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“Cuando empezó la epidemia dije: el que se quede sin trabajo, a comer a casa de la Leo”

La dueña del emblemático bar Leo de la Barceloneta admite que la crisis sanitaria le ha pasado factura emocional: “Hay momentos en los que paso mucha tensión, cuando le tengo que decir a las personas que quiero que no pueden entrar.”

Leocadia Montes en la puerta del Bar Leo, en la Barceloneta.Vídeo: Foto / G.Battista
Jessica Mouzo

El sol apenas está despuntando sobre la playa de la Barceloneta y Leocadia Montes, La Leo, (La Rábita, Granada, 76 años), ya está despachando los primeros cafés en el bar. Como cada día, desde hace casi 40 años, despierta al alba y se echa a la faena hasta que cae el sol.

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Ella, que dejó su Rábita natal siendo una cría para ganarse el pan en la capital catalana, apenas ha salido de su barrio, la Barceloneta. Leo es su bar. Toda una vida cobijada entre esas cuatro paredes empapeladas de recuerdos en la calle Sant Carles. Un local que rinde homenaje al cantaor flamenco Bambino, amigo de la ama, y guarda la esencia de la Barceloneta que fue. Que aún es. Sobre el frente del comedor, una virgen; tras el mostrador, una ristra de billetes antiguos y decenas de cachivaches que sortean fotografías de cantantes, de las Leo de otros tiempos e, incluso, de una sonriente alcaldesa Ada Colau: “A la Colau la quiero mucho. La estimo de siempre. Yo la tengo en mi pensamiento de antes de que fuera presidenta. Había oído de ella que hacía muchas cosas buenas por la gente”, explica.

Leo, viuda desde hace 20 años, se sabe querida: “Todos los que entran por la puerta, lo que saben decirme es: eres una madraza, te queremos”. Y, efectivamente, como una madre —con sus cuatro hijos y con cualquier cliente que entra por la puerta—, la Leo ordena, dispone y manda. Y todos cumplen.

Pregunta. ¿Cómo ha llegado la Leo hasta aquí?

Respuesta. Yo empecé a trabajar en los merenderos de la playa, los chiringuitos que tiraron abajo. Luego me casé y tuve a mis hijos. Llevo 39 años con el bar y desde que empecé no he perdido un día de trabajar. Me he levantado todos los días a las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. Sin fiestas, ni vacaciones ni nada. En la Barceloneta es donde yo he estado. No he salido de aquí, de los merenderos, de mi casa y de mi negocio. He conocido a muchas personas, soy muy querida de ellos y yo los adoro.

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P. ¿Por qué cree que la quieren tanto?

R. He trabajado solo para comer, no para guardar. Y me he comportado como ellos me han querido. Ese es el cariño que yo le doy a mi gente.

P. ¿Por qué empezó a empapelar las paredes con el Bambino?

R. Cuando terminaban de actuar, venían por la mañana a la Barceloneta, a un bar que le decían La Barca. Y ese señor era como un hermano para mí. Llegaban muchos artistas por la mañana, tomaban la copa de la barrecha y el pescaíto frito los sábados, los viernes y los domingos. A mí me gustaba el baile y me ponía con ellos. Me decían mama, me querían mucho.

P. ¿Qué queda de la Leo que llegó a la Barceloneta?

R. Todo. Lo he dado todo en la Barceloneta: todo mi trabajo, mi juventud, tener cuatro hijos, tres nietos. Y a todos los que entran por la puerta: yo no tengo clientes, son familia.

“Lo he dado todo en la Barceloneta. Yo no tengo clientes, son familia
Leocadia Montes

P. ¿Le gusta el barrio ahora?

R. A mí me gusta la Barceloneta porque le tengo mucho cariño. Todavía en la calle que vivo hay mucha gente buena, de la de antiguamente, que me quiere y me adora. Es muy grande. Sigue siendo la Barceloneta.

P. ¿Cómo ha sido la pandemia para usted?

R. Muy mala. He estado cinco meses cerrada y no he recibido nada. He perdido que me entrara dinero para pagar todos los impuestos. Para mí ha sido muy triste porque yo no soy una persona de muchos bienes. Tenía que acabar de pagar una hipoteca y me quedé sin nada. Si no trabajaba, no podía pagar.

P. ¿Es fácil que la gente cumpla las restricciones?

R. A mí me respetan mucho. Lo que yo diga, se hace. La cuestión es que, ni que fuera para tres personas, la gente no quería que cerrara, para poder venir a la Barceloneta y entrar en el Bar Leo, que era lo más bonito para ellos.

P. ¿Qué es lo que más le preocupa a usted ahora?

R. Que me gustaría volver a como yo he trabajado toda la vida. Que no tenga que intimidar a mi gente para echarlos para un lado o para otro y que yo no tenga que estar pendiente de que no estén juntos. Y que los viera a todos felices. Hay momentos en los que paso mucha tensión, cuando le tengo que decir a las personas que quiero que no pueden entrar.

P. Ser mujer, viuda, cuatro hijos y llevando un negocio… ¿Ha sido todo más difícil como mujer que si fuera un hombre?

R. La verdad es que como yo estoy acostumbrada a trabajar desde jovencita, le he echado valor porque tenía cuatro hijos y tenía que ayudarles y sacarlos adelante. Estoy satisfecha de haber sido mujer y tener la potencia que he tenido yo sola.

P. ¿Qué le queda por hacer a la Leo?

R. Me gustaría haber visto cosas que no he visto. Total, con los años que tengo, no creo que las haga ya. Mi fundación será esto, el bar Leo. Y mi vida está metida aquí. Y mi suerte y mi carisma están metidos aquí. Y mi buena gente, que me quiere y me adora, entran por la puerta. Y ellos no quieren que sufra. Cuando me ven con la carita un poco triste, sufren conmigo. Y cuando viene gente con un problemilla, yo le digo: venga, no te preocupes, que de comer no te falta, que La Leo tiene un plato de comida, que aquí vamos a comer todos. Cuando empezó la epidemia dije: el que se quede sin trabajo, a comer a casa de la Leo.

“Estoy satisfecha de haber sido mujer y tener la potencia que he tenido yo sola
Leocadia Montes

P. ¿Y vino gente a comer a casa de la Leo?

R. No, yo he dado para que se lo lleven a su casa. Yo he dado de mi comida, de la comida de mis hijos, que yo hago estofados o cocidos, y le he dado a mucha gente. Y si vienen chavales conocidos y me piden un café con leche o un bocadillo, pues también se lo doy. Dinero, no porque no tengo.

P. ¿La Leo se va a jubilar algún día?

R. Claro que me tengo que jubilar algún día, pero cuando pueda porque ahora no tengo fondos para jubilarme. Si me dan 500 euros, yo no tengo para vivir. Tampoco sé lo que puedo vivir, lo que me puede quedar. Hoy estás bien y mañana no sabes lo que te puede pasar. Yo estoy contenta conmigo y con toda la Barceloneta.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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