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Así votan los barrios pobres y ricos de Barcelona

Los vecinos de la Barceloneta, el Raval, el Eixample y Sant Gervasi acuden a la cita con las urnas en un domingo donde todo es posible

Alfonso L. Congostrina
Elecciones Catalanas
Colegio electoral en el Casal del Raval.Albert Garcia

Abdul Momin nació en Bangladesh hace 42 años, aunque lleva 20 viviendo en el barrio barcelonés del Raval donde trabaja como ayudante de cocina en un restaurante “de comida española”. Hace un año que consiguió la nacionalidad y este domingo ha votado por primera vez. “Me ha hecho mucha ilusión poder elegir a los que me van a gobernar”, admite tras ejercer su derecho. Momin vive en una de las zonas más humildes y más abstencionistas de Barcelona. El distrito de Ciutat Vella —al que pertenecen los barrios del Raval, la Barceloneta, el Gòtic y Sant Pere i Santa Caterina— es de los que menos votan y donde se establecen buena parte de los vecinos con menos recursos de la ciudad. Justo al otro lado de la balanza, en Sarrià-Sant Gervasi, es donde se concentran las cuentas corrientes más abultadas y, precisamente, los vecinos que más participan en las elecciones. EL PAÍS ha visitado, la mañana de este domingo electoral, los colegios de las zonas más pobres y más ricas de la ciudad.

A las dos de la tarde, el Govern ha hecho público los primeros datos de participación. A esa hora había votado el 27,78% de los barceloneses (hace tres años, a la misma hora había votado el 22,6%). En Sarrià-Sant Gervasi la participación a las 14.00 de este domingo era del 27,5%, mientras que en Ciutat Vella era del 20,8%. No es la única diferencia. La esperanza de vida de los vecinos de la Barceloneta es de 80,5 años mientras que la de Sant Gervasi es de 86,3 años.

En la Escuela Mediterrània de la Barceloneta, a las nueve de la mañana, estaba todo listo. Pronto han comenzado a llegar vecinos ansiosos por votar. Una de las que primero lo ha hecho es Leocadia Montes, la emblemática dueña del Bar Leo. Acompañada por uno de sus hijos, se apresura a ejercer su derecho mientras una vecina habla con ella y recurre al clásico: “A quien madruga, Dios le ayuda”. Carmen Torres recuerda las cargas policiales que hubo en este colegio durante la consulta independentista del 1 de octubre de 2017. “Han pasado los años y el barrio está cada vez peor. A ver si viene Puigdemont y lo arregla”, desea Torres. Sobre el actual alcalde, Jaume Collboni (PSC), mantiene que no quiere “ni oír hablar”.

Muy cerca de la escuela Mediterrània se encuentra la escuela Alexandre Galí. Allí Salva ejerce como interventor del PSC. En otras elecciones hizo el mismo papel, pero por ERC. De hecho, fue uno de los grandes defensores de la consulta independentista en el barrio de la Barceloneta e incluso se manifestó contra la coalición Colau-Collboni, pero “las cosas cambian”, dice. Junto a él, una señora de avanzada edad hace las funciones de apoderada de Vox. “Qué bonita esta escuela al lado del mar. Yo es que vengo de Castilla para trabajar de interventora”, advierte. En el Alexandre Galí, los votantes llegan con cuentagotas. Una imagen similar a la de la escuela Massana del barrio de El Raval, justo detrás del mercado de la Boqueria. Allí, la votación se convierte en un verdadero tedio para los miembros de las mesas electorales que no saben a dónde mirar ante la falta de vecinos dispuestos a votar.

En el pequeño colegio del Casal del Barri del Raval, el recibimiento lo dan dos interventoras de Vox originarias de Guinea. “Vivimos en el Gòtic y queremos dar nuestro apoyo a la democracia”, asegura una de ellas a preguntas de EL PAÍS. Al final son las que dirigen un poco a los votantes en la entrada de este colegio electoral. Dentro hay más interventores que miembros de las mesas. La conversación entre los interventores del PSC, PP y ERC es divertida y se conocen de otros comicios. “Aquí la gente vota poco”, lamenta Joan Domínguez, el apoderado del PSC. De hecho, Abdul Momin —el cocinero procedente de Bangladesh con el que arranca esta crónica— es de los pocos que se acercan para votar.

