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El voto joven y el hundimiento de Podemos impulsan a Bildu

Las exigencias de Vox y del sector radical del PP de ilegalización movilizaron al abertzalismo

El candidato de EH Bildu a la Alcaldía de Donosti, Juan Karlos Izagirre; la candidata de EH Bildu a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz, Rocío Vitero, y el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, durante la noche electoral del domingo, en San Sebastián.
El candidato de EH Bildu a la Alcaldía de Donosti, Juan Karlos Izagirre; la candidata de EH Bildu a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz, Rocío Vitero, y el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, durante la noche electoral del domingo, en San Sebastián.Unanue (Europa Press)
Luis R. Aizpeolea

Si al final de la campaña del 28-M había alguna unanimidad entre los analistas vascos sobre el resultado en Euskadi no era otra que el auge de EH Bildu. Su protagonismo nacional se gestó con la retirada de los siete candidatos condenados por delitos de sangre, a petición de las víctimas del terrorismo, tras su provocación inicial. Pero la persistente campaña del PP basada en la identificación de EH Bildu con un terrorismo desaparecido hace 11 años es lo que ha contribuido especialmente al auge de los independentistas frente al PNV, del que solo lo separaron 2,5 puntos en las elecciones del domingo.

Desde la época de José María Aznar, el PP ha hecho del terrorismo un uso electoral, pero nunca lo había monopolizado tanto como ahora, 11 años después de su desaparición, a pesar de que inicialmente se lo facilitó la lista de EH Bildu. Para mayor redundancia, todas las familias del PP, además de Vox, han acudido a Euskadi para hablar de ETA con el objetivo de desgastar al PSOE. Vox y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, pidieron la ilegalización de EH Bildu, tras señalar que “ETA está viva, en el poder”. Su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, aseguró que en Euskadi no hay libertad. Aznar lo redondeó con sendas invenciones: si gana Sánchez soltará a los presos etarras y planteará un referéndum de autodeterminación. Feijóo no llegó tan lejos, pero pidió un cambio legislativo para despejar su preocupación real: que Bildu sume en una supuesta investidura de Sánchez, como ya hizo en 2020.

El tono agresivo y los despropósitos de los líderes del PP y Vox, reforzados por el ruido y la furia de parte de la derecha mediática, sobre un terrorismo y unos peligros inexistentes, chocan con la realidad vasca, donde hace décadas que no se vivía tan pacíficamente, aunque queda pendiente un serio problema de memoria. La utilización electoral del terrorismo ha sido tan desmesurada que Covite, la asociación mayoritaria vasca de víctimas, llegó a reclamar su cese por respeto a las víctimas.

Al PSE no lo ha perjudicado el discurso disparatado de la derecha, pero sí a los socialistas del resto de España. Y esto, sumado especialmente a los requerimientos de ilegalización de EH Bildu, ha contribuido a movilizar al electorado abertzale, que ha mejorado sensiblemente su posición.

Pero el auge de EH Bildu no se explica solo por la campaña. En las elecciones autonómicas vascas de 2020 ya despegó del pelotón al situarse como segunda fuerza, con un 27% frente a la tercera, el PSE, con un 13%. La novedad es que entonces le separaban 12 puntos del PNV, ahora reducidos a 2,5.

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En aquellas elecciones, con una abstención del 48%, superior a la del 28-M, EH Bildu fidelizó su voto. También, a diferencia del PNV, se benefició del voto joven al empezar a superar a Podemos en la disputa que mantenían desde 2015, cuando los de Pablo Iglesias llegaron a ganar las elecciones generales en Euskadi. El Observatorio Vasco de la Juventud señalaba que EH Bildu y Podemos eran los partidos mejor valorados por los jóvenes que percibían en la coalición abertzale una identidad feminista, ecologista y social, totalmente ajena a ETA.

Discurso social sobre el identitario

En la campaña electoral de 2020 ya primó claramente el discurso social sobre el identitario. Y para entonces EH Bildu ya había mostrado su interés en ejercer políticas útiles en las Cortes apoyando iniciativas socioeconómicas del Gobierno de coalición. En Euskadi sorprendía por su actitud política constructiva frente la destructiva del PP y Vox. EH Bildu aprendió del Podemos de 2015 y supo adaptarse a la sociedad vasca del post-terrorismo que primaba los problemas reales y no quería volver a las batallas identitarias. Las peleas internas de Podemos le facilitaron la tarea de absorción del electorado. Paralelamente, aprendió del auge del Sinn Fein, su partido inspirador, por su primacía en las políticas sociales sobre las territoriales en Irlanda del Norte.

El éxito electoral de 2020, a costa de Podemos, consolidó su nueva política y abandonó definitivamente la tentación que tuvo durante el auge del procés catalán de importarlo a Euskadi. El triunfo del domingo lo reafirma y aunque EH Bildu no renuncia a su ideario independentista, no es previsible un giro soberanista a una política, cada vez más parecida a la de Más Madrid, que le ha acarreado tantos réditos.

El PNV es, tras Podemos, el partido que más ha retrocedido el 28-M. Su desgaste gubernamental y la competencia creciente de EH Bildu, debido a su moderación, en Euskadi y en las Cortes, están en el origen de su pérdida de poder municipal. Le ha afectado la abstención y ha quedado atrapado entre el auge de EH Bildu, en el flanco nacionalista —los abertzales unifican todas las corrientes nacionalistas no peneuvistas—, y en el conservador por un PP que ha mejorado algo con la sustitución del anterior líder, Pablo Casado, por Albero Núlez Feijóo. Sin embargo, este último partía de mínimos y sigue estando lejos del PSE y de los nacionalistas. Vox, por su parte, continúa bajo mínimos.

El PSE-PSOE, que ha mejorado ligeramente su posición, se encuentra incómodo al sufrir el desgaste gubernamental como socio del PNV y porque su genuino espacio socialdemócrata hoy lo disputan el PNV, Podemos e incluso EH Bildu en una Euskadi orientada al centroizquierda, aunque tiene como activo su pertenencia a la socialdemocracia europea.

No obstante, las alianzas del PNV y PSE les permitirá mantener su liderazgo en las tres capitales vascas y en las tres diputaciones forales y cerrar el paso a EH Bildu que, pese a ganar en Vitoria y en Gipuzkoa, no podrá trasladar su victoria a las instituciones por la pendiente autocrítica sobre su pasada complicidad con ETA. Lo mismo sucederá en el Parlamento de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona.

Las próximas elecciones generales estarán condicionadas en Euskadi por el temor a un acuerdo entre el PP y Vox, conocida la pretensión de este último y del sector radical del PP de ilegalizar a EH Bildu e incluso al PNV si dependiera de Vox. Todo apunta a una movilización del voto útil que, al ser elecciones nacionales, puede favorecer a los socialistas respecto al 28-M.

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