestar más que nunca a las lecturas en clave nacional. Además de Feijóo, también Yolanda Díaz pone a prueba el proyecto de Sumar en la tierra de donde proviene y en circunstancias poco favorables, compitiendo por un espacio político en el que el BNG parece intratable. Y van a ser las primeras elecciones tras la nueva aventura emprendida por Pedro Sánchez con la amnistía y los pactos con Junts.
Las campañas de Feijóo en Galicia se caracterizaban por la búsqueda de la transversalidad y por esquivar las tensiones y asperezas del debate político nacional. En 2020 sus carteles empequeñecieron hasta lo microscópico las siglas del PP y proclamaban como lema “Galicia, Galicia, Galicia”. Ahora el PP es él y su consigna diaria, “amnistía, amnistía, amnistía”. En su equipo aseguran que el discurso seguirá centrado en cuestiones gallegas, aunque de inmediato advierten: “Esta vez el clima político nacional nos favorece”. El propio Rueda se ha lanzado por ahí al situar a Sánchez como su verdadero rival.
Amnistía aparte, el PP jugará con la idea de la “desigualdad de trato” a Galicia frente a los “privilegios de Cataluña”. El BNG será presentado como “los socios de Bildu y de ERC”, con el PSdeG-PSOE de José Ramón Gómez Besteiro en un papel subordinado. Está por ver la eficacia de ese mensaje. Por un lado, las encuestas revelan un bajo rechazo a Pontón, incluso entre los votantes del PP, unas cifras que nunca había alcanzado un líder del nacionalismo gallego. Y en cuanto a la posibilidad de transformar la campaña en otro plebiscito sobre Sánchez, los mismos datos del CIS expresan que una amplísima mayoría de los gallegos (casi el 70%) prefiere un debate centrado exclusivamente en los problemas de su comunidad autónoma.
Aunque la izquierda asegura que no entrará a ese trapo, al tiempo contempla con agrado que sí lo hagan los populares porque cree que le beneficiará, según comentan sus dirigentes en privado. El campo progresista siempre obtiene mejores resultados en las generales que en las autonómicas, en buena medida porque la participación en las primeras suele ser muy superior, a veces con casi 10 puntos de diferencia.
La abstención en las autonómicas es más acusada en las ciudades, donde reside la mayor fortaleza de la izquierda, que en las zonas rurales, feudo conservador. PSOE y Sumar están convencidos de que resucitar aquí la cruzada contra el sanchismo, como el 23-J, puede empujar a las urnas a parte de su gente que se iba a desentender esta vez. Sánchez ya ha machacado esa idea en sus incursiones de precampaña: “Si Galicia vota, Galicia cambia”. Para el BNG, una campaña centrada en el monotemático debate nacional le dejaría todo el campo libre para su mensaje favorito: presentarse como el gran defensor de los intereses propios de Galicia.
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