Mercé en el colegio electoral Escuela Augusta, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi.
Mercé en el colegio electoral Escuela Augusta, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi. Albert Garcia

El Eixample era, tradicionalmente, un distrito de clase media-alta, pero en los últimos años se ha convertido en una zona básicamente de rentas altas. A las dos de la tarde, había votado más del 28% del censo. Uno de los principales colegios de este distrito está en la sede de la Universitat de Barcelona, donde no ha habido ninguna intromisión entre las urnas electorales y la acampada de estudiantes reivindicando el fin del ataque de Israel a Gaza. Rosa Lluch, la hija de Ernest Lluch, ejerce allí como interventora de los Comuns. Esa posición no le impide saludar al líder de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, que ha decidido, tras votar, saludar al mayor número de interventores de la formación naranja en unas elecciones que saben que son a vida o muerte. Lluch también saluda al líder de su formación, Jaume Asens, en uno de los vestíbulos más señoriales de estos comicios.

Lluch no será la única interventora de renombre de estos comicios. En la escuela Augusta en Sant Gervasi, la diputada popular en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo ejerce como apoderada. En ese colegio electoral el ambiente es diferente. Es raro ver a alguien votar solo y son muchas las familias que, vestidas de domingo, acuden al compromiso con las urnas. Mercè es de las pocas que va sola a la cita electoral: “En las elecciones municipales me tocó estar en una mesa y el 1 de octubre [de 2017] me pegó la policía. Te puedes imaginar que desde entonces no me pierdo una elección y te puedes imaginar a quién voto”, mantiene la mujer, en uno de los barrios que se han convertido en feudo de Junts.

Sant Cugat del Vallés vota "lo de siempre" desencantado 

Amparo Pérez

Los vecinos de Sant Cugat han modificado ligeramente su rutina: entre el café en la plaza de Lluis Millet y el paseo del día de descanso, había que ir a votar.  Los mayores han sido los encargados de estrenar las urnas. “Lo teníamos muy claro, como siempre, pero este año nos mantenemos más firmes que nunca”, subrayan Gerard (70 años) y Remei (68), que han acompañado a su padre de 97 años a las urnas del Centre d’Art Maristany. 

Durante las primeras horas de la mañana de este domingo, andadores, sillas de ruedas y vehículos motorizados de movilidad reducida han tomado las calles de la tercera ciudad más rica de Cataluña. A sus 89 años, Daniel sujeta en una mano la papeleta y con la otra se apoya sobre su bastón: “Votamos lo de siempre porque tenemos el mismo problema de siempre. Los catalanes somos personas muy trabajadoras, hemos tenido una industria textil magnífica en esta zona. Tenemos mucho potencial, pero los dirigentes de fuera no nos dejan progresar”, critica. Su amigo Pedro (84 años) le secunda: “Llevamos toda la vida igual. Lo peor es que no hay una idea completa, un plan estructural, pero hay muchas divergencias de opinión y eso nos impide avanzar. Hace falta unos dirigentes que se planten y digan hasta aquí”, añade. 

En un municipio donde el partido nacionalista catalán Convergencia i Unió ha gobernado durante casi 30 años —ahora bajo el mandato de Junts per Catalunya— el “voto de siempre” no motiva a las nuevas generaciones. Anna (30 años) y Andrea (30 años) han aprovechado el camino al colegio electoral para pasear a sus mascotas. Las dos aseguran estar “muy desencantadas” con la política: “He terminado votando al partido de siempre. Ni me he molestado en leer los programas electorales como suelo hacer porque estoy cansada de la decepción de votar y ver que no sirve absolutamente para nada”, subraya Andrea. Las dos opinan que la clase política debe dejar a un lado los discursos y centrarse en las necesidades sociales, especialmente en la vivienda. “Tenemos un buen sueldo, por encima de la media de nuestra edad, y dentro de poco nos tendremos que ir de la ciudad en la que hemos nacido, es demencial”, comentan sobre el precio del alquiler porque comprar, ni se lo pueden plantear.

Las necesidades sociales son también prioritarias para decidir el voto de Laura (23 años): “Siempre me decanto por los partidos que se preocupan de los catalanes, de su lengua y su cultura, pero que no dejan de lado otras cuestiones como la guerra en Gaza". La posición sobre el conflicto entre el Estado de Israel y el pueblo palestino ha sido “determinante” para María (21 años). “Me dan igual las propuestas políticas porque ahora mismo lo que más me preocupa es lo que está ocurriendo en Gaza. Según se posicione cada partido decidiré a quien votar”, puntualiza.

